Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

miércoles, 24 de marzo de 2010

¿Cazadores?





En que consistía el oficio de cazador es algo fácil de comprender, Europa bullía en el Pleistoceno de vida animal, y había abundancia y diversidad de grandes herbívoros, presas potenciales para cualquier depredador, otra cuestión diferente es la de si estaban al alcance de los cazadores humanos, o si más que matar cabras, ciervos, caballos, toros, bisontes, rinocerontes o elefantes, los hombres prehistóricos se aprovechaban de los animales que morían naturalmente o que abandonaban los carnívoros, puede que más que parecerse a los leones se comportaran como hienas. Otro dilema no menos importante es la disyuntiva hombre cazador/ mujer-recolectora.

Cuando se compara el ciclo vital humano, las edades de la vida, con el de nuestros más próximos parientes actuales, las dos especies de chimpancés, se observan diferencias importantes, el desarrollo entre nosotros es mucho más largo, el crecimiento es más lento y el primer hijo llega más tarde: entre los 13 y los 14 años en los chimpancés y a los 17 y 19 años en los Ache de Paraguay y los ¡Kung de Botswana, dos grupos de modernos cazadores-recolectores, también la hora de la muerte suena más tarde para los humanos: Los chimpancés más viejos apenas sobrepasan los 40 años, mientras que no son raros los individuos de más de 60 años entre los Ache y los ¡Kung. Hasta aquí parece que todas las etapas de la vida están uniformemente alargadas en nuestra especie, pero no es así, las hembras de los chimpancés son fértiles hasta prácticamente el día de su muerte o, expresado con más propiedad, su aparato reproductor está sometido al mismo proceso de deterioro que los demás sistemas experimentan al final de la vida, y que llamamos vejez, las mujeres, por el contrario, se vuelven estériles mucho antes de ser fisiológicamente viejas, el resultado en esas sociedades de modernos cazadores-recolectores en las que nos estamos fijando, el 40 por ciento de las mujeres pueden ser menopausicas, en realidad, la duración total de la vida fértil no es muy diferente entre las chimpancés, las gorilas y las mujeres (menos de treinta años de promedio), lo que sucede más bien es que en las mujeres existe un largo periodo de existencia postreproductiva que falta en las hembras de los demás primates.

Según algunos autores la menopausia se ha producido para que las madres ayuden a sus hijas a sacar adelante a sus nietos: ésta es la llamada “hipótesis de la abuela”, según esto, desde el punto de vista de la perpetuación de los genes sería más ventajoso para una hembra que ya ha pasado su plenitud tratar de asegurar su descendencia a través de sus nietos (que llevan la cuarta parte de su sangre) que tener hijos propios (con la mitad de su sangre), cuando acaso ya le falten las fuerzas para criarlo o corran el peligro de quedar huérfanos antes de estar preparados para sobrevivir por si mismos (dado el largísimo tiempo de desarrollo), aunque la longevidad potencial de nuestra especie se aproxima a los 100 años, pocas mujeres vivirían en la prehistoria hasta ver hecho un hombre o una mujer a un hijo/a concebido a los 50 años, por ejemplo. Esta conducta de las hembras que comparten el alimento primero con sus propios hijos y más tarde con los de sus hijos es exclusiva de los humanos, ya que en otras especies (como los chimpancés, por ejemplo) las hembras sólo comparten el alimento con sus hijos, y se desinteresan de sus nietos, en el párrafo anterior hemos matizado que las abuelas sólo ayudarían, según la “hipótesis de la abuela”, a los hijos de sus hijas, y no a los de sus hijos, la explicación es que pueden estar seguras de que la descendencia de sus hijas lleva sus genes, pero no tienen esa garantía con la prole de sus “nueras” ¡qué las ayuden sus madres!.

Dos preguntas que hay que hacerse para aceptar esta hipótesis son: 1) ¿Realmente la ayuda que prestan las abuelas es tan importante para la supervivencia de los vástagos de sus hijas?; y 2) ¿por qué no se compartan igual las abuelas de las demás especies de primates, como por ejemplo los chimpancés?, la respuesta a la primera pregunta es que la ayuda de las abuelas podría ser vital durante el destete, un periodo crítico de la infancia en el que los niños han perdido el aporte de la leche materna, además de nutrirlos les proporciona defensas frente a las infecciones y todavía no son capaces de valerse por si mismos, la colaboración de la abuela en esos delicados momentos permitiría incrementar las posibilidades de supervivencia de los niños recién detestados, e incluso adelantar el momento del destete, y por lo tanto acortar el intervalo entre nacimientos: Aumentar el número final de descendientes, en suma. Esta explicación parece muy razonable y permite entender la razón de la menopausia, o mejor dicho, por qué la vida fértil de la mujer no se prolongó al hacerlo la longevidad, de hecho, los autores de la hipótesis le dan la vuelta al problema y concluyen que, en realidad, la vida se alargó para que existiera la menopausia en las mujeres, los varones se habrían beneficiado de ello indirectamente, la gran longevidad masculina se debe a que los genes que fueron seleccionados para que prolongaran la vida de las mujeres también se transmiten a los hombres.

¿Cómo surgió la menopausia en la evolución humana?, si primero se hubiera prolongado la vida y luego se hubiera acortado el periodo reproductor, la evolución habría tenido que dar dos pasos, en realidad los chimpancés también parecen terminar su vida fértil unos pasos antes de su muerte (aunque, naturalmente, no varias décadas como llega a ocurrir en nuestra especie), si existían genes que limitaban a menos de 30 años el periodo de fertilidad en el antepasado común de chimpancés y homínidos, para que existiera la menopausia en las mujeres actuales la evolución sólo tuvo que dar un paso, aumentar la longevidad, el periodo fértil simplemente se mantuvo invariable, en Biología Evolutiva se suele considerar más respetable la hipótesis con mayor economía de pasos evolutivos, que consiste en seguir el camino más corto, este criterio se denomina técnicamente “criterio de parsimonia” (parsimony en inglés). Los autores de la hipótesis de la abuela van todavía más allá y afirman que la contribución de la abuela a la economía familiar es tan importante entre los pueblos de cazadores / recolectores porque son precisamente las mujeres quienes proporcionan al grupo la parte más importante del alimento, los varones juegan (y habrían juzgado en el pasado) un papel secundario en este terreno, en sus investigaciones de campo con los Hadza de Tanzania, estos antropólogos han observado que la caza, una actividad realizada por los varones exclusivamente, en una fuente importante de alimento, pero sin embargo demasiado irregular para que de ella dependa la supervivencia del grupo: hay periodos de tiempo demasiado largos en los que los varones vuelven al campamento con las manos vacías, sin haber cazado nada (ni tampoco haber encontrado carroña alguna), si esto les sucede a los Hadza, se preguntan, que disponen de arcos y flechas envenenadas y viven en un territorio muy abundante en grandes herbívoros, ¿no sería peor aún la situación de los cazadores del pasado, sin esa moderna tecnología?.

Los productos vegetales que los Hadzas explotan incluyen muchos tipos de frutos y órganos subterráneos, pero hay uno especialmente importante, se trata del tubérculo de la planta Vigna Frutescens (ekwa en Hadza), que crece a gran profundidad y que los Hadza desentierran con la ayuda de un simple palo de cavar, el tubérculo en cuestión está disponible todo el año, incluyendo las épocas en que escasean otros productos vegetales y falta la caza, el ekwa es además un alimento al que los niños recién destetados no pueden acceder por carecer del vigor necesarios, y que las abuelas les aportan: una situación que sólo se daría en nuestra especie, que es la única con palos de cavar, por lo demás, los niños humanos, como las crías de los demás primates, participan muy activamente en la recolección, un crío de 5 años es capaz de abastecerse hasta de la mitad de las calorías que consume diariamente, aunque, naturalmente, no por su cuenta, sino siguiendo los pasos e indicaciones de un adulto, hay que aludir, por último, para tener un cuadro completo de la alimentación de los Hadza, a un producto importante que puede atribuirse a los dos sexos sin distinción: La miel silvestre. Los comentarios que suscita la hipótesis de la abuela son variados, en primer lugar, la duración de la vida está tan directamente relacionada con la del periodo de desarrollo que se hace difícil admitir que la longevidad haya aumentado para que exista la menopausia y parece más lógico pensar que vivimos más años que los chimpancés por la misma razón que nos lleva más tiempo llegar a ser adultos (y algo parece tener que ver nuestro gran cerebro con ello).

Habría además que ver si al desaparecer, en las mujeres maduras, la esperanza de tener más hijos no se reduce también drásticamente la de los hombres maduros, dicho en otros términos, en esas sociedades de cazadores / recolectores que estudian los antropólogos, ¿con qué frecuencia tiene un hombre viejo hijos con una mujer joven, es decir, de la siguiente generación?, ¿Es posible que, en general, los varones también dejen de procrear al llegar su pareja a la edad de la menopausia?, en este caso no habría diferencias entre abuelas fisiológicamente menopausicas y abuelos no reproductores en la práctica, aunque lo sean en teoría, sin embargo, en el caso de los abuelos no puede pensarse que echen una mano a sus hijos, en exclusiva, en el mantenimiento de sus nietos, ya que entre esas sociedades los varones se dedican a la caza, y cuando obtienen una presa comparten la carne con todo el grupo, los padres y abuelos no alimentan a su familia, sino a sus grupo. Por otro lado, la hipótesis de la abuela sólo puede funcionar si las hijas se quedan al lado de sus madres cuando se hacen adultas, y no emigran, entre los chimpancés, por el contrario, las hembras emigran al alcanzar la madurez sexual, y pierden el contacto con sus madres, en los gorilas emigran ambos sexos, mientras que los orangutanes son solitarios y los gibones viven en parejas (en los dos últimos casos nadie abandona el grupo porque no hay grupo alguno que abandonar), no existe, por lo tanto, entre las especies de primates más próximas a la nuestra ningún caso de sociedad matrilocal, en el que las hijas permanecen en el grupo natal después de alcanzar la madurez sexual, mientras que los hijos se van a otro, además, la mayoría de los pueblos con economía de cazadores / recolectores que se han conocido son patrilocales, es decir, son los hijos los que permanecen en el grupo natal y las hijas las que lo dejan, por todo ello, muchos consideran más creíble que los homínidos en el pasado fueran también patrilocales.

Hay otro argumento a considerar además de los ya avanzados, gran parte de la hipótesis de la abuela descansa en la existencia de un importante recurso vegetal que los niños no pueden conseguir por sí mismos; el tubérculo ekwa, sin embargo, para que sea comestible el ekwa tiene que ser previamente tostado al fuego, en estado natural es tóxico, no es, sin embargo, seguro que el fuego se utilizara de forma sistemática hace más de 200.000 años, las evidencias precarias para fechas anteriores parecen apuntar hacia un uso en todo caso esporádico del fuego. Parece después de tanta especulación, que nos vamos a quedar sin saber por qué razón existe la menopausia, es decir, por qué al hacerse más larga la vida de las mujeres no siguieron estas teniendo hijos, la explicación que proporciona la hipótesis de la abuela tiene demasiado puntos débiles, más bien suscita nuevas preguntas, la cuestión se analiza desde la perspectiva de la selección natural en el ámbito de competencia entre individuos: Las mujeres que invierten sus energías y su tiempo en sus nietos tendrán a la larga más descendencia (que propagarán sus genes) que las mujeres que no ayudan a sus nietos y a cambio tiene hijos tardíos, en esta dimensión individual es difícil que llegue a encontrarse una solución satisfactoria al problema, más bien en el marco teórico de la selección a un nivel superior, el de grupos que compiten entre sí sea posible llegar a conclusiones.

Las fibras manipuladas más antiguas que se conocen se encontraron en una cueva , situada en la falda de una montaña del Cáucaso, se trata de fibras de lino que, tras analizarlas con carbono 14 resultaron de 34.000 años de antigüedad, es lino silvestre que crecía en las inmediaciones de la cueva, lo más probable es que se usaran para hacer tela e hilo con los que fabricar después prendas de vestir, coser piezas de cuero, o atar los paquetes en sus desplazamientos, estos inventos aumentaban sus posibilidades de supervivencia y además, facilitaban su movilidad en esta región montañosa de duras condiciones climatológicas. Algunas fibras se utilizaron para hacer cuerdas o cadenas porque estaban torcidas, otras eran de color negro, gris, turquesa o rosa porque estaban teñidas con pigmentos vegetales de plantas de la zona.

Los hombres prehistóricos de las altas latitudes (lejos del Ecuador) tendrían necesariamente que recurrir a la dieta carnívora para complementar los aportes calorías de origen vegetal, sin embargo, el nicho ecológico de cazador es muy diferente del de carroñero, y aunque todos los carnívoros participan un poco en los dos oficios, vale la pena tratar de averiguar si los europeos prehistóricos pertenecían al clan del león o al de la hiena, los fósiles de los herbívoros se encuentran muchas veces en cuevas pero, puesto que los animales no pastan en el interior de las cavidades, está claro que sus cadáveres fueron transportados hasta allí, los responsables del acarreo pueden ser los carnívoros o el hombre, y es preciso intentar distinguir entre estas dos posibilidades. Si sólo han intervenido los humanos los huesos de los herbívoros mostrarán exclusivamente marcas de carnicería, los hombres prehistóricos utilizaban los filos de sus utensilios de piedra para cortar los tendones y separa los músculos de los huesos, desmembrar los cadáveres y despellejarlos, dejando así una serie de trazas muy características que estudian los especialistas, pueden también encontrarse estrías naturales en los huesos fósiles, pero si los cortes aparecen en los lugares estratégicos para la extracción de carne, para desarticular las extremidades o para pelar al animal, entonces no cabe duda de quien es el autor.

Los carnívoros, en cambio, dejan en los huesos las huellas de sus dientes, también la manera en que los humanos rompen la caña de los huesos largos para extraer el tuétano es muy característica y diferente de cómo los carnívoros atacan los huesos, por ejemplo mordiendo los extremos superiores del húmero y del fémur (las articulaciones con el omóplato y la cadera respectivamente), para complicar las cosas, las hienas también buscan el tuétano de los huesos y también los parten por la caña, creando así muchos problemas de interpretación. Finalmente, aunque sepamos que un herbívoro fue transportado a la cueva y consumido allí por humanos todavía hace falta averiguar si la pieza fue cazada u obtenida como carroña, es decir, quien tuvo el primer acceso al animal muerto (que sería en principio el cazador, aunque humanos y carnívoros también buscan animales muertos accidentalmente o por otras causas naturales), podemos para ello fijamos en el tipo de huesos presentes en el yacimiento, si está el animal completo, eso quiere decir que los humanos se han apoderado de todo el cuerpo (que pueden haber transportado entero o, cuando es de gran tamaño, despiezado), cuando faltan los huesos de las partes que contiene la mayor parte de la carne, caderas, fémures, tibias, omoplatos y húmeros, hay que sospechar que los humanos han llegado tarde al festín, y se han tenido que conformar con los restos.

De este modo, y con grandes dosis de paciencia y de sentido común, los especialistas examinan los huesos de los herbívoros que se encuentran en los yacimientos, y van elaborando sus estadísticas, también se analizan otros datos, como por ejemplo la edad de los animales, si abundan los animales muy jóvenes cabe pensar que la cueva ha sido ocupada por los humanos en primavera / verano, poco después de la temporada en la que se producen los partos, en cualquier caso, la cueva es siempre el refugio al que los humanos llevaron su alimento para consumirlo más a su gusto, en consecuencia, es mejor que nos desplacemos al campo abierto para buscar el escenario donde se realizó la cacería.

En la mayor parte de los casos los humanos accedieron a la carne de los cadáveres antes de que lo hicieran los carnívoros, ya que las marcas de los dientes de éstos se superponen a las trazas de descarnamiento realizadas por los humanos con bifaces, trazas que serían por lo tanto anteriores, el acceso en primer lugar a los cadáveres puede conseguirse en un afortunado encuentro con un animal muerto en forma natural, o bien cazándolo, o si no arrebatándoselo a sus matadores antes de que estos le hinquen demasiadas veces el diente. El hombre parece haber sido el único cazador que prefiere concentrar sus esfuerzos en los adultos jóvenes antes que en los individuos inmaduros y en los seniles, que son en cambio las presas más habituales de los lobos, félidos y hienas.

Hay pocas dudas de que las proteínas y grasas animales son imprescindibles para la supervivencia del ser humano en Europa, dada la ausencia casi completa de recursos vegetales en el invierno y en la primavera, la adquisición de carne se pudo haber producido por la caza, el carroñeo o, naturalmente por una combinación de amas estrategias, el carroñeo no es una alternativa a la caza o a la recolección, un primate no está dotado para ser un carroñero “profesionalmente”, sino ocasional como complemento de otras actividades, dado que la recolección es marcadamente estacional en nuestro continente, el carroñeo sólo puede ser durante gran parte del año un complemento de la caza, la actividad principal. Finalmente, no cabe la menor duda de que la enorme fortaleza física de los humanos del Pleistoceno Medio Europeo está relacionada con la necesidad de dar muerte a las presas a corta distancia, es decir, que es una adaptación por la caza.

Imaginemos una partida de formidables cazadores de casi 100 Kg. de peso (de músculo), vestidos con pieles de oso y armados de largas lanzas de madera con un extremo muy puntiagudo, ante quienes los leones se apartarían. No sería muy diferente la vida de los neandertales, que aparecen al final de este periodo, y que conservan la misma fortaleza física, de los primeros humanos modernos de Europa, los auriñacienses, se destaca su gran robustez, comparable a la de un húmero neandertal (aunque diferente por otras características), que nos habla de la potencia de este brazo, sin embargo, el esqueleto de los hombres de Cro-Magnon se hace más ligero a lo largo del Paleolítico Superior (y aún lo es más en el Mesolítico), la explicación para esta disminución en la robustez puede estar en la aparición en el escenario de la caza de nuevas y mortíferas armas: el propulsor y el arco y la flecha.

En el Pleistoceno Medio las jabalinas podían terminar en un extremo aguzado, pero es posible que también, a veces, llevaran una punta de piedra, sin ir más lejos, en uno de los yacimientos de Schöringen se ha encontrado también tres fragmentos de ramas de abeto con una hendidura en su extremo como para encajar una de estas puntas, se trataría de las primeras herramientas compuestas de dos materiales distintos (madera + piedra), es casi seguro que los neandertales utilizaban con el mismo fin unas puntas de piedra muy características que se han encontrado en los yacimientos musterienses, en el auriñaciense aparecen por primera vez largas puntas de hueso y astas, llamadas azagayas (en realidad serían puntas de azagaya), que irían al extremo de un astil de madera, pero la fuerza para lanzar el proyectil la seguiría poniendo el brazo desnudo. El propulsor es, en esencia, una corta barra que termina en un gancho o muesca donde se apoya la base del venablo, mientras que el otro extremo del propulsor es sujetado por la mano, su efecto consiste en prolongar la longitud y potencia del brazo, los que se han conservado están confeccionado en asta de ciervo o reno y en marfil, y pueden estar bellamente decorados indicando que eran objetos de prestigio, pero es seguro que la mayoría se fabricaban en madera (por lo que no han perdurado), como en los pueblos cazadores modernos, se cree que el propulsor apareció en el Solutrense (el tecno-complejo que sigue al Auriñanciense y al Gravetiense), hace unos 20.000 años.

La época de la invención de la flecha no está tan clara, pero algunas de las puntas solutenses parecen estar diseñadas para formar parte de una flecha, en especial las que tienen aletas en los lados y un pedúnculo central para el enmangue, muy características del solutense del Levante español, la flecha más antigua conocida tiene unos 11.000 años, y más o menos de esta edad es una figura grabada en una placa que se ha interpretado como un arquero. Estas revolucionarias formas de matar a distancia (el propulsor y el arco) cambiaron sin ninguna duda el equilibrio entre el hombre y sus presas, hay una gran diferencia entre acercarse a un bisonte con una lanza o atravesarlo a gran distancia con un venablo lanzado con un propulsor, o con una flecha, si los proyectiles estuvieran emponzoñados, cosa que no se conoce, su efecto aún sería más terrible, algunos autores creen que la ruptura de este equilibrio, producida por la tecnología, acabó en la extinción de numerosas especies de mamíferos: por primera vez el ser humano estaría generando un impacto ecológico de gran escala, que no sería por tanto un pecado moderno y exclusivo de las sociedades industriales.

Los mamuts lanudos son quizás los animales más emblemáticos de la Edad del Hielo, el Pleistoceno, cuando éste terminó y dio comienzo el Holoceno, los mamuts lanudos se desvanecieron para siempre junto con los megaceros, los rinocerontes lanudos y los osos de las cavernas, especies de herbívoros que habían pastado juntos en Europa occidental, como el reno, el buey almizclero y el antílope saiga, se retiraron en direcciones distintas: el reno y el buey almizclero siguiendo el retroceso de las tundras hacia el norte, el antílope saiga el de las estepas hacia el este. Si esto ocurría en Eurasia, en las Américas la catástrofe fue mucho mayor, afectando a un gran número de especies de grandes mamíferos, solo en Norteamérica, y contando exclusivamente especies de más de 40 Kg., se puede elaborar la siguiente lista de bajas, entre los proboscideos se extinguieron los mamuts, lanudos y de otras dos especies, y los mastodontes, estos últimos eran parientes bastante alejados de los anteriores, pero igualmente muy grandes, desaparecieron también diversas especies de camellos y llamas, alces y ciervos, berrendos (antilocáridos), pecaries (relacionados con los cerdos), y bueyes almizcleros, entre los felinos cayeron los grandes gatos con dientes de sable del género smilodon, así como el Homotherium, incluso había guepardos a finales del pleistoceno en Norteamérica, aunque de una especie diferente de la actual, el gran oso de cara corta, mayor que cualquiera de los vivientes, desapareció igualmente, la gran extinción de finales del Pleistoceno también afectó, entre los roedores, a una capibara gigante y a un castor gigante, se fueron para siempre de los tapires de Norteamérica y, lo que es más sorprendente incluso los caballos.

Se extinguieron los armadillos gigantes, los grandes gliptodontes (que estaban cubiertos por un caparazón rígido de hueso como el de una tortuga), y los megalónquidos, milodóntidos y megatéridos, las tres últimas familias eran perezosos terrestres, algunos realmente enormes. Las extinciones al final de la Edad de Hielo que se registran en Eurasia y América pueden achacarse al cambio climático, pero hay autores que las atribuyen a la propagación de nuestra especie hasta todos los rincones del planeta, provocando a su paso una gigantesca ola de destrucción que aún no se ha detenido, antes de ese momento no hay constancia de que el ser humano fuera el causante de la desaparición de ninguna especie animal o vegetal, hay que empezar esta discusión recordando que las primeras especies que acusaron el impacto tremendo de nuestra expansión fueron las otras humanidades (el Homo erectus y los neandertales) que habitaban el Viejo Mundo, y que resultaron también extinguidas algunos miles de años antes del final del Pleistoceno.

Lo que es seguro es que ninguna de las especies extinguidas en el Nuevo Mundo había visto antes un ser humano en el continente, algunas eran realmente grandes y lentas, como los perezosos gigantes y puede imaginarse que su caza sería un juego de niños para los antepasados de los indios americanos, que podrían practicar con ellos su puntería, en otros casos parece tan clara una relación directa entre los humanos y la extinción de las especies, como en el caso de los caballos, que sobrevivieron en otras partes, es posible que en ocasiones los humanos alteraran el equilibrio ecológico exterminando algunos elementos de los ecosistemas, las presas fáciles y provocaran una serie de extinciones en cadena, que terminaron por afectar a los últimos eslabones, los grandes depredadores. El problema principal para considerar la llegada de los humanos a América como la causa, y la extinción de muchas especies de mamíferos como el efecto, es que el poblamiento humano del Nuevo Mundo y el cambio climático que supuso el final de la Edad de Hielo son acontecimientos prácticamente simultáneos, por lo que no es fácil determinar la responsabilidad de cada uno de los dos factores en la brusca disminución de la biodiversidad que tuvo lugar, la especie humana que pobló América es la muestra, ninguna otro llegó tan lejos, una razón es que probablemente ninguna especie humana anterior a nosotros pobló la Península de Chukorka, en la Siberia oriental, hace demasiado frío a la altura del Círculo Polar Ártico y se necesita estar muy bien equipado, además, en las épocas cálidas el estrecho de Bering sólo puede ser cruzado navegando, y en las glaciaciones, cuando baja el nivel del mar y se podía llegar andando a Alaska, éstas eran unas tierras espantosamente inhóspitas.

Pero volvamos al caso de la especie que mejor representa la Edad de Hielo: el mamut lanudo, su desaparición se databa hace 12.000 años en Europa, 11.000 años en Norteamérica y 10.000 años en el norte de la región central de Siberia, aparentemente su último refugio siguiendo el retroceso de los hielos, estas fechas eran perfectamente compartidas con la hipótesis de la caza humana como causa directa de la desaparición de los mamuts, porque hace 12.000 años los humanos habían llegado hasta el extremo noroeste de Siberia y probablemente habían pasado ya a Norteamérica. En la isla de Wrangel, en el océano ártico, se han descubierto evidencias de existencia de mamuts lanudos (un 30% más pequeños) entre 7.000 y 4.000 años sólo de antigüedad, los autores rusos son partidarios de la teoría de que la gran extinción de los mamuts a finales del Pleistoceno se debió a que el cambio climático afectó a las plantas de las que se alimentaban en su ecosistema de estepa / tundra, y sostienen que la supervivencia de los mamuts en la isla de Wrangel se debió a que en este lugar se conservó por más tiempo el hábitat al que estaban adaptados, los actuales elefantes son ramoneadores y también pastan, en cambió los mamuts lanudos tan sólo pastaban en las estepas árticas, finalmente, incluso en la isla de Wrangel los mamuts se quedaron sin alimento por culpa del clima, los seres humanos no habrían tenido nada que ver con ello.

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