Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 9 de marzo de 2010

EL ORIGEN



De todas las partes del esqueleto postcraneal es probable que ninguna distinga tanto a los humanos de los antropomorfos como la pelvis, obviamente como resultado de nuestro peculiar modo de locomoción, ya que la pelvis de los antropomorfos no difiere, en sustancia, de la de los demás cuadrúpedos. El peso del tronco de los cuadrúpedos se transmite por las cuatro extremidades, pero en los humanos, al ser bípedos, lo hace por la columna vertebral hasta el sacro y de ahí por los coxales hasta las cabezas de los fémures, por donde continúa transmitiéndose hasta los pies, cuando caminamos, durante las fases en que sólo tenemos apoyado un pie, casi todo el peso del cuerpo se transmite por un solo coxal; para reducir la tensión a la que se ve sometida la barra ósea que va desde la articulación entre el sacro y el coxal a la articulación entre el coxal y el fémur, ambas articulaciones se han aproximado mucho, esta mejora mecánica de la pelvis tiene un efecto secundario indeseado: complica mucho la cosa a la hora del parto, porque se reduce el espacio del conducto óseo por el que tiene que pasar el feto a término para nacer.

La otra gran novedad del ala ilíaca humana es su orientación, en los humanos, la orientación el ala ilíaca ha cambiado de forma radical, de modo que la superficie de origen de los glúteos medio y menor mira hacia un lado en lugar de hacia atrás, el resultado biomecánico es que la contracción de los músculos, al tirar lateralmente de la cadera, produce un efecto de abducción que hace posible la marcha bípeda al equilibrar el tronco en cada zancada.

Un primate bípedo es algo revolucionario y no representa tan solo una ligera variante respecto de otros tipos de hominoideos, hay que descartar que todo el esqueleto se modificara drásticamente de una única vez y, por otro lado, no es fácil imaginar cómo se puede pasar de un cuadrúpedo a un bípedo poco a poco; una hipótesis interesante es que la modificación inicial que hizo posible un principio de locomoción bípeda afectó a la orientación del ala ilíaca, un simple cambio de ésta, que pasaría a mirar más lateralmente, proporcionaría una cierta capacidad de abducción, que es una de las bases de la bipedestación, si caminar a dos patas aumentó las posibilidades de sobrevivir y reproducirse, nuevas modificaciones se irían seleccionando posteriormente hasta llegar a afectar a todo el esqueleto.

Parece que la selección natural actuó primero a favor del bipedismo en las extremidades inferiores y la pelvis, y sólo más tarde afectó a otras partes del cuerpo que no tienen un gran papel en la locomoción bípeda, como los brazos o las escápulas.

Una vez discutido el origen de uno de nuestros principales rasgos diferenciadores, la postura erguida, sólo falta responder a una pregunta elemental e inevitable, ¿Para qué sirve?, es decir, lo que hay que preguntarse es qué clase de nicho ecológico era el que ocupaban los primeros homínidos que se hicieron bípedos; por otro lado, ahora pensamos que los australopitecos eran más bien forestales que habitantes de medios abiertos. La bipedestación supone una reorganización muy completa del esqueleto, nuestra postura erguida es muy estable y mantenerla no supone apenas esfuerzo.

Evolucionaron tendones extras en las piernas, la piel relativamente lampiña y con glándulas sudoríparas, el engrosamiento de los glúteos mayores (los músculos más grandes de nuestro cuerpo, que envuelven la rabadilla y estabilizan el tronco, evitando que nos caigamos de bruces). Nuestra anatomía pélvica ejerce sobre las extremidades inferiores la llamada presión lateral, nuestro fémur presenta una inclinación hacia dentro, hacia la rodilla, que hace que éstas queden debajo del cuerpo, lo que nos da mayor estabilidad. El pie es la peculiaridad más característica del cuerpo humano, no tiene pulgar oponible, es un órgano hiperespecializado, con dos cometidos: impulsar el cuerpo hacia delante y absorber el impacto resultante. El aumento de tejido óseo esponjoso a expensas del cortical en los huesos humanos es una ventaja para disipar las tensiones producidas por la marcha bípeda pero hace que la superficie ósea expuesta sea mucho mayor, lo cual determina una pérdida acelerada de masa ósea, u osteopenia, con el envejecimiento, tal situación desemboca finalmente en osteoporosis y fracturas.

En términos físicos nuestra manera de caminar no está menos conseguida que la de los cuadrúpedos, aunque desde luego es menos rápida en cortas distancias, en cambio, nuestra resistencia es notable, y superior a la de muchos cuadrúpedos, a la hora de realizar desplazamientos largos en tiempo y distancia, tanto corriendo como andando. La ventaja de la verticalización del cuerpo está en relación con la regulación de la temperatura vertical, un individuo puesto de pie recibe menos radiación solar, sobre todo cuando el sol está en los alto, que un cuadrúpedo, además, al separar el cuerpo del suelo, se aleja de un foco de calor y se beneficia de las brisas para refrescar el cuerpo; combinando este aspecto con el anterior, podríamos concluir que la locomoción bípeda es quizá la mejor solución para un homínido que se ve obligado a recorrer largas distancias expuesto a la radiación solar, los primeros homínidos bípedos no eran habitantes de la sabana, pero de todos modos podrían tener que moverse entre manchas de vegetación separadas por extensiones abiertas.

Los primeros australopitecos fueron probablemente carroñeros antes que cazadores, desprovistos de colmillos y herramientas cortantes, no podían de ningún modo atravesar las duras pieles y alcanzar la carne de adultos de ñus, cebras, gacelas y antílopes, alimentarse de carroña resolvía estos problemas.

El empleo de ramas y palos como herramientas y la posición erguida evolucionaron al unísono, cuanto más dependían los australopitecos de las herramientas, mayor se fue haciendo la diferencia entre sus pies y sus manos, y cuanto más aumentaba ésta, más aumentaba su dependencia de las herramientas, pero renunciamos a la estabilidad y a la velocidad, renunciamos al pie como instrumento para asir objetos, adquirimos huesos esponjosos, articulaciones frágiles y columnas vulnerables, así como partos arriesgados ¿ Para qué?, ¿Qué beneficio le reportaba esto?, casi con toda seguridad, la respuesta tiene que ser que las herramientas los capacitaba para consumir alimentos nutritivos del suelo que los simios cuadrúpedos y arborícolas no podían explotar con tanta eficacia. Las lluvias en el este de África estaban disminuyendo, los bosques estaban cambiando de densos y cerrados a más abiertos, si nuestros antepasados tenían que desplazarse más para encontrar recursos, si al hacerlo sobre dos piernas ahorraban energía, entonces los individuos que se trasladaban de forma más económica tenían ventaja sobre los demás.

A medida que estas fuentes terrestres de alimentación sustituían en la dieta a los frutos arbóreos, la selección natural favoreció a los individuos que cambiaron las pérdidas asociadas a la disminución de la capacidad de trepar por las ventajas de la nueva dieta, pero, ¿Qué había en el suelo que resultaba tan atractivo para que los simios, a fin de conseguirlo, insistiesen en la fabricación y transporte de herramientas?, dejémonos guiar por los chimpancés, sabemos que éstos invierten en la fabricación y empleo de herramientas, sobre todo para cazar insectos ocultos dentro de montículos y escondrijos, ramas y palos constituyen sus herramientas favoritas para esta cacería, algunos observadores reseñan que durante una hora entera, los chimpancés transportan herramientas bien fabricadas para cazar termitas de un termitero a otro, cubriendo una distancia de hasta un kilómetro.

Hormigueros y termiteros son más fáciles de divisar en la sabana abierta de árboles dispersos que en la propia selva, podemos imaginar a los australopitecos aventurándose a temporadas en pos de los paquetes de grasa y proteínas, altamente nutritivos, encerrados en estas fortalezas de insectos. Alejados los hormigueros de donde se encontraban los instrumentos apropiados para pescar, hurgar y escarbar, habría que transportar herramientas, o la materia prima para fabricarlas, cubriendo distancias mayores que en la selva; los individuos que fabricasen mejores palos de escarbar y los manejaran con más habilidad disfrutarían de dietas más ricas, serían más fuertes y sanos, y dejarían más descendencia.

A medida que aumentaban la frecuencia y la duración de las expediciones en campo abierto, empezarían pronto a aprovechar recursos adicionales alimenticios disponibles en el nuevo hábitat, en ciertas estaciones semillas que pelar y comer, durante la excavación en busca de insectos se descubrirían inevitablemente bulbos, tubérculos y raíces comestibles, ricos en calorías, conseguir ese tesoro subterráneo daría lugar a intentos de mejorar el palo de escarbar.

El campo abierto utilizó como reclamo otro recurso, en la selva los animales suelen ser pequeños, furtivos, difíciles de avistar, pero el espacio abierto rebosaba de manadas bien visibles, de vez en cuando, un grupo de australopitecos se encontraría con una cría de antílope o gacela apartada de la protección materna, y, en ocasiones, tropezarían también con restos de un animal de mayor tamaño, muerto por causas naturales o por depredadores.

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