Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 9 de marzo de 2010

COMPLICACIONES



Poco antes de nacer, el feto se sitúa en posición invertida, con la cabeza en la parte superior de la pelvis materna (formada por las alas ilíacas y denominada pelvis mayor o pelvis falsa), durante el parto, el feto a término tiene que atravesar la parte inferior de la pelvis (conocida como pelvis menor o pelvis verdadera) por un conducto de paredes óseas que recibe el nombre de cavidad pélvica o canal del parto, entre los chimpancés, gorilas y orangutanes el parto es fácil y rápido, porque el canal del parto es grande en relación con la cabeza del feto, en estos monos antropomorfos la entrada al canal del parto (llamada estrecho superior o entrada a la pelvis) tiene forma ovalada, con su diámetro mayor dirigido de delante a atrás (orientación sagital o anteroposterior), y su diámetro menor orientado transversalmente (de lado a lado); como hemos visto, la modificación de la arquitectura de la pelvis necesaria para hacer posible la locomoción erguida aproximó las articulaciones del hueso coxal con la columna vertebral y con el fémur, en consecuencia, se acortó el diámetro sagital del canal del parto, y ésta es la causa de que existan complicaciones para dar a luz en nuestra especie. En las mujeres la entrada al canal del parto no tiene forma ovalada, sino que es mas bien redondeada, el diámetro máximo del estrecho superior no es sagital, sino en ocasiones el transversal y las mas de las veces ni el sagital ni el transversal, sino los dos diámetros oblicuos o diagonales, por otro lado, la cabeza del feto a término es alargada, es decir, que su máximo diámetro es el anteroposterior (de frente a nuca), la posición de la cabeza del feto se acomoda al mayor de los diámetros del estrecho superior, es decir, generalmente a cualquiera de los dos oblicuos, como la mayor dimensión a la salida del canal del parto es siempre la sagital (en los humanos y en los demás primates), el cráneo y los hombros del feto humano tienen que entrar en el canal del parto con una orientación (transversal u oblicua) y salir con otra (sagital), o sea, que hay una rotación dentro del canal del parto tanto de la cabeza como, mas tarde, de los hombros.

Para complicar mas las cosas, en nuestra especie la vagina esta dirigida hacia delante, formando ángulo recto con el útero, por lo que el feto a término al pasar por el canal de paso no describe una trayectoria rectilínea, sino una curva muy pronunciada que termina inmediatamente por debajo del hueso púbico, por donde emerge la cabeza del neonato, para acomodarse a esa trayectoria curva, la columna vertebral del feto se arquea, flexionando mucho la cabeza hacia la espalda y presentando al nacer la coronilla, es decir, con la cara mirando atrás (en sentido contrario a la madre); en las hembras de los demás primates la vagina tiene la misma dirección que el útero, con el que esta alineada, y el feto a término describe en el parto una trayectoria recta dirigida hacia atrás, por otro lado la cara del neonato mira hacia delante (en el mismo sentido que la madre), en resumen, el parto en nuestra especie es ventral, y en el resto de los primates el parto es dorsal.

Llamemos la atención sobre el hecho de que entre los simios la madre puede ayudar a nacer a su hijo, guiando el parto con las manos, limpiándole la nariz y la boca para que pueda respirar mejor y liberándole del cordón umbilical si es que éste se enreda alrededor del cuello, el parto en los primates es un hecho solitario, sin ayuda ajena, sin embargo, en nuestra especie la madre no puede ver la cara del neonato porque éste mira en dirección contraria, y cualquier intento de tirar de él podría, dada la posición de extrema flexión dorsal de la cabeza, ocasionarle daños en la médula espinal, el parto humano es una actividad social, más que un comportamiento solitario.

El problema de los ritmos de desarrollo se puede llevar hasta el momento del nacimiento, porque entre los monos antropomorfos el recién nacido viene al mundo con un cerebro que representa más de la tercera parte del volumen del cerebro adulto, mientras que en nuestra especie representa menos de un cuarto, eso quiere decir que el recién nacido humano está mucho menos desarrollado cerebralmente, y por tanto más desvalido cuando nace, que cualquier otro primate, los primates en general son un grupo de mamíferos que paren pocas crías cada vez (lo más frecuente es sólo una), que están muy desarrolladas al nacer, esta precocidad también se da entre los antropomorfos, por lo que el estado retrasado de nuestros bebés debe ser una condición adquirida en nuestra línea evolutiva a partir de antepasados con neonatos más precoces. El cociente entre el tamaño cerebral del recién nacido y el del adulto (que indica el grado de desarrollo cerebral del recién nacido) sería comparable entre los grandes antropomorfos y en los primeros homínidos, así pues, los neonatos de los primeros homínidos vendrían al mundo en un estado de desarrollo mucho mayor que el de los niños humanos, aunque el parto tuviera las características modernas por ser los australopitecos bípedos como nosotros.

Los humanos formamos una especie muy inteligente de primates sociales, y tenemos una gran flexibilidad en nuestra conducta, que nos permite dar respuestas diferentes, basadas en la propia experiencia o en el aprendizaje, a distintas situaciones que se presentan en nuestro medio, en la vida surgen muchos problemas imprevisibles, y por tanto la solución no puede estar en los genes. Todos los simios ( monos del viejo y nuevo mundo), antropomorfos y humanos, son sociables con una única excepción, por especies sociables se entiende aquellas en las que se establecen uniones duraderas entre al menos dos individuos adultos, y la única excepción a esta regla son los orangutanes, animales solitarios en los que sólo existen uniones estables entre las madres y sus descendientes no adultos, se puede decir que los orangutanes forman harenes, pero en los que las hembras no están reunidas sino dispersas.

Los primates difieren mucho en el tamaño de sus testículos en relación con el peso corporal, por ejemplo, un chimpancé macho de 45 kg., tiene testículos que pesan aproximadamente 120 gr., (cada uno 60 gr.), mientras que un macho de gorila de 160 kg., tiene testículos que pesan, juntos, 3 gr. Cuando se compara el peso relativo de los testículos de los diferentes géneros de primates se observa que las especies cuyos machos tienen testículos más grandes son aquellas en las que los grupos sociales incluyen varios machos, como los chimpancés, papiones y macacos, en cambio, los gorilas, en cuyos grupos sociales sólo hay un macho, tienen testículos relativamente pequeños. El tamaño de los testículos parece estar relacionado con la cantidad de espermatozoides que producen, y también con la longitud y movilidad de los mismos; la hipótesis es que en las especies con testículos grandes, una hembra puede ser inseminada por varios machos cuando esta en celo, y los espermatozoides de los machos compiten entre sí, en cantidad y calidad para fecundar al óvulo, los gorilas machos no tienen en cambio que competir en el ámbito espermático, porque no dejan que ningún otro macho adulto se acerque a su grupo de hembras, los gibones, que son estrictamente monógamos, los orangutanes que son polígamos no sociales, y los humanos, tienen un peso de los testículos que no es superior al normal para un primate de su tamaño. Es obvio que los gibones son monógamos y no forman grupos, que los orangutanes son polígamos y viven dispersos, que los gorilas son polígamos y forman harenes, que los chimpancés son sociables y promiscuos, pero, sorprendentemente, de la biología social de nuestra propia especie no estamos tan seguros.

Desde el punto de vista biológico no puede darse una respuesta taxativa, sin embargo, una cosa es indudable: los humanos formamos grupos sociales con múltiples individuos masculinos, por lo que nos correspondería estar en el grupo de los primates en los que hay selección entre los espermatozoides, como los chimpancés, en términos estrictamente zoológicos, el que esto no suceda así quiere decir que formamos una especie en la que es infrecuente que una hembra tenga relaciones sexuales con varios machos en los días en que se produce la ovulación, como además ésta no se anuncia ostensiblemente como en otras especies de primates, los machos no tienen modo de saber cuándo se produce, por lo que la frase anterior se puede quedar en que es infrecuente que una hembra tenga relaciones sexuales con varios machos, por otro lado, el dimorfismo sexual en peso corporal de nuestra especie (en torno al 83%) indica que no hay un nivel alto de competencia entre machos por las hembras. En otras palabras, somos un tipo original de primates, en el que se da al mismo tiempo la convivencia en sociedad de individuos masculinos y, sin embargo, cierta exclusividad en las relaciones sexuales de cada varón con una mujer, por lo menos durante algún tiempo, es decir, algo parecido a una monogamia. Es hora de que nos preguntemos como se comportaban en sociedad los primeros homínidos.

No hay ejemplo entre los antropomorfos de grupos basados en hembras emparentadas, la estructura que se encuentra entre los chimpancés con, a) alianzas entre machos emparentados para la defensa de un territorio común, y b) dispersión de las hembras adultas fuera del territorio natal, hace concluir que debió darse también entre los primeros homínidos cuya biología social no sería inicialmente muy diferente a la de los chimpancés. Sin embargo, los australopitecos y sobre todo los parántropos vivieron en medios más secos que los actuales chimpancés , en bosques más aclarados, donde las fuentes de aprovisionamiento estarían más dispersas y serían más copiosas, esto hace pensar que los australopitecos y los parántropos tendrían territorios más amplios que los de los chimpancés, probablemente se mantendrían las alianzas entre machos emparentados, tanto para la defensa de los recursos frente a otras coaliciones de machos, como frente a los depredadores, más peligrosos al disminuir la cubierta vegetal. Sin embargo, dentro de estos grandes territorios se formarían unidades sociales menores, ya que las disponibilidades del medio no permitirían que todos los miembros de la misma comunidad estuvieran continuamente juntos, así el sistema social sería también de fusión, con reunión de una gran parte del grupo en torno a una fuente de alimento muy abundante, para hacer grandes desplazamientos por terreno abierto o para dormir, y fisión por división del grupo en unidades menores para alimentarse durante el día. Otra cosa es determinar qué tipo de unidades menores serían éstas.

La monogamia o emparejamiento para la reproducción no se da sólo entre los humanos, también se observa en muchas aves, incluso entre los gibones, pero en nuestra especie se da la originalidad de que existe además una relación sexual que permanece la mayor parte del tiempo sin función reproductora, dicho aún más claramente, situar la sexualidad humana sólo en el terreno de la procreación no es lo natural (en el sentido biológico), sino todo lo contrario, entre nosotros, el sexo existe además para mantener unida a la pareja. Esta función romántica del sexo no contradice los principios darwinistas, sino que los refuerza, el largo periodo de desarrollo de los individuos de nuestra especie hace imposible que una madre pueda cuidar de varios descendientes a la vez (se entiende en el contexto de una economía de cazadores-recolectores), la pareja estable, la monogamia, hace que el padre se incorpore a la tarea de sacar adelante la familia, que funciona como una unidad económica además de cómo unidad reproductora.

Se ha discutido mucho qué se entiende por contribución de los padres al cuidado de las crías. La bipedestación no tiene que ver con la adaptación a los espacios abiertos, probablemente se produjo cuando todavía habitábamos el bosque, la bipedestación liberaría a la mano y a nuestros brazos para acarrear alimentos, los machos transportarían de este modo la comida al campamento base para alimentar a las hembras con las crías, que así ahorrarían muchos peligros al no tener que viajar con las madres.

Incluso sería posible reducir el largo periodo entre nacimientos y aumentar el número de hijos a lo largo de la vida fértil de las hembras. Estamos acostumbrados a ver la selección natural desde el punto de vista de los individuos, pero es preciso que la contemplemos desde la perspectiva de los genes, tiene sentido desde la lógica de la selección natural que los genes de los padres que no tuvieran este comportamiento altruista y abandonasen a sus descendientes, abocándolos así a la muerte al ser crías que nacen prematuramente y débiles, no estuviesen presentes en la siguiente generación.

Siguiendo esta lógica, para que un macho de los primeros homínidos bípedos alimentase a una hembra con sus crías tendría que estar seguro de que las crías llevaban sus propios genes, si las hembras de la especie tenían período de celo, habría que vigilarlas estrechamente durante todo el tiempo que durase, si además las hembras no tenían estro, es decir, no era posible saber cuando estaban ovulando (para monopolizarlas durante este tiempo) la única alternativa viable para asegurar la paternidad era la monogamia y la fidelidad sexual.

No tenemos una respuesta concluyente a la cuestión de cuándo aparecieron en la evolución humana los patrones modernos de biología social, pero la tendencia actual a considerar a los australopitecos y parántropos como “chimpancés bípedos”, es decir, vegetarianos, sin tecnología lítica, ni aumento cerebral importante, ni lenguaje, y con un desarrollo rápido, sitúa este gran cambio dentro del género Homo.

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