Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 23 de marzo de 2010

EL LENGUAJE




Los seres humanos somos los únicos organismos que hablamos, es decir, transmitimos a nuestros semejantes, y recibimos de ellos, cualquier tipo de información nueva, codificando deliberadamente nuestros mensajes en combinaciones (palabras) de sonidos preestablecidos (sílabas), el resto de los animales sólo son capaces de intercambiar informaciones muy concretas sobre algunos aspectos de su vida, empleando para ello un sistema limitado de sonidos y gestos que no están codificados de manera intencionada. En los años sesenta y setenta la idea de la comunicación directa con los animales más parecidos a nosotros, chimpancés y gorilas, fue tomada muy en serio en algunos programas de investigación, ya que chimpancés y gorilas no pueden pronunciar físicamente las palabras, se les facilitó la tarea de comunicarse con nosotros enseñándoles el lenguaje de los sordomudos un lenguaje de gestos, que sí podían reproducir, los chimpancés y gorilas resultaron discípulos aventajados en esto y pusieron de manifiesto su capacidad de asociar ideas, que nosotros expresaríamos con palabras, a gestos o fichas de diferentes formas, con dibujos y colores (iconos).

Una pregunta clásica en relación con los sistemas de comunicación de los animales es si éstos pueden engañar a sus congéneres en su propio beneficio, el saber mentir los haría más “humano”, ya que indicaría que no son meros autómatas, sino que son capaces de controlar sus expresiones, pues bien, hay numerosas observaciones sobre chimpancés en libertad que engañan a sus compañeros, en contextos muy diversos, con gestos, posturas y expresiones faciales, nuestros pecados son también los suyos. Los resultados de todas estas investigaciones son muy valiosos porque han descubierto una incipiente destreza lingüística en los primates que era negada en años anteriores, pero han resultado decepcionantes en tanto que ninguno de ellos nos ha comunicado información relevante alguna sobre si mismos, los monos totas parecen disponer de un limitado repertorio de “palabras” que emplean en situaciones muy concretas, y los chimpancés han demostrado ser muy competentes manejando símbolos incluso unos consumados mentirosos, pero eso es todo. La mutación de un solo gen está detrás de la capacidad humana de comunicarse mediante el lenguaje, una característica que nos diferencia del resto de los primates: se trata del gen FOXP2, cuya relación con el habla ya se conoce desde los años 90, se ha descubierto que la alteración de dos aminoácidos en la cadena de una proteína codificada por este gen cambia la función de ésta y permite encender y apagar más de un centenar de genes, lo que nos otorga la capacidad de expresarnos verbalmente. Esta investigación nos revela que, aunque estamos muy relacionados genéticamente con los chimpancés, el resultado final es que somos muy diferentes porque hay pequeñas mutaciones, como éstas, que dan lugar a cambios muy importantes porque afectan a muchos otros genes

Puesto que el lenguaje humano es tan diferente del de nuestros parientes vivos la cuestión de su origen y desarrollo sólo puede ser abordada desde el campo de la paleontología. La paleontología trata de determinar las capacidades mentales de una especie fósil a través de las impresiones que el cerebro deja en la superficie interna del cráneo, dos áreas de la corteza cerebral, ambas en el hemisferio cerebral izquierdo, están estrechamente relacionadas con el habla de los humanos, el “área de Broca”, situada en la tercera circunvolución frontal ( a la altura de la sien), es la encargada de la construcción y planificación sintáctica, es decir, traduce los mensajes en una secuencia ordenada de movimientos de los músculos que intervienen en la producción del habla, una lesión a este nivel perturba la capacidad de hablar y escribir, pero no la compresión del lenguaje hallado y se puede seguir leyendo; por su parte, el “área de Wernicke”, situada entre la circunvolución temporal superior y el lóbulo parietal (un poco por detrás y encima del oído), es la encargada de la codificación y decodificación de los mensajes, una lesión en esta área inhabilita para la correcta comprensión y producción de lenguaje, hablado o escrito.

La región inferior del lóbulo parietal relacionada con el área de Wernicke está más desarrollada en los fósiles de Homo habilis de Oldunai que en los Australopitecos, expandida tanto en los representantes del Homo habilis / Homo rudolfiensis como en los de Homo ergaster, el desarrollo de esta área en los primeros humanos es mucho mayor que el que presentan los australopitecos y parántropos, en los que sólo está esbozada. Es decir, que las regiones de la corteza cerebral más directamente relacionadas con la producción del lenguaje humano ya estaban bien desarrolladas en los primeros representantes de nuestro género ¿significa esto que aquellos humanos ya poseían la capacidad de hablar?, aunque esta es la conclusión a la que llegan la mayor parte de los especialistas dedicados al estudio de los moldes endocraneales de los homínidos primitivos, existe un punto de vista contrapuesto.

Se basa en que el canal medular de las vértebras torácicas de estos representantes primitivos del Homo es muy estrecho, esta situación es la común entre los antropomorfos pero no en los humanos modernos, que tenemos un canal medular ensanchado, como consecuencia del reducido diámetro del canal medular, se defiende la hipótesis de que la médula espinal de los ejemplares fósiles contenía menos neuronas que la de los humanos modernos, por lo que la región torácica estaría menos inervada que la nuestra y la única explicación plausible a este hecho es la de aceptar que la musculación torácica relacionada con los movimientos respiratorios no era capaz de realizar los precisos movimientos inspiratorios y respiratorios controlados que requiere el habla humana, ¿cómo explicar entonces el gran desarrollo del área de Broca que refleja la superficie endocraneal de estos fósiles?, a partir de los resultados de las modernas técnicas de exploración de la actividad cerebral (en concreto la conocida como PET, tomografía de emisión de positrones), que relaciona la región de la corteza cerebral circundante al área de Broca también con el manejo de la mano derecha, se ha propuesto que el desarrollo de esta área en los primeros humanos no fue una adaptación relacionada con el habla, sino con la talla de piedra. En resumen, aunque los distintos estudios sobre las áreas de la corteza cerebral de los primeros homínidos concuerdan en señalar un desarrollo mayor de las áreas vinculadas con el lenguaje (especial el área de Broca) en los primeros humanos que en los australopitecos, parántropos y antropomorfos, no existe acuerdo sobre su significado fisiológico, la solución a este problema puede estar en las investigaciones realizadas para establecer la anatomía del aparato formador de los homínidos fósiles

No es posible componer una música para la que no existen instrumentos. Los sonidos en los que se basa el lenguaje humano se producen y modulan en una serie de cavidades que constituyen el tramo superior del conducto respiratorio y reciben el nombre genérico de tracto vocal; la laringe, la faringe y las cavidades nasal y oral. En todos los mamíferos, excepto en las personas adultas la laringe ocupa una posición alta en el cuello, situándose casi en la salida de la cavidad bucal, esta posición elevada permite conectar la laringe con la cavidad nasal durante la ingestión de líquidos que, de este modo, pasan desde la cavidad oral al tubo digestivo sin que la respiración tenga que ser interrumpida, en otras palabras, cualquier mamífero puede respirar por la nariz mientras bebe, sin embargo, las personas adultas tenemos la laringe situada en una posición insólitamente baja en el cuello, lo que determina que, a pesar de nuestra condición de mamíferos, no seamos capaces de respirar mientras bebemos.

La importancia que para un mamífero tiene la capacidad de respirar por la nariz mientras bebe resulta evidente si pensamos en la lactancia, el cachorro debe poder respirar al mismo tiempo que mama para que el sistema de alimentación sea eficaz. No habrá pasado desapercibido que nuestros bebés también pueden respirar por la nariz mientras maman o se beben su biberón, los lactantes humanos tiene la laringe en la misma posición que el resto de los mamíferos, el descenso de la laringe se produce en nuestra especie hacia los dos años de vida, a partir de este momento, no sólo perdemos la facultad de respirar mientras bebemos, sino que la insólita situación de la laringe humana hace posible la obstrucción del conducto respiratorio por el alimento, ya que la epiglotis no alcanza a obliterarlo por completo, atragantarse no es una broma, uno puede morir por ello. Pero si nuestro tramo respiratorio superior ha perdido eficacia en este aspecto (y también para la respiración y el olfato), ¿cuál es la contrapartida?, la respuesta está en la existencia en nuestra especie de una faringe más larga que la de ningún otro mamífero, que nos capacita para modular una amplia serie de sonidos diferentes.

En contra de lo que muchas personas creen, la mayoría de los sonidos básicos que forman el habla humana no se originan directamente como tales en las cuerdas vocales, en la producción de las vocales (y también de las consonantes sonoras) las cuerdas participan generando (al abrirse y cerrarse con rapidez el paso de soplos periódicos de aire) un sonido “base” o tono laríngeo, que es siempre el mismo, independientemente de la vocal que pronunciamos. El tono laríngeo está formado por una frecuencia principal y una serie de frecuencias “acompañantes” o armónicas, si el conjunto de cavidades situadas por encima de la laringe (faringe, cavidad nasal y cavidad oral), no tuviera ninguna intervención en la producción de los sonidos del habla humana, el sonido que oiríamos estaría formado sobre todo por el correspondiente a la frecuencia principal del tono laríngeo, la mayor parte de los armónicos son demasiados débiles como para percibirlos.

Sin embargo, esto no ocurre así debido al fenómeno conocido como resonancia, según el cual un cuerpo (resonador) puede producir vibraciones como consecuencia de la vibración de otro cuerpo cercano. Pues bien, el tracto vocal humano puede adoptar diferentes configuraciones, cada una de las cuales actúa como un resonador distinto que filtra de un modo específico el tono laríngeo producido en las cuerdas vocales, dando lugar a los distintos sonidos vocálicos, para realizar este filtrado deben producirse estrechamientos y ensanchamientos a determinadas distancias de la fuente de producción del tono laríngeo, tanto en la faringe como en la cavidad bucal. Para que esta compleja gimnasia articulatoria tenga lugar es preciso que la cavidad bucal y la faringe puedan actuar como dos conductos independientes, lo que requiere que la faringe tenga una cierta longitud y que, además, esté dispuesta en ángulo respecto de la cavidad bucal, dicho de otro modo, hace falta que la laringe esté situada en una posición baja en el cuello.

Los sonidos vocálicos formados de este modo son matizados en la cavidad bucal mediante movimientos de la lengua, los labios y el paladar blando (donde está la úvula o “campanilla”), dando lugar a las consonantes, para que la lengua alcance con rapidez y precisión los lugares adecuados para la producción de las consonantes es preciso que no sea demasiado larga, esto es debido a que algunos músculos que mueven la lengua se insertan en el hueso hioides, situado en la parte inferior y posterior de la misma, cuanta más longitud tenga la lengua más largos serán estos músculos y más lentos e imprecisos se tornarán sus movimientos. Es fácil estimar la longitud de la lengua a partir de un cráneo fósil, ya que ésta es proporcional a la longitud del paladar óseo, sin embargo deducir la posición de la laringe es harina de otro costal, como sabemos este órgano está constituido por cartílagos y sostenido por músculos y ligamentos, ninguno de los cuales fosiliza.

Una serie de investigaciones destinadas a reconstruir la morfología del tramo superior del conducto respiratorio en los homínidos fósiles, como resultado de sus estudios, concluyeron que una serie de rasgos de la base del cráneo podían usarse para averiguar la posición de la laringe en el cuello y así establecer las habilidades fonéticas de los homínidos fósiles, entre estas características, la que ha gozado de mayor crédito en la comunidad científica ha sido el grado de flexión de la base del cráneo. Si seccionamos un cráneo humano por su plano medio o de simetría, encontraríamos que el perfil de su borde inferior presenta una marcada inflexión situada entre el foramen magnun y la parte posterior del paladar, pues bien, los humanos recién nacidos y los antropomorfos en general tienen la base del cráneo poco flexionada, en los humanos, la flexión de la base del cráneo se va acentuando durante la infancia hasta alcanzar el máximo en el estado adulto.

Puesto que los recién nacidos humanos y los antropomorfos comparten una base del cráneo poco flexionada junto con una posición elevada de la laringe, y dado que en los humanos el proceso de descenso de la laringe es acompañado por el incremento de la flexión basicraneal, parece existir una clara relación entre la posición de la laringe y el grado de flexión basicraneal, esta relación también se ha observado mediante la experiencia en ratas a las que se les produjo quirúrgicamente un aumento de la flexión basicraneal. Con este argumento se ha realizado diversos estudios en diferentes homínidos fósiles, llegando a una serie de conclusiones sobre sus aparatos fonadores, según estas, en los australopitecos, parántropos y Homo habilis la laringe debió ocupar una posición elevada y sus capacidades fonéticas hubieron de ser similares a las de los chimpancés, por el contrario, se halló que los cráneos del Pleistoceno Medio de África y Europa presentaban basicraneos flexionados, lo que implicaría laringes bajas y capacidades fonéticas similares a las nuestras, respecto a los neandertales, se llegó a la conclusión de que su aparato fonador sólo les permitiría articular un limitado repertorio de vocales (entre las que no se encontrarían la a, la i, ni la u), con lo que su lenguaje hablado sería rudimentario y lento.

Sin embargo, estudiando la región de la base del cráneo en los únicos ejemplares de Homo habílis y Homo ergaster con el basicraneo bien conservado, se obtiene unos valores de flexión basicraneal superior a los de australopitecos, chimpancés y gorilas, estos resultados sugieren que el aparato fonador del Homo habilis y del ergaster es parecido al nuestro (si bien en el Homo habilis el paladar era proporcionalmente tan largo como el de los chimpancés, lo que indicaría un repertorio de consonantes más menguado), y refuerzan la hipótesis que liga el origen de nuestro género con el de la palabra, puesto que si estos primeros humanos hablaban, es difícil de explicar, por selección natural, la posición baja de sus laringes. Por otra parte, a muchos investigadores se les hace difícil de aceptar que los neandertales hubieran reducido su capacidad de hablar desde la condición presente en sus antecesores.

En respuesta a esta críticas se ha propuesto que los neandertales vieron reducidas sus capacidades fonéticas como consecuencia de una adaptación más importante para su supervivencia: la adecuación de sus vías aéreas superiores a la necesidad de calentar y humedecer el frío y seco aire de las épocas glaciares, respirar es más importante que hablar, por otra parte, se aduce que los antepasados de los neandertales carecían de un lenguaje hablado como el nuestro, a pensar de tener las bases anatómicas para producirlo, debido a limitaciones psíquicas derivadas de sus relativamente pequeños cerebros. Sin embargo, la idea de que los neandertales no eran capaces de hablar como nosotros comenzó a tambalearse cuando, a mediados de los ochenta, se encontró que el cráneo del ejemplar neandertal conocido como “el viejo”, en la Chapelle-aux Saints, estaba mal reconstruido por los primeros investigadores y que la nueva reconstrucción realizada en él mostraba un mayor grado de flexión basicraneal.

Por otra parte, en 1989 se halló, en el yacimiento israelí de Kebara, un hueso hioides perteneciente a un ejemplar de neandertal, que es el único publicado de un homínido fósil, como ya se ha comentado, el hueso hioides presta inserción a la musculatura de la lengua y su posición en el cuello está muy relacionada con la propia de la laringe, el hioides de cualquiera de nosotros, lo que llevó al equipo de investigadores a concluir que los neandertales eran anatómicamente tan capaces de hablar como los humanos modernos, esta afirmación ha sido contestada aduciendo que la morfología del hueso hioides no es un dato relevante para establecer las capacidades fonéticas de los homínidos. La única manera de romper esta situación es la de encontrar nuevo material fósil que incluya tanto basicraneos intactos como huesos hioides, tal descubrimiento tuvo lugar recientemente en la Sima de los Huesos de la Sierra de Atapuerca, donde se ha encontrado un cráneo con su base prácticamente completa, así como la mayor parte de los huesos hioides.

En el mundo en que vivimos estamos familiarizados con la idea de que la comunicación y la información son la clave de progreso y la base de nuestro actual desarrollo tecnológico, por eso la posición del lenguaje articulado parece que nos da una indiscutible superioridad sobre el resto de los seres vivos en la lucha por la existencia, pero si se reflexiona un poco es fácil comprender que la habilidad lingüística no le aprovecha nada a un solitario humano enfrentado a la naturaleza que necesariamente pertenece, el lenguaje no es una propiedad del individuo, sino de la colectividad, no es que un individuo se comunique bien, sería mejor decir que un grupo esta bien comunicado, la capacidad para compartir y trasmitir información entre individuos y entre generaciones por la vía del lenguaje confiere una gran ventaja adaptativa al grupo en su conjunto, no al individuo aislado. Para un buen número de autores, la ausencia de un auténtico lenguaje en los neandertales fue una de las primeras causas (tal vez al principal) de su sustitución por los humanos modernos, siguiendo su capacidad de transmitir información esencial para explotar los recursos del medio, y cuando los humanos modernos aparecieron en el horizonte, pertrechados con su elaborado lenguaje, los neandertales fueron abocados a la extinción.

Aunque ésta de la superioridad lingüística de los humanos modernos es una hipótesis atractiva, ya hemos visto que no acaba de encajar con los fósiles, aparte de que no está claro el tipo de lenguaje que tuvieron los neandertales, ya hemos visto que éstos no fueron “arrollados” por los humanos modernos en un proceso rápido y universal, sino que la sustitución de unos por otros duro cerca de 10.000 años, si los humanos modernos tenían una ventaja tan abrumadora en cuanto a complejidad social y explotación del medio, ¿porqué tardaron tanto en reemplazar a los neandertales?. Lo que permitió a nuestros antepasados desplazaran a los neandertales no fue la presencia de una ventaja cualitativa, del tipo del lenguaje, sin más bien de un mayor desarrollo de su capacidad para explotar los recursos, sencillamente, tenían más de lo mismo.

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