Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

miércoles, 31 de marzo de 2010

La magia


Un ejemplo viable de magia relacionada con la caza fue una ceremonia que pudo tener lugar en una cueva del Líbano, hace unos 50.000 años, en la que los neandertales desmembraron un ciervo, colocaron sus restos en un lecho de piedra y los rociaron con ocre rojo, el pigmento fue posiblemente un símbolo de sangre y el acto aparentemente un intento ritualista o mágico de controlar la vida y la muerte en el territorio de los ciervos, también es posible que fuera una imitación de un rito observado a los intrusos de la especie H.sapiens.

Se han dado distintas interpretaciones de la magia desde distintos puntos de vista, todos parecen coincidir que el hombre, con la magia, quiere conseguir lo que desea ardientemente. La magia como sinónimo de conocimiento y de poder, trata de escrutar la naturaleza, interpretarla y ponerla al servicio del hombre. Este ideal se vio realizado en el Renacimiento, que estableció el principio: “Saber es poder” y “seguir la naturaleza para dominarla”, para ello acude a métodos experimentales: observación y experimentación, es la magia del conocimiento. Pico de la Mirándola en su “Discurso sobre la dignidad del hombre” distingue esta magia del conocimiento llamándola sabiduría para distinguirla de la otra que llama engaño.

La asociación es un proceso psicológico mediante el cual las imágenes forman estructuras y permiten su reproducción mental, Podemos formular reglas que permiten el hecho de la asociación y que pueden ser:

- Esenciales: se asocian las imágenes por sus relaciones de causalidad ó finalidad ó integridad, ejemplo de asociación causal sería: nube-lluvia, ejemplo de asociación final sería: golpe-daño, y ejemplo de asociación integral sería: mano-brazo.

- Accidentales: se asocian las imágenes por su semejanza, contraste ó contigüidad, la asociación por semejanza puede ser objetiva o subjetiva, esta última, la asociación por semejanza subjetiva, es absolutamente personal y afectiva, ejemplo de asociación por contraste sería: noche-día.

Las leyes de asociación fueron ya formuladas por Aristóteles, y han insistido especialmente sobre ellas los psicólogos asociacionistas (llamados así porque hacen de la asociación el fundamento de toda vida psíquica), que han pretendido reducirlas a una sola, la asociación por contigüidad, teniendo en cuenta su interpretación de las imágenes como unidades permanentes con vida y relaciones propias.

Si analizamos los principios del pensamiento sobre los que se funda la magia, sin duda encontraremos que se resuelven en dos: primero, que lo semejante produce lo semejante, o que los efectos semejan a sus causas, y segundo, que las cosas que una vez estuvieron en contacto se actúan recíprocamente a distancia, aún después de haber sido cortado todo contacto físico, el primer principio puede llamarse ley de semejanza y el segundo ley de contacto o contagio, del primero de estos principios, el denominado ley de semejanza, el mago deduce que puede producir el efecto que desee sin más que imitarlo, del segundo principio deduce que todo lo que haga con un objeto material afectará de igual modo a aquellos con quién el objeto estuvo en contacto, haya o no formado parte del mismo, los encantamientos fundados en la ley de semejanza puede llamarse magia imitativa u homeopática, y los basados en la ley de contacto o contagio podrán llamarse magia contaminante o contagiosa, (en sentido más amplio que el estrictamente médico).

Si es acertado el análisis de la lógica del mago, sus dos grandes principios no serán otra cosa que dos distintas y equivocadas aplicaciones de la asociación de ideas. La magia homeopática está fundada en la asociación de imágenes por semejanza y la magia contaminante o de contagio está fundada en la asociación de imágenes por contigüidad.

Un uso benéfico de la magia homeopática es la cura o prevención de enfermedades. En la antigüedad se creía que si una persona con ictericia miraba con atención a una avutarda o un chorlito y el ave fijaba su vista en ella, quedaba curada de la enfermedad, Plinio nos cuenta de otra ave, o quizá la misma, a la que los griegos daban el nombre de “ictericia”, porque si una persona ictérica la miraba, su enfermedad la dejaba para matar al ave, también menciona una piedra que suponían curaba la ictericia a causa de que sus matices recuerdan los de la piel ictérica.

Uno de los grandes méritos de la magia homeopática está en permitir que la curación sea ejecutada en la persona del médico en vez de la de su cliente, quien se alivia de todo peligro y molestia mientras ve al médico retorcerse de dolor. Fundándose en que “lo semejante produce lo semejante”, se ha observado que el sistema de magia imitativa, o simpatética, no se compone solamente de preceptos positivos, sino que comprende también un gran número de preceptos negativos o prohibiciones.

Dice no solamente lo que hay que hacer, sino lo que no se debe hacer. Los preceptos positivos son los encantamientos, los preceptos negativos son los tabúes. El propósito de la magia positiva es el de producir un acontecimiento que se desea, el propósito de la magia negativa o tabú es el de evitar el suceso que se teme, pero ambas consecuencias, la deseable y la indeseable, se suponen producidas de acuerdo con las leyes de semejanza y de contacto

Hemos examinado los principios generales de la magia simpatética, lo que podríamos llamar magia privada, es decir, de los ritos mágicos practicados en beneficio o daño del mago, pero en la sociedad primitiva hay también lo que podríamos llamar magia pública, esto es, la practicada en beneficio del grupo social en su conjunto, siempre que las ceremonias de esta clase se observen para el bien común, está claro que el mago deja de ser meramente un practicón privado y en cierto modo se convierte en funcionario público. El desenvolvimiento de tal clase de funcionarios es de gran importancia para la evolución, tanto política como religiosa, de la sociedad, cuando el bienestar de la tribu se supone que depende de la ejecución de estos ritos mágicos, el mago se eleva a una posición de mucha influencia y reputación, y en realidad puede adquirir el rango y la autoridad propios de un jefe o del rey.

La profesión congruentemente atrae a sus filas a algunos de los hombres más hábiles y ambiciosos de la tribu, porque les abre tal perspectiva de honores, riqueza y poder como difícilmente pueda ofrecerle cualquier otra ocupación, cuanto más capaz sea, más fácilmente percibirá las falacias que impone a los otros, de esta manera, los más habilidosos miembros de la profesión tienden a convertirse en impostores más o menos conscientes, y es lógico que estas personas, en virtud de su habilidad superior, lleguen a conquistar la cúspide y a ocupar las posiciones de mayor dignidad y autoridad, las trampas tendidas al paso del profesional son múltiples y como regla general sólo la cabeza fría y la astucia conseguirán guiarle en su camino con seguridad.

De este modo, y en la medida en que la profesión pública de mago influyó sobre la constitución de la sociedad primitiva, tendió a entregar las riendas de los negocios públicos en manos del más hábil

La profesión pública de la magia, en lo que haya temido de procedimiento por el que los más capaces han llegado al poder, ha contribuido a emancipar a los humanos de la esclavitud de la tradición, elevándolos a una vida de mayor libertad y dándoles una visión más amplia del mundo, no es éste un pequeño servicio a la humanidad, y cuando además, recordamos que en otros sentidos la magia ha despejado el camino a la ciencia, fuerza es admitir que si la magia ha hecho mucho daño, también ha sido fuente de mucho bien y que, si es hija de un error, ha sido la madre de la libertad y de la verdad.

Con frecuencia se emplean los animales como medio para que se lleven o se les transfiera el mal, en Marruecos, a principios del siglo XX, la mayoría de los ricos disponían de un jabalí en sus establos, para que los “Jins” o espíritus malignos se apartasen de sus caballos y entrasen en el jabalí, entre los cafres de África del Sur, en la misma época, cuando habían fracasado otros remedios los nativos adoptaban algunas veces la costumbre de traer una cabra a presencia del enfermo y confesar los pecados del kral sobre el animal, en ocasiones, además, dejaban caer una cuantas gotas de sangre del enfermo sobre la cabeza de la cabra, que ahuyentaban enseguida a un sitio deshabitado del campo, se suponía que la enfermedad había sido transferida al animal y quedaba perdida en el desierto, en Arabia, también en dicha época, cuando estallaba una peste, en ocasiones se conducía un camello por todos los barrios de la ciudad para que el animal recogiese la pestilencia en sí mismo, después lo estrangulaban en un lugar sagrado e imaginaban haberse librado a un tiempo del camello y de la peste.

Frecuentemente en Europa, como entre pueblos primitivos, se realizaban intentos para transferir un dolor o enfermedad de un hombre a un animal. Autores serios de la antigüedad recomendaban que si una persona era picada por un alacrán, montase sobre un asno, con la cara hacia la cola o le musitara la oreja: “Un escorpión me ha picado”, y en uno o en otro caso creían que el dolor sería transferido de la persona al asno. En Northamptonshire, en Devonshire y en Gales, a finales del siglo XIX la cura para un catarro era poner un pelo de la cabeza del paciente entre dos rebanadas de pan con mantequilla y dar el emparedado a un perro, el animal cogería así el catarro y el paciente quedaría sin él. Algunas veces el padecimiento se transfería al animal compartiendo con él algún alimento, así en Oldemburgo, si se estaba enfermo con fiebre, se debería poner un tazón de leche fuera ante un perro y decir: “Buena suerte tengas, sabueso, que enfermes tú y yo sane”, después, cuando el perro había dado unas lengüetadas a la leche, uno tomaba un sorbo del tazón, después el perro debería volver a sus lengüetadas y otra vez uno a tragar leche y así, cuando se habían turnado por tres veces tomando la leche, el perro tendría la fiebre y el enfermo la habría soltado.

En el pueblo de Handegla, en Gales, hay una iglesia dedicada a Santa Tecla, virgen y mártir, donde el “mal sagrado” la epilepsia se curaba transfiriéndola a un ave. Todavía en el año 1.855, el sacristán del pueblo recordaba muy bien haber visto tambalearse a las aves por los accesos que se les había transferido.

martes, 30 de marzo de 2010

Expansión y Etología Humana





Finalmente es fascinante reconocer que todos los indicios arqueológicos apuntan al hecho de que la clave de la expansión de las poblaciones humanas hacia las zonas templadas y frías fue su capacidad de domeñar y controlar el fuego, éste es uno de los saltos más sobresalientes en la conquista de la naturaleza que realizó la humanidad, pues no sólo abrió enormes áreas a la explotación, sino que eventualmente iba a hacer posible el empleo de la cerámica y de los metales, a través de los procesos de cocido y de la fundición, estos logros iban a dar a su inventor el dominio del planeta tierra, y la posibilidad de explorar los límites más alejados del sistema solar.

Además de las condiciones ecológicas, conviene que sepamos el entorno sociológico y cultural de estos primeros hombres, en las hembras de las especies de primates no humanos, incluidos los grandes simios, los pechos aumentan de tamaño únicamente durante la lactancia, en las hembras humanas el pecho se desarrolla en la pubertad, adoptando a menudo formas pendulares, y permanece así con independencia de que se produzca, o no, lactancia, el tamaño determina fundamentalmente la presencia de tejidos grasos que no tienen nada que ver con las glándulas que segregan la leche y que no guardan relación alguna con la cantidad de leche que una mujer puede producir durante la lactancia. La teoría de que los pechos hinchados representan una traslación de las señales sexuales desde la parte trasera a la parte delantera del cuerpo la propuso por primera vez Desmod Morris en su obra “El mono Desnudo”, el vello púbico y la posición de los genitales externos masculinos y femeninos, señaló Morris, se adaptan a la utilización de la parte delantera del torso en posición vertical para los “displays” sexuales.

Morris tuvo, así mismo, la idea de que los pechos de las hembras homínidas imitaban las tumescencias sexuales de algún ancestro de los simios y que cobraron eficacia como señales sexuales porque se basaban en propensiones visuales de otros simios ancestrales, como toque final, Morris afirmó que los senos y los labios de la mujer formaban una unidad en la cual la abertura de los bordes encarnados de la boca vino a representar la abertura de bordes encarnados de una vagina de simia. Se ha criticado esta teoría aduciendo que los grandes pechos deberían haber extinguido el interés sexual de los machos en lugar de excitarlo, ya que entre los simios, como se ha señalado, las mamas de las hembras se desarrollan sólo durante la lactancia y ésta, a su vez, suprime el ciclo ovulatorio, volviendo a las hembras temporalmente estériles, los grandes pechos hubieran servido como señal de que la hembra no se hallaba en condiciones de quedar embarazada y, por lo tanto, habrían repelido a los pretendientes masculinos, en lugar de atraerlos, esta objeción, sin embargo, no se sostendría en el caso de un homínido cuyos hábitos apareatorios se asemejaran a los del chimpancé pigmeo, en consonancia con el estilo de vida normalmente hipersexual del chimpancé pigmeo, las hembras preñadas y las madres lactantes siguen copulando, si la recompensa reproductora de la receptividad sexual permanente estuviera efectivamente mediatizada por los efectos fortalecedores de los vínculos sociales, ¿no cabría esperar una extensión gradual de la actividad sexual a fases cada vez más avanzadas del embarazo y cada vez más tempranas de la lactancia?

Dar y tomar, es decir, intercambio, es el cemento que mantiene unidas a las sociedades humanas, la forma primigenia de intercambio es el dar y tomar servicios encarnado en el coito; sexo por sexo, además, los primates se turnan para desparasitarse o limpiarse cuidadosamente la piel o el pelaje unos a otros, nuevo ejemplo de intercambio de servicio por servicio, pero fuera de la transferencia de leche materna a la cría o de la eyaculación a la vagina, el intercambio de “servicios” por “bienes” ocurre muy rara vez; con la regularización progresiva de los intercambios de sexo por comida, las hembras habrían podido obtener una parte importante de su suministro de alimentos gracias a sus consortes masculinos, además, al competir por la atención de los machos más productivos y generosos, las hembras descubrirían inevitablemente el célebre sistema de conquistas al macho por el estómago y, le darían de comer bocados selectos de su propia cosecha: hormigas y termitas, o algún tubérculo de gran tamaño. Los efectos vinculadores del intercambio de bienes por bienes aumentan si cada parte cede a la otra algo que ésta desea pero que no posee, por lo tanto, hay muchísimas probabilidades de que los machos y hembras realizaran formas similares de intercambio: insectos y alimentos vegetales recolectados por las hembras a cambio de trozos de carne, fruto de la actividad cinegética o carroñera de los machos, un efecto inevitable del incremento y diversificación del intercambio fue, seguramente, la formación de asociaciones entre subconjuntos de donadores y receptores de ambos sexos, los individuos podían permitirse el lujo de prestar servicios sexuales a todos los componentes de la tropa, tenían más que de sobre para dar, pero no de donar alimentos de forma indiscriminada, ya que la comida es mucho más escasa que el sexo, estas asociaciones que concretaban los intercambios alimentarios en dos o tres grupos menores que la tropa en su totalidad habrían constituido los embriones protoculturales de las familias, sin embargo, para prevenir la disolución de la tropa, se tenía que mantener cierto grado de intercambio entre estas protofamilias, entre ellas y dentro de ellas, los donadores tenían que tener la seguridad de que el flujo acabaría invirtiéndose, no necesariamente de que se les fuera a devolver lo mismo que habían dado, ni tampoco de manera inmediata, pero sí en cierta medida y de tanto en tanto, de lo contrario, habrían dejado de dar.

Los intercambios verdaderamente complejos tuvieron seguramente que esperar a la aparición del lenguaje, con su capacidad para dar expresión formal a los derechos y obligaciones bienes y servicios. Pero, una vez superada la fase de despegue cultural, las relaciones de intercambio pudieron evolucionar rápidamente hacia distintas clases de transacciones económicas: intercambio de regalos, trueque, comercio, redistribución, grabación fiscal; finalmente, compraventa y sueldos y salarios; Mediante estructuras repetitivas y cíclicas, mediante permutaciones y combinaciones de diferentes recompensas adecuadas a diferentes pulsiones y necesidades, tejiendo redes de complejidad fantástica, vinculadoras de individuos con individuos, instituciones con instituciones, grupo con grupos, el intercambio estuvo destinado a convertir a los miembros de nuestra especie no sólo en las criaturas más intensamente sexuales, sino también en las más intensamente sociales de la Tierra.

Gozan de gran popularidad las teorías propuestas por quienes insisten en que los primeros humanos fueron monógamos y vivían en tropas o bandas integradas por familias nucleares, compuestas a su vez de una pareja y sus crías, el razonamiento en que se funda este punto de vista es que la sexualidad humana, al basarse en una postura frontal, de cara a cara, personaliza, conduce de manera natural a la formación de fuertes vínculos entre el hombre y la mujer, presuntamente, tales vínculos de pareja ofrecen la mejor garantía de que las crías humanas van a recibir alimento y educación durante su largo período de dependencia, a algunos antropólogos les gusta redondear la hipótesis postulando una conexión entre la monogamia y la existencia de una base-hogar, mientras que el marido–padre se va de cacería y regresa cada noche para compartir sus capturas. Estamos de acuerdo en que los intercambios de comida y sexo llevaron seguramente al desarrollo de vínculos más fuertes entre algunos machos y algunas hembras, pero no vemos por qué tuvieran que ser éstos exclusivamente binarios.

Seamos igualmente escépticos por lo que respecta a la parte de esta teoría que postula una base-hogar primigenia atendida por hembras hogareñas cuyos compañeros de sexo masculino vagaban de aquí para allá en busca de carne, consideramos muchos más probable que los machos, hembras y crías recorrieran juntos el territorio formando una tropa y que las hembras no lactantes intervinieran activamente en las tareas de ahuyentar a los carroñeros, combatir a los depredadores y perseguir a las presas, las corredoras de maratón están acortando continuamente la distancia que las separa de sus competidores masculinos.

Las teorías sobre el incesto basadas en la selección cultural cuadran mejor con los elementos de juicio de que se dispone, que las basadas en la selección natural, el conjunto básico de tabúes contra el incesto se originó durante la fase cazadora / recolectora de la evolución cultural, cuando la escasa disponibilidad de alimentos de origen vegetal y animal obligaba a las gentes a vivir en pequeñas bandas integradas por veinte o treinta individuos, los estudios sobre las bandas contemporáneas de cazadores / recolectores muestran que impedir las uniones sexuales en el seno del grupo es esencial no tanto para alejar el riesgo de una posible descendencia con taras físicas como porque los grupos de ese tamaño son demasiado pequeños para satisfacer por si solos sus necesidades y apetitos biopsicológicos y corren peligro de extinción si no establecen relaciones pacíficas y cooperativas con sus vecinos. Una banda endógama, esto es, que se reprodujese dentro del grupo, se enfrentaría a vecinos permanentemente hostiles y estaría confinada a un territorio que podría resultar demasiado reducido en años de sequía, inundaciones u otras alteraciones climáticas, además, al contar únicamente con una veintena o treintena de miembros, se expondría el peligro de que una sucesión desafortunada de nacimientos le dejase sin mujeres necesarias para nuevas generaciones, las bandas que sellan alianzas, en cambio, explotan territorios mas extensos, forman parte de poblaciones reproductoras más amplias, se auxilian unas a otros en la defensa contra vecinos de belicosidad recalcitrante y se prestan ayuda mutua en tiempos de escasez de alimentos, ¿cómo pudieron originarse tales alianzas?.

¿Cuál era la forma de intercambio más eficaz a la que podrían recurrir? Por ensayo y error descubrieron inevitablemente que consistía en intercambiar sus posesiones más apreciadas, hijos e hijas, hermanos y hermanas, para que viviesen, trabajasen y se reprodujesen en le seno del grupo aliado, pero debido justamente al gran valor de los seres humanos, todos los grupos sienten la tentación de retener su casa a los hijos e hijas, hermanos y hermanas, para beneficiarse de sus servicios económicos, sentimentales y sexuales, mientras el intercambio se desarrolla sin problemas, la pérdida de una persona se ve compensada con la adquisición de otra y ambas partes ganan merced a la alianza resultante, pero cualquier retraso prolongado a la hora de satisfacer los deberes de reciprocidad, sobre todo si obedecen a la negativa de cumplir lo pactado por parte de un grupo, tendrá efectos desastrosos para todos los interesados, los sentimientos de honor, pasión y cólera que envuelven el incesto reflejan los peligros que una interrupción del intercambio de personas hacer correr a todos los miembros del grupo, y, al mismo tiempo, funcionan como antídoto contra las tentaciones sexuales que acometen a las personas que se han criado juntas. El gran tabú, en otras palabras, está muy sobrestimado, no es una sola cosa, sino un conjunto de presencias y evitaciones en materia de sexualidad y emparejamiento sujetas a cambios selectivos en el transcurso de la evolución cultural.

Entre los primates la estimulación sexual suele llevar al coito y éste garantiza virtualmente la concepción, normalmente, una vez unidos óvulo y espermatozoide, el embarazo prosigue su marcha hasta que llegan los dolores del parto y el alumbramiento, a partir de ahí, unas poderosas hormonas obligan a la madre a amamantar, transportar y proteger frente a posibles peligros a su criatura. En los seres humanos ya no existen este sistema de garantías sujetas a control genético para vincular el acto sexual con el nacimiento y la crianza de la prole: el sexo no garantiza la concepción, ésta no conduce inexorablemente al nacimiento, y éste no obliga a la madre a criar y proteger al neonato, las culturas han desarrollado técnicas y prácticas basadas en el aprendizaje que permiten impedir que se materialicen cada una de las fases de este proceso, para bien o para mal, hemos sido definitivamente liberados del imperativo reproductor que dicta su ley a todas las demás especies del reino animal, así pues, a diferencia de todas las criaturas sobre el planeta, nuestro comportamiento ya no es objeto de selección exclusivamente por su facultad para multiplicar el éxito reproductor, antes bien, se selecciona en función de su capacidad para aumentar la satisfacción de nuestras pulsiones y necesidades, aún cuando no incremente, o incluso reduzca, nuestra tasa de éxito reproductor y la de nuestros parientes más próximos.

Lo que permitió este cambio trascendental fue el hecho de que la selección natural nunca nos dotara de una pulsión o apetito reproductor, esta se limitó a dotarnos de una pulsión y un apetito sexual fortísimos, así como de un escondite interno donde el feto pudiera desarrollarse, en ausencia de una fuerte pulsión o de un fuerte apetito reproductor la selección natural consiguió apoderarse de todos los mecanismos psicológicos y fisiológicos que anteriormente ligaban el sexo con la reproducción. La desconexión entre el sexo y sus consecuencias reproductoras se adelantó a la era de las técnicas avanzadas en materia de aborto y anticoncepción.

Ahora bien, ¿qué pasa con la siguiente fase?, seguramente los humanos tienen una predisposición congénita a criar, proteger y educar a su progenie, ¿no?, los elementos de juicio contrarios a esta concepción son tal vez menos conocidos, pero son igualmente convincentes, de hecho, debido a los peligros que afrontan las madres al practicar el aborto en las sociedades primitivas, las mujeres prefieren muchas veces destruir al recién nacido, en vez del feto, debemos resaltar que en la mayoría de los casos, los infanticidios, no se cometen por métodos directos, sino indirectos teles como dejarlos morir de hambre lentamente, descuidarlos física y psicológicamente y permitir que ocurran “accidentes”. Hasta hace poco, los antropólogos no han empezado a admitir la posibilidad de que una parte considerable de los fallecimientos de recién nacidos y niños que antes se atribuían a los efectos inevitables del hambre y las enfermedades representen, en realidad, formas sutiles de infanticidio fáctico, los casos de denegación indirecta, secreta e inconsciente de alimentos a recién nacidos y niños son sumamente comunes especialmente en países del tercer mundo que combinan la condena del infanticidio y la de los métodos anticonceptivos y el aborto, en estas circunstancias, las madres pueden abrigar motivos para deshacerse de hijos no deseados, pero verse en la necesidad de ocultar sus intenciones, no sólo ante otros, sino también ante sí mismas.

Del mismo modo que los partidarios del aborto definen el feto como “no-persona” las sociedades que toleran o alientan el infanticidio suelen definir al neonato como una “no persona”, casi todas las sociedades poseen rituales que confieren al recién nacido y al niño la condición de miembros de la raza humana, se le bautiza, se les da nombre, se les viste en una prenda especial, se muestra su rostro al sol o a la luna, en todas las culturas que practican el infanticidio, la criatura no deseada es muerta antes de que tenga lugar estas ceremonias. Todo esto sería imposible si el vínculo entre padres e hijos fuera el resultado natural del embarazo y el parto, sea cual sea la base hormonal del amor paterno y materno, es evidente que en los asuntos humanos falta una fuerza capaz de proteger a los recién nacidos respecto de las normas y objetivos de origen cultural que definen las condiciones en que los padres deben esforzarse o no por mantenerlos vivos.

En otro tiempo se pensaba que la sistemática desvinculación entre sexo y reproducción, observable en todo el mundo, hubiera bastado para demostrar que el éxito reproductor no es el principio rector de las selecciones cultural y natural, pero los sociobiólogos no consideran este hecho como prueba convincente ni concluyente, aducen que, al impedir una serie de concepciones y nacimientos y al aniquilar a acierto número de niños, los padres se limitan a posibilitar la supervivencia y posterior reproducción de un máximo de niños allí donde las condiciones no permiten la supervivencia y reproducción de todos, veamos cómo determina la selección cultural el número de niños que los padres deciden procrear y criar. En las familias agrícolas preindustriales, los niños empiezan ya a realizar faenas domésticas cuando apenas se han echado a andar.

En conjunto, los niños se hacen cargo de la mitad, aproximadamente, de todo el trabajo que realizan los miembros de la unidad doméstica. En épocas pasadas, los niños se hacían más valiosos al envejecer los padres y abandonarles las fuerzas, para mantener por medio de la caza, la recolección o la agricultura.

Cuando más rápido pasen los niños de consumir más de lo que producen a producir más de lo que consumen, mayor será el número de hijos que los padres tratarán de criar, pero, al intentar sacar pleno provecho de la potencial contribución de la prole al bienestar parental, las parejas deben prever la posibilidad de que, aunque se entregan de todo corazón a la crianza de cada niño nacido, algunos fallecerán inevitablemente a corta edad, víctimas de heridas o enfermedades, en consecuencia, suelen pecar por exceso respecto del ideal perseguido, aumentando el número de nacimientos de forma proporcional a las tasas de mortalidad postneonatal e infantil. Nuestra especie tiene, por naturaleza, tantas probabilidades de actuar de formas que reducen la tasa de éxito reproductor como de formas que la aumentan, si al procrear hijos se incrementa su bienestar biopsicológico, las gentes tienen más hijos, si teniendo menos se incrementa su bienestar biopsicológico, tiene menos.

Debemos, por último, postular la existencia de otro componente biopsicológico de la naturaleza humana, los niños satisfacen extraordinariamente bien, no la necesidad parental de reproducción, sino la de relaciones íntimas, afectuosas y emotivas con seres que les presten apoyo y atención, que sean dignos de su confianza y que aprueben su conducta, en resumidas cuentas, necesitamos niños porque necesitamos amor. Afortunadamente, nadie ha intentado criar seres humanos en confinamiento solitario para ver cómo reaccionan ante la falta de compañía y apoyo emocional, pero la psicología clínica aporta abundantes elementos de juicio que indican que las personas privadas de afecto parental durante los primeros años de su vida presentan disfunciones en su comportamiento como adultos.

Por término medio, los hombres miden 11,6 centímetros más que las mujeres, éstas poseen huesos más ligeros, por lo tanto, pesan menos en relación con su altura (la grasa pesa menos que el músculo) que los hombres, dependiendo del grupo de músculo que se contraste, las mujeres vienen a tener entre dos terceras y tres cuartas partes de la fuerza de los varones, la mayor diferencia se concentran en los brazos, pecho y hombros.

Partiendo de lo que saben los antropólogos sobre las sociedades del nivel de las bandas y aldeas, creemos que podemos estar relativamente seguros de que, durante el período inicial posterior al despegue cultural, estas diferencias fueron responsables de la selección recurrente del sexo masculino como sexo encargado de la caza mayor

Los varones fueron objeto de selección cultural como cazadores de animales de gran tamaño porque sus ventajas en cuanto a altura, peso y fuerza muscular los hacían, en general, más eficaces que las mujeres para ese cometido, además las ventajas masculina en el uso de las armas cinegéticas manuales aumentan considerablemente durante los largos meses en que la movilidad de las mujeres se ve reducida debido al embarazo y la lactancia.

Las diferencias anatómicas y fisiológicas ligadas al sexo no impiden que las mujeres participen hasta cierto punto en la caza, pero la opción sistemáticamente racional es entrenar a los varones, no a las mujeres, para que se encarguen de la caza mayor, porque las segundas no sufren desventajas alguna a la hora de cazar animales de pequeño tamaño o de recolectar frutos, bayas o tubérculos silvestres, elementos de importancia análoga a la caza mayor en la dieta de muchos grupos cazadores-recolectores.

La selección de los varones para la caza mayor implica que, al menos desde el Paleolítico, éstos han sido los especialistas en la fabricación y uso de armas tales como lanzas, arpones, bumerangs y arcos y flechas: armas que tienen la capacidad de herir y matar seres humanos, además de animales. Datos etnográficos indican que, en los ámbitos políticos de la adopción de decisiones y la resolución de conflictos, los varones poseen una ventaja, leve pero significativa, sobre las mujeres en todas las sociedades cazadoras-recolectoras, Se debe al monopolio masculino de la fabricación y uso de armas de caza, combinado con las ventajas del varón en cuanto a peso, altura y fuerza muscular. Entrenado desde la infancia para cazar animales de gran tamaño, el hombre puede ser más peligroso y, por tanto, desplegar una mayor capacidad de coerción que la mujer cuando estallan conflictos entre ambos; si ésta es la reacción de unos hombres entrenados para matar animales, ¿cuál será la de unos que hayan sido entrenados para matar ser humanos?

Los varones fueron seleccionados para el papel de guerreros porque las diferencias anatómicas y fisiológicas vinculadas al sexo, que favorecieron su selección como cazadores de animales, también favorecieron su selección como cazadores de hombres, en el combate con armas manuales, dependientes de la fuerza muscular, la ligera ventaja del 10 al 15 por ciento de que disfrutan los varones sobre las mujeres en las competiciones atléticas pasa a ser una cuestión de vida o muerte, mientras que las limitaciones que el embarazo impone a la mujer constituyen una desventaja todavía mayor en la guerra que en la caza, sobre todo en sociedades preindustriales que carecen de técnicas anticonceptivas eficaces.

Las bandas y aldeas hacen la guerra porque se hallan inmersas en una competencia por recursos, tales como tierras, bosque y caza, de los que depende su subsistencia, estos recursos se vuelven escasos como resultado de su progresivo agotamiento o del aumento de las densidades de población, o como resultado de una combinación de estos dos factores, en tales casos, los grupos se enfrentan normalmente a la perspectiva de tener que disminuir, o bien el crecimiento de su población, o bien su nivel de consumo de recursos, reducir la población es un proceso en sí mismo costoso, dada la falta de técnicas anticonceptivas y abortivas propias de la era industrial, y los recortes cualitativos y cuantitativos en el consumo de recursos deterioran inevitablemente la salud y el vigor de la población, ocasionando muertes adicionales por subalimentación, hambre y enfermedades.

Los pueblos preindustriales hacen la guerra fundamentalmente para moderar o amortiguar las repercusiones de crisis alimentarias impredecibles (más que crónicas) y el lado vencedor casi siempre arrebata algunos recursos a los perdedores. Pero el problema de equilibrar la población y los recursos no se puede resolver sencillamente diezmando la población vecina y arrebatándole sus recursos. La fertilidad de la hembra humana es tal que, aunque las incursiones bélicas reduzcan a la mitad la densidad de un territorio, sólo se requieren veinticinco años de reproducción no sujeta a restricciones para que la población recupere su nivel anterior, por lo tanto, la guerra no exime de la necesidad de controlar la población por otros medios onerosos, tales como la continencia sexual, la prolongación de la lactancia, el aborto y el infanticidio.

Al contrario, en realidad es muy posible que la guerra corrija uno de sus efectos demográficos más importantes no al eliminar, sino al intensificar una práctica particularmente onerosa: el infanticidio femenino. Sin la guerra y su sesgo androcéntrico, no habría preferencias pronunciadas en lo que respecta a criar más niños de un sexo que otro y las tasas de infanticidio de los recién nacidos de uno u otro sexo tenderían a ser iguales, sin embargo, la guerra prima la maximización del número de futuros guerreros, que lleva a un trato preferencial de los descendientes de sexo masculino y a tasas más elevadas de infanticidio femenino directo e indirecto, a los efectos de la regularización del crecimiento demográfico, lo que cuenta no es el número de varones, sino el número de mujeres.

El problema de conseguir suficientes grasas y proteínas animales parece ser causa subyacente de la intensa actividad bélica y del complejo de supremacía masculina de algunas culturas. Recalquemos, para evitar malas interpretaciones, que la fórmula “ a más guerra más sexismo” se aplica a las sociedades organizadas en bandas y aldeas, pero no a las jefaturas y estados. A diferencia de las primeras, las jefaturas libran guerras con enemigos distantes, esto mejora en vez de empeorar, el estatus femenino, y en sociedades de nivel estatal, la mayoría de los varones ya no poseen armas ni reciben ese entrenamiento en su manejo que los convierte en adversarios formidables.

La práctica de la patrilocalidad en estas aldeas refleja claramente la influencia del conflicto bélico ya que la victoria en la guerra depende de la constitución de equipos de combate, equipos de varones que se han ejercitado juntos, confían unos en otros y tienen motivos para detestar y matar al mismo enemigo, ¿qué mejor manera de forma equipos de combate que satisfagan estos criterios que hacer que esto se compongan de padres, hijos, hermanos, tíos y sobrinos paternos corresidentes? Pero para poder permanecer juntos tras el matrimonio, estos varones emparentados por línea paterna deben llevarse a sus esposas a vivir con ellos, en vez de marcharse a vivir con las familias de las esposas, añadamos que el éxito de la guerra de incursiones depende no sólo de un trabajo en equipo y bien coordinado, sino también del tamaño de la fuerza de combate, para los grupos que viven en pequeñas aldeas, la única posibilidad de agrandar la fuerza de combate consiste en celebrar alianzas con las aldeas vecinas.

Desde una perspectiva evolutiva, cabe considerar las alianzas militares en parte como causa y en parte como efecto del proceso de transformación de las unidades políticas basadas en una sola aldea en jefaturas más complejas y de mayores dimensiones basadas en una serie de aldeas. A medida que avanza esta transformación, las aldeas no aliadas van retrocediendo a distancia cada vez mayores y sólo resultan alcanzables después de varias jornadas de marcha. Ahora, las fuerzas de combate, integradas por varios centenares de hombres procedentes de varias aldeas, realizan campañas que se prolongan durante meses y que están motivadas por la perspectiva de poder cazar en lejanas tierras de nadie, comerciar con aldeas remotas o efectuar incursiones contra los graneros y almacenes del enemigo. Pero estas largas estancias lejos de sus tierras, cultivos y almacenes le plantean un dilema al varón ¿ quién cuidará de ellos en su ausencia?, su esposa no es de fiar pues, como señalamos anteriormente, procede de otra aldea y es leal a su propio padre, a su propio hermano y a otros parientes paternos, no a su marido y a los parientes de éste, la mujer más digna de confianza es la hermana, única que comparte con él intereses comunes en las tierras y propiedades paternas, por lo tanto, con suma frecuencia los hombres obligados a permanecer lejos de su aldea durante semanas y aún meses se niegan a permitir que la hermana siga la regla patrilocal, no dándole en matrimonio a menos que el marido acceda a vivir con ella, y no al contrario.

A medida que sucede esto, un número cada vez mayor de hermanos y hermanas adopta esta estrategia, la norma de residencia patrilocal cede gradualmente paso a la norma opuesta; la residencia matrilocal. Las repercusiones de la matrilocalidad sobre el estatus femenino transcienden la esfera doméstica, en el momento en que los varones transmiten a los parientes femeninos la responsabilidad de la gestión en lo que atañe al cultivo de la tierra, las mujeres entran en posesión de los medios para influir en las decisiones políticas, militares y religiosas.

A lo largo de la evolución, las sociedades organizadas en bandas y aldeas y las jefaturas igualitarias se transformaron, una y otra vez, en Jefaturas y Estados estratificados, caracterizados por la existencia de clases dominantes y gobiernos centralizados. La diferencia obedece al hecho de que la práctica de las actividades bélicas se convierte en una especialidad reservada a profesionales, la mayoría de los varones ya no es entrenada desde la infancia para la caza de hombres, ni siguiera en la caza de animales (ya que subsisten pocos animales que cazar, excepto en los cotos del soberano), en vez de ello, se ven reducidos a la condición de campesinos desarmados, así pues, el estatus femenino mejoró o empeoró dependiendo de otras circunstancias. ¿A qué obedecen estas diferencias?

Las vicisitudes del estatus femenino en jefaturas y estados reflejan el grado en que el sexo masculino conseguía utilizar sus ventajas de musculatura y altura para controlar procesos tecnológicos fundamentales, tanto para la guerra como para la producción. La cuestión no es si cabe o no enseñar a las mujeres a manejar el arado y una pareja de bueyes, sino si, en la mayoría de las familias, enseñárselo a los hombres permite obtener cosechas más abundantes y seguras, el arado tipo viene a pesar unos 20 kilos, una pareja de bueyes posee una fuerza de tiro equivalente a 90 kilos, hasta el final de la jornada el labrador tiene que guiar su voluminoso equipo de arado a lo largo de una distancia de casi 40 kilómetros, procurando que los surcos salgan derechos y tengan una profundidad máxima y uniforme, los jóvenes que carecen de la fortaleza de los hombres maduros lo hacen bien durante un corto periodo de tiempo, pero al cabo de unas cuantas horas el arado comienza a temblar, rebotando en el suelo, y los surcos se tuercen.

En sociedades preindustriales con formas de agricultura semejantes, al aprender a arar, los varones aprendieron, como resultado, a uncir y conducir bueyes, con la invención de la rueda los varones unieron bueyes a carretas y adquirieron la especialidad de conducir vehículos de tracción animal, con ello, pasaron a encargarse del transporte de las cosechas al mercado y de aquí sólo un paso les separaba del dominio sobre el comercio y los intercambios, se hizo necesario llevar registros, y fue en los hombres que intervenían en estas actividades en quienes recayó la responsabilidad de llevar estos libros, por lo tanto, con la invención de la escritura y la aritmética, los varones se destacaron como primeros escribas y contables, por extensión se convirtieron en el sexo alfabetizado, sabían leer y escribir y entendían de aritmética, esto explica por qué los primeros filósofos, matemáticos y teólogos históricamente conocidos fueron de sexo masculino y no femenino.

Además, todos estos efectos indirectos del arado actuaban en conjunción con la continuada influencia androcéntrica de la actividad bélica, al dominar las fuerzas armadas, los varones se hicieron con el control de las ramas administrativas superiores del gobierno, incluidas las religiones estatales, y la necesidad permanente de reclutar guerreros de sexo masculino convirtió la construcción social de la virilidad agresiva en foco de la política nacional en todos los Imperios y Estados conocidos, de ahí que, al alborear la época moderna, los varones dominaran los ámbitos político, religioso, artístico, científico, jurídico, industrial, comercial y militar en todas las regiones en que la subsistencia dependiese de arados tirados por animales.

miércoles, 24 de marzo de 2010

¿Cazadores?





En que consistía el oficio de cazador es algo fácil de comprender, Europa bullía en el Pleistoceno de vida animal, y había abundancia y diversidad de grandes herbívoros, presas potenciales para cualquier depredador, otra cuestión diferente es la de si estaban al alcance de los cazadores humanos, o si más que matar cabras, ciervos, caballos, toros, bisontes, rinocerontes o elefantes, los hombres prehistóricos se aprovechaban de los animales que morían naturalmente o que abandonaban los carnívoros, puede que más que parecerse a los leones se comportaran como hienas. Otro dilema no menos importante es la disyuntiva hombre cazador/ mujer-recolectora.

Cuando se compara el ciclo vital humano, las edades de la vida, con el de nuestros más próximos parientes actuales, las dos especies de chimpancés, se observan diferencias importantes, el desarrollo entre nosotros es mucho más largo, el crecimiento es más lento y el primer hijo llega más tarde: entre los 13 y los 14 años en los chimpancés y a los 17 y 19 años en los Ache de Paraguay y los ¡Kung de Botswana, dos grupos de modernos cazadores-recolectores, también la hora de la muerte suena más tarde para los humanos: Los chimpancés más viejos apenas sobrepasan los 40 años, mientras que no son raros los individuos de más de 60 años entre los Ache y los ¡Kung. Hasta aquí parece que todas las etapas de la vida están uniformemente alargadas en nuestra especie, pero no es así, las hembras de los chimpancés son fértiles hasta prácticamente el día de su muerte o, expresado con más propiedad, su aparato reproductor está sometido al mismo proceso de deterioro que los demás sistemas experimentan al final de la vida, y que llamamos vejez, las mujeres, por el contrario, se vuelven estériles mucho antes de ser fisiológicamente viejas, el resultado en esas sociedades de modernos cazadores-recolectores en las que nos estamos fijando, el 40 por ciento de las mujeres pueden ser menopausicas, en realidad, la duración total de la vida fértil no es muy diferente entre las chimpancés, las gorilas y las mujeres (menos de treinta años de promedio), lo que sucede más bien es que en las mujeres existe un largo periodo de existencia postreproductiva que falta en las hembras de los demás primates.

Según algunos autores la menopausia se ha producido para que las madres ayuden a sus hijas a sacar adelante a sus nietos: ésta es la llamada “hipótesis de la abuela”, según esto, desde el punto de vista de la perpetuación de los genes sería más ventajoso para una hembra que ya ha pasado su plenitud tratar de asegurar su descendencia a través de sus nietos (que llevan la cuarta parte de su sangre) que tener hijos propios (con la mitad de su sangre), cuando acaso ya le falten las fuerzas para criarlo o corran el peligro de quedar huérfanos antes de estar preparados para sobrevivir por si mismos (dado el largísimo tiempo de desarrollo), aunque la longevidad potencial de nuestra especie se aproxima a los 100 años, pocas mujeres vivirían en la prehistoria hasta ver hecho un hombre o una mujer a un hijo/a concebido a los 50 años, por ejemplo. Esta conducta de las hembras que comparten el alimento primero con sus propios hijos y más tarde con los de sus hijos es exclusiva de los humanos, ya que en otras especies (como los chimpancés, por ejemplo) las hembras sólo comparten el alimento con sus hijos, y se desinteresan de sus nietos, en el párrafo anterior hemos matizado que las abuelas sólo ayudarían, según la “hipótesis de la abuela”, a los hijos de sus hijas, y no a los de sus hijos, la explicación es que pueden estar seguras de que la descendencia de sus hijas lleva sus genes, pero no tienen esa garantía con la prole de sus “nueras” ¡qué las ayuden sus madres!.

Dos preguntas que hay que hacerse para aceptar esta hipótesis son: 1) ¿Realmente la ayuda que prestan las abuelas es tan importante para la supervivencia de los vástagos de sus hijas?; y 2) ¿por qué no se compartan igual las abuelas de las demás especies de primates, como por ejemplo los chimpancés?, la respuesta a la primera pregunta es que la ayuda de las abuelas podría ser vital durante el destete, un periodo crítico de la infancia en el que los niños han perdido el aporte de la leche materna, además de nutrirlos les proporciona defensas frente a las infecciones y todavía no son capaces de valerse por si mismos, la colaboración de la abuela en esos delicados momentos permitiría incrementar las posibilidades de supervivencia de los niños recién detestados, e incluso adelantar el momento del destete, y por lo tanto acortar el intervalo entre nacimientos: Aumentar el número final de descendientes, en suma. Esta explicación parece muy razonable y permite entender la razón de la menopausia, o mejor dicho, por qué la vida fértil de la mujer no se prolongó al hacerlo la longevidad, de hecho, los autores de la hipótesis le dan la vuelta al problema y concluyen que, en realidad, la vida se alargó para que existiera la menopausia en las mujeres, los varones se habrían beneficiado de ello indirectamente, la gran longevidad masculina se debe a que los genes que fueron seleccionados para que prolongaran la vida de las mujeres también se transmiten a los hombres.

¿Cómo surgió la menopausia en la evolución humana?, si primero se hubiera prolongado la vida y luego se hubiera acortado el periodo reproductor, la evolución habría tenido que dar dos pasos, en realidad los chimpancés también parecen terminar su vida fértil unos pasos antes de su muerte (aunque, naturalmente, no varias décadas como llega a ocurrir en nuestra especie), si existían genes que limitaban a menos de 30 años el periodo de fertilidad en el antepasado común de chimpancés y homínidos, para que existiera la menopausia en las mujeres actuales la evolución sólo tuvo que dar un paso, aumentar la longevidad, el periodo fértil simplemente se mantuvo invariable, en Biología Evolutiva se suele considerar más respetable la hipótesis con mayor economía de pasos evolutivos, que consiste en seguir el camino más corto, este criterio se denomina técnicamente “criterio de parsimonia” (parsimony en inglés). Los autores de la hipótesis de la abuela van todavía más allá y afirman que la contribución de la abuela a la economía familiar es tan importante entre los pueblos de cazadores / recolectores porque son precisamente las mujeres quienes proporcionan al grupo la parte más importante del alimento, los varones juegan (y habrían juzgado en el pasado) un papel secundario en este terreno, en sus investigaciones de campo con los Hadza de Tanzania, estos antropólogos han observado que la caza, una actividad realizada por los varones exclusivamente, en una fuente importante de alimento, pero sin embargo demasiado irregular para que de ella dependa la supervivencia del grupo: hay periodos de tiempo demasiado largos en los que los varones vuelven al campamento con las manos vacías, sin haber cazado nada (ni tampoco haber encontrado carroña alguna), si esto les sucede a los Hadza, se preguntan, que disponen de arcos y flechas envenenadas y viven en un territorio muy abundante en grandes herbívoros, ¿no sería peor aún la situación de los cazadores del pasado, sin esa moderna tecnología?.

Los productos vegetales que los Hadzas explotan incluyen muchos tipos de frutos y órganos subterráneos, pero hay uno especialmente importante, se trata del tubérculo de la planta Vigna Frutescens (ekwa en Hadza), que crece a gran profundidad y que los Hadza desentierran con la ayuda de un simple palo de cavar, el tubérculo en cuestión está disponible todo el año, incluyendo las épocas en que escasean otros productos vegetales y falta la caza, el ekwa es además un alimento al que los niños recién destetados no pueden acceder por carecer del vigor necesarios, y que las abuelas les aportan: una situación que sólo se daría en nuestra especie, que es la única con palos de cavar, por lo demás, los niños humanos, como las crías de los demás primates, participan muy activamente en la recolección, un crío de 5 años es capaz de abastecerse hasta de la mitad de las calorías que consume diariamente, aunque, naturalmente, no por su cuenta, sino siguiendo los pasos e indicaciones de un adulto, hay que aludir, por último, para tener un cuadro completo de la alimentación de los Hadza, a un producto importante que puede atribuirse a los dos sexos sin distinción: La miel silvestre. Los comentarios que suscita la hipótesis de la abuela son variados, en primer lugar, la duración de la vida está tan directamente relacionada con la del periodo de desarrollo que se hace difícil admitir que la longevidad haya aumentado para que exista la menopausia y parece más lógico pensar que vivimos más años que los chimpancés por la misma razón que nos lleva más tiempo llegar a ser adultos (y algo parece tener que ver nuestro gran cerebro con ello).

Habría además que ver si al desaparecer, en las mujeres maduras, la esperanza de tener más hijos no se reduce también drásticamente la de los hombres maduros, dicho en otros términos, en esas sociedades de cazadores / recolectores que estudian los antropólogos, ¿con qué frecuencia tiene un hombre viejo hijos con una mujer joven, es decir, de la siguiente generación?, ¿Es posible que, en general, los varones también dejen de procrear al llegar su pareja a la edad de la menopausia?, en este caso no habría diferencias entre abuelas fisiológicamente menopausicas y abuelos no reproductores en la práctica, aunque lo sean en teoría, sin embargo, en el caso de los abuelos no puede pensarse que echen una mano a sus hijos, en exclusiva, en el mantenimiento de sus nietos, ya que entre esas sociedades los varones se dedican a la caza, y cuando obtienen una presa comparten la carne con todo el grupo, los padres y abuelos no alimentan a su familia, sino a sus grupo. Por otro lado, la hipótesis de la abuela sólo puede funcionar si las hijas se quedan al lado de sus madres cuando se hacen adultas, y no emigran, entre los chimpancés, por el contrario, las hembras emigran al alcanzar la madurez sexual, y pierden el contacto con sus madres, en los gorilas emigran ambos sexos, mientras que los orangutanes son solitarios y los gibones viven en parejas (en los dos últimos casos nadie abandona el grupo porque no hay grupo alguno que abandonar), no existe, por lo tanto, entre las especies de primates más próximas a la nuestra ningún caso de sociedad matrilocal, en el que las hijas permanecen en el grupo natal después de alcanzar la madurez sexual, mientras que los hijos se van a otro, además, la mayoría de los pueblos con economía de cazadores / recolectores que se han conocido son patrilocales, es decir, son los hijos los que permanecen en el grupo natal y las hijas las que lo dejan, por todo ello, muchos consideran más creíble que los homínidos en el pasado fueran también patrilocales.

Hay otro argumento a considerar además de los ya avanzados, gran parte de la hipótesis de la abuela descansa en la existencia de un importante recurso vegetal que los niños no pueden conseguir por sí mismos; el tubérculo ekwa, sin embargo, para que sea comestible el ekwa tiene que ser previamente tostado al fuego, en estado natural es tóxico, no es, sin embargo, seguro que el fuego se utilizara de forma sistemática hace más de 200.000 años, las evidencias precarias para fechas anteriores parecen apuntar hacia un uso en todo caso esporádico del fuego. Parece después de tanta especulación, que nos vamos a quedar sin saber por qué razón existe la menopausia, es decir, por qué al hacerse más larga la vida de las mujeres no siguieron estas teniendo hijos, la explicación que proporciona la hipótesis de la abuela tiene demasiado puntos débiles, más bien suscita nuevas preguntas, la cuestión se analiza desde la perspectiva de la selección natural en el ámbito de competencia entre individuos: Las mujeres que invierten sus energías y su tiempo en sus nietos tendrán a la larga más descendencia (que propagarán sus genes) que las mujeres que no ayudan a sus nietos y a cambio tiene hijos tardíos, en esta dimensión individual es difícil que llegue a encontrarse una solución satisfactoria al problema, más bien en el marco teórico de la selección a un nivel superior, el de grupos que compiten entre sí sea posible llegar a conclusiones.

Las fibras manipuladas más antiguas que se conocen se encontraron en una cueva , situada en la falda de una montaña del Cáucaso, se trata de fibras de lino que, tras analizarlas con carbono 14 resultaron de 34.000 años de antigüedad, es lino silvestre que crecía en las inmediaciones de la cueva, lo más probable es que se usaran para hacer tela e hilo con los que fabricar después prendas de vestir, coser piezas de cuero, o atar los paquetes en sus desplazamientos, estos inventos aumentaban sus posibilidades de supervivencia y además, facilitaban su movilidad en esta región montañosa de duras condiciones climatológicas. Algunas fibras se utilizaron para hacer cuerdas o cadenas porque estaban torcidas, otras eran de color negro, gris, turquesa o rosa porque estaban teñidas con pigmentos vegetales de plantas de la zona.

Los hombres prehistóricos de las altas latitudes (lejos del Ecuador) tendrían necesariamente que recurrir a la dieta carnívora para complementar los aportes calorías de origen vegetal, sin embargo, el nicho ecológico de cazador es muy diferente del de carroñero, y aunque todos los carnívoros participan un poco en los dos oficios, vale la pena tratar de averiguar si los europeos prehistóricos pertenecían al clan del león o al de la hiena, los fósiles de los herbívoros se encuentran muchas veces en cuevas pero, puesto que los animales no pastan en el interior de las cavidades, está claro que sus cadáveres fueron transportados hasta allí, los responsables del acarreo pueden ser los carnívoros o el hombre, y es preciso intentar distinguir entre estas dos posibilidades. Si sólo han intervenido los humanos los huesos de los herbívoros mostrarán exclusivamente marcas de carnicería, los hombres prehistóricos utilizaban los filos de sus utensilios de piedra para cortar los tendones y separa los músculos de los huesos, desmembrar los cadáveres y despellejarlos, dejando así una serie de trazas muy características que estudian los especialistas, pueden también encontrarse estrías naturales en los huesos fósiles, pero si los cortes aparecen en los lugares estratégicos para la extracción de carne, para desarticular las extremidades o para pelar al animal, entonces no cabe duda de quien es el autor.

Los carnívoros, en cambio, dejan en los huesos las huellas de sus dientes, también la manera en que los humanos rompen la caña de los huesos largos para extraer el tuétano es muy característica y diferente de cómo los carnívoros atacan los huesos, por ejemplo mordiendo los extremos superiores del húmero y del fémur (las articulaciones con el omóplato y la cadera respectivamente), para complicar las cosas, las hienas también buscan el tuétano de los huesos y también los parten por la caña, creando así muchos problemas de interpretación. Finalmente, aunque sepamos que un herbívoro fue transportado a la cueva y consumido allí por humanos todavía hace falta averiguar si la pieza fue cazada u obtenida como carroña, es decir, quien tuvo el primer acceso al animal muerto (que sería en principio el cazador, aunque humanos y carnívoros también buscan animales muertos accidentalmente o por otras causas naturales), podemos para ello fijamos en el tipo de huesos presentes en el yacimiento, si está el animal completo, eso quiere decir que los humanos se han apoderado de todo el cuerpo (que pueden haber transportado entero o, cuando es de gran tamaño, despiezado), cuando faltan los huesos de las partes que contiene la mayor parte de la carne, caderas, fémures, tibias, omoplatos y húmeros, hay que sospechar que los humanos han llegado tarde al festín, y se han tenido que conformar con los restos.

De este modo, y con grandes dosis de paciencia y de sentido común, los especialistas examinan los huesos de los herbívoros que se encuentran en los yacimientos, y van elaborando sus estadísticas, también se analizan otros datos, como por ejemplo la edad de los animales, si abundan los animales muy jóvenes cabe pensar que la cueva ha sido ocupada por los humanos en primavera / verano, poco después de la temporada en la que se producen los partos, en cualquier caso, la cueva es siempre el refugio al que los humanos llevaron su alimento para consumirlo más a su gusto, en consecuencia, es mejor que nos desplacemos al campo abierto para buscar el escenario donde se realizó la cacería.

En la mayor parte de los casos los humanos accedieron a la carne de los cadáveres antes de que lo hicieran los carnívoros, ya que las marcas de los dientes de éstos se superponen a las trazas de descarnamiento realizadas por los humanos con bifaces, trazas que serían por lo tanto anteriores, el acceso en primer lugar a los cadáveres puede conseguirse en un afortunado encuentro con un animal muerto en forma natural, o bien cazándolo, o si no arrebatándoselo a sus matadores antes de que estos le hinquen demasiadas veces el diente. El hombre parece haber sido el único cazador que prefiere concentrar sus esfuerzos en los adultos jóvenes antes que en los individuos inmaduros y en los seniles, que son en cambio las presas más habituales de los lobos, félidos y hienas.

Hay pocas dudas de que las proteínas y grasas animales son imprescindibles para la supervivencia del ser humano en Europa, dada la ausencia casi completa de recursos vegetales en el invierno y en la primavera, la adquisición de carne se pudo haber producido por la caza, el carroñeo o, naturalmente por una combinación de amas estrategias, el carroñeo no es una alternativa a la caza o a la recolección, un primate no está dotado para ser un carroñero “profesionalmente”, sino ocasional como complemento de otras actividades, dado que la recolección es marcadamente estacional en nuestro continente, el carroñeo sólo puede ser durante gran parte del año un complemento de la caza, la actividad principal. Finalmente, no cabe la menor duda de que la enorme fortaleza física de los humanos del Pleistoceno Medio Europeo está relacionada con la necesidad de dar muerte a las presas a corta distancia, es decir, que es una adaptación por la caza.

Imaginemos una partida de formidables cazadores de casi 100 Kg. de peso (de músculo), vestidos con pieles de oso y armados de largas lanzas de madera con un extremo muy puntiagudo, ante quienes los leones se apartarían. No sería muy diferente la vida de los neandertales, que aparecen al final de este periodo, y que conservan la misma fortaleza física, de los primeros humanos modernos de Europa, los auriñacienses, se destaca su gran robustez, comparable a la de un húmero neandertal (aunque diferente por otras características), que nos habla de la potencia de este brazo, sin embargo, el esqueleto de los hombres de Cro-Magnon se hace más ligero a lo largo del Paleolítico Superior (y aún lo es más en el Mesolítico), la explicación para esta disminución en la robustez puede estar en la aparición en el escenario de la caza de nuevas y mortíferas armas: el propulsor y el arco y la flecha.

En el Pleistoceno Medio las jabalinas podían terminar en un extremo aguzado, pero es posible que también, a veces, llevaran una punta de piedra, sin ir más lejos, en uno de los yacimientos de Schöringen se ha encontrado también tres fragmentos de ramas de abeto con una hendidura en su extremo como para encajar una de estas puntas, se trataría de las primeras herramientas compuestas de dos materiales distintos (madera + piedra), es casi seguro que los neandertales utilizaban con el mismo fin unas puntas de piedra muy características que se han encontrado en los yacimientos musterienses, en el auriñaciense aparecen por primera vez largas puntas de hueso y astas, llamadas azagayas (en realidad serían puntas de azagaya), que irían al extremo de un astil de madera, pero la fuerza para lanzar el proyectil la seguiría poniendo el brazo desnudo. El propulsor es, en esencia, una corta barra que termina en un gancho o muesca donde se apoya la base del venablo, mientras que el otro extremo del propulsor es sujetado por la mano, su efecto consiste en prolongar la longitud y potencia del brazo, los que se han conservado están confeccionado en asta de ciervo o reno y en marfil, y pueden estar bellamente decorados indicando que eran objetos de prestigio, pero es seguro que la mayoría se fabricaban en madera (por lo que no han perdurado), como en los pueblos cazadores modernos, se cree que el propulsor apareció en el Solutrense (el tecno-complejo que sigue al Auriñanciense y al Gravetiense), hace unos 20.000 años.

La época de la invención de la flecha no está tan clara, pero algunas de las puntas solutenses parecen estar diseñadas para formar parte de una flecha, en especial las que tienen aletas en los lados y un pedúnculo central para el enmangue, muy características del solutense del Levante español, la flecha más antigua conocida tiene unos 11.000 años, y más o menos de esta edad es una figura grabada en una placa que se ha interpretado como un arquero. Estas revolucionarias formas de matar a distancia (el propulsor y el arco) cambiaron sin ninguna duda el equilibrio entre el hombre y sus presas, hay una gran diferencia entre acercarse a un bisonte con una lanza o atravesarlo a gran distancia con un venablo lanzado con un propulsor, o con una flecha, si los proyectiles estuvieran emponzoñados, cosa que no se conoce, su efecto aún sería más terrible, algunos autores creen que la ruptura de este equilibrio, producida por la tecnología, acabó en la extinción de numerosas especies de mamíferos: por primera vez el ser humano estaría generando un impacto ecológico de gran escala, que no sería por tanto un pecado moderno y exclusivo de las sociedades industriales.

Los mamuts lanudos son quizás los animales más emblemáticos de la Edad del Hielo, el Pleistoceno, cuando éste terminó y dio comienzo el Holoceno, los mamuts lanudos se desvanecieron para siempre junto con los megaceros, los rinocerontes lanudos y los osos de las cavernas, especies de herbívoros que habían pastado juntos en Europa occidental, como el reno, el buey almizclero y el antílope saiga, se retiraron en direcciones distintas: el reno y el buey almizclero siguiendo el retroceso de las tundras hacia el norte, el antílope saiga el de las estepas hacia el este. Si esto ocurría en Eurasia, en las Américas la catástrofe fue mucho mayor, afectando a un gran número de especies de grandes mamíferos, solo en Norteamérica, y contando exclusivamente especies de más de 40 Kg., se puede elaborar la siguiente lista de bajas, entre los proboscideos se extinguieron los mamuts, lanudos y de otras dos especies, y los mastodontes, estos últimos eran parientes bastante alejados de los anteriores, pero igualmente muy grandes, desaparecieron también diversas especies de camellos y llamas, alces y ciervos, berrendos (antilocáridos), pecaries (relacionados con los cerdos), y bueyes almizcleros, entre los felinos cayeron los grandes gatos con dientes de sable del género smilodon, así como el Homotherium, incluso había guepardos a finales del pleistoceno en Norteamérica, aunque de una especie diferente de la actual, el gran oso de cara corta, mayor que cualquiera de los vivientes, desapareció igualmente, la gran extinción de finales del Pleistoceno también afectó, entre los roedores, a una capibara gigante y a un castor gigante, se fueron para siempre de los tapires de Norteamérica y, lo que es más sorprendente incluso los caballos.

Se extinguieron los armadillos gigantes, los grandes gliptodontes (que estaban cubiertos por un caparazón rígido de hueso como el de una tortuga), y los megalónquidos, milodóntidos y megatéridos, las tres últimas familias eran perezosos terrestres, algunos realmente enormes. Las extinciones al final de la Edad de Hielo que se registran en Eurasia y América pueden achacarse al cambio climático, pero hay autores que las atribuyen a la propagación de nuestra especie hasta todos los rincones del planeta, provocando a su paso una gigantesca ola de destrucción que aún no se ha detenido, antes de ese momento no hay constancia de que el ser humano fuera el causante de la desaparición de ninguna especie animal o vegetal, hay que empezar esta discusión recordando que las primeras especies que acusaron el impacto tremendo de nuestra expansión fueron las otras humanidades (el Homo erectus y los neandertales) que habitaban el Viejo Mundo, y que resultaron también extinguidas algunos miles de años antes del final del Pleistoceno.

Lo que es seguro es que ninguna de las especies extinguidas en el Nuevo Mundo había visto antes un ser humano en el continente, algunas eran realmente grandes y lentas, como los perezosos gigantes y puede imaginarse que su caza sería un juego de niños para los antepasados de los indios americanos, que podrían practicar con ellos su puntería, en otros casos parece tan clara una relación directa entre los humanos y la extinción de las especies, como en el caso de los caballos, que sobrevivieron en otras partes, es posible que en ocasiones los humanos alteraran el equilibrio ecológico exterminando algunos elementos de los ecosistemas, las presas fáciles y provocaran una serie de extinciones en cadena, que terminaron por afectar a los últimos eslabones, los grandes depredadores. El problema principal para considerar la llegada de los humanos a América como la causa, y la extinción de muchas especies de mamíferos como el efecto, es que el poblamiento humano del Nuevo Mundo y el cambio climático que supuso el final de la Edad de Hielo son acontecimientos prácticamente simultáneos, por lo que no es fácil determinar la responsabilidad de cada uno de los dos factores en la brusca disminución de la biodiversidad que tuvo lugar, la especie humana que pobló América es la muestra, ninguna otro llegó tan lejos, una razón es que probablemente ninguna especie humana anterior a nosotros pobló la Península de Chukorka, en la Siberia oriental, hace demasiado frío a la altura del Círculo Polar Ártico y se necesita estar muy bien equipado, además, en las épocas cálidas el estrecho de Bering sólo puede ser cruzado navegando, y en las glaciaciones, cuando baja el nivel del mar y se podía llegar andando a Alaska, éstas eran unas tierras espantosamente inhóspitas.

Pero volvamos al caso de la especie que mejor representa la Edad de Hielo: el mamut lanudo, su desaparición se databa hace 12.000 años en Europa, 11.000 años en Norteamérica y 10.000 años en el norte de la región central de Siberia, aparentemente su último refugio siguiendo el retroceso de los hielos, estas fechas eran perfectamente compartidas con la hipótesis de la caza humana como causa directa de la desaparición de los mamuts, porque hace 12.000 años los humanos habían llegado hasta el extremo noroeste de Siberia y probablemente habían pasado ya a Norteamérica. En la isla de Wrangel, en el océano ártico, se han descubierto evidencias de existencia de mamuts lanudos (un 30% más pequeños) entre 7.000 y 4.000 años sólo de antigüedad, los autores rusos son partidarios de la teoría de que la gran extinción de los mamuts a finales del Pleistoceno se debió a que el cambio climático afectó a las plantas de las que se alimentaban en su ecosistema de estepa / tundra, y sostienen que la supervivencia de los mamuts en la isla de Wrangel se debió a que en este lugar se conservó por más tiempo el hábitat al que estaban adaptados, los actuales elefantes son ramoneadores y también pastan, en cambió los mamuts lanudos tan sólo pastaban en las estepas árticas, finalmente, incluso en la isla de Wrangel los mamuts se quedaron sin alimento por culpa del clima, los seres humanos no habrían tenido nada que ver con ello.

martes, 23 de marzo de 2010

EL LENGUAJE




Los seres humanos somos los únicos organismos que hablamos, es decir, transmitimos a nuestros semejantes, y recibimos de ellos, cualquier tipo de información nueva, codificando deliberadamente nuestros mensajes en combinaciones (palabras) de sonidos preestablecidos (sílabas), el resto de los animales sólo son capaces de intercambiar informaciones muy concretas sobre algunos aspectos de su vida, empleando para ello un sistema limitado de sonidos y gestos que no están codificados de manera intencionada. En los años sesenta y setenta la idea de la comunicación directa con los animales más parecidos a nosotros, chimpancés y gorilas, fue tomada muy en serio en algunos programas de investigación, ya que chimpancés y gorilas no pueden pronunciar físicamente las palabras, se les facilitó la tarea de comunicarse con nosotros enseñándoles el lenguaje de los sordomudos un lenguaje de gestos, que sí podían reproducir, los chimpancés y gorilas resultaron discípulos aventajados en esto y pusieron de manifiesto su capacidad de asociar ideas, que nosotros expresaríamos con palabras, a gestos o fichas de diferentes formas, con dibujos y colores (iconos).

Una pregunta clásica en relación con los sistemas de comunicación de los animales es si éstos pueden engañar a sus congéneres en su propio beneficio, el saber mentir los haría más “humano”, ya que indicaría que no son meros autómatas, sino que son capaces de controlar sus expresiones, pues bien, hay numerosas observaciones sobre chimpancés en libertad que engañan a sus compañeros, en contextos muy diversos, con gestos, posturas y expresiones faciales, nuestros pecados son también los suyos. Los resultados de todas estas investigaciones son muy valiosos porque han descubierto una incipiente destreza lingüística en los primates que era negada en años anteriores, pero han resultado decepcionantes en tanto que ninguno de ellos nos ha comunicado información relevante alguna sobre si mismos, los monos totas parecen disponer de un limitado repertorio de “palabras” que emplean en situaciones muy concretas, y los chimpancés han demostrado ser muy competentes manejando símbolos incluso unos consumados mentirosos, pero eso es todo. La mutación de un solo gen está detrás de la capacidad humana de comunicarse mediante el lenguaje, una característica que nos diferencia del resto de los primates: se trata del gen FOXP2, cuya relación con el habla ya se conoce desde los años 90, se ha descubierto que la alteración de dos aminoácidos en la cadena de una proteína codificada por este gen cambia la función de ésta y permite encender y apagar más de un centenar de genes, lo que nos otorga la capacidad de expresarnos verbalmente. Esta investigación nos revela que, aunque estamos muy relacionados genéticamente con los chimpancés, el resultado final es que somos muy diferentes porque hay pequeñas mutaciones, como éstas, que dan lugar a cambios muy importantes porque afectan a muchos otros genes

Puesto que el lenguaje humano es tan diferente del de nuestros parientes vivos la cuestión de su origen y desarrollo sólo puede ser abordada desde el campo de la paleontología. La paleontología trata de determinar las capacidades mentales de una especie fósil a través de las impresiones que el cerebro deja en la superficie interna del cráneo, dos áreas de la corteza cerebral, ambas en el hemisferio cerebral izquierdo, están estrechamente relacionadas con el habla de los humanos, el “área de Broca”, situada en la tercera circunvolución frontal ( a la altura de la sien), es la encargada de la construcción y planificación sintáctica, es decir, traduce los mensajes en una secuencia ordenada de movimientos de los músculos que intervienen en la producción del habla, una lesión a este nivel perturba la capacidad de hablar y escribir, pero no la compresión del lenguaje hallado y se puede seguir leyendo; por su parte, el “área de Wernicke”, situada entre la circunvolución temporal superior y el lóbulo parietal (un poco por detrás y encima del oído), es la encargada de la codificación y decodificación de los mensajes, una lesión en esta área inhabilita para la correcta comprensión y producción de lenguaje, hablado o escrito.

La región inferior del lóbulo parietal relacionada con el área de Wernicke está más desarrollada en los fósiles de Homo habilis de Oldunai que en los Australopitecos, expandida tanto en los representantes del Homo habilis / Homo rudolfiensis como en los de Homo ergaster, el desarrollo de esta área en los primeros humanos es mucho mayor que el que presentan los australopitecos y parántropos, en los que sólo está esbozada. Es decir, que las regiones de la corteza cerebral más directamente relacionadas con la producción del lenguaje humano ya estaban bien desarrolladas en los primeros representantes de nuestro género ¿significa esto que aquellos humanos ya poseían la capacidad de hablar?, aunque esta es la conclusión a la que llegan la mayor parte de los especialistas dedicados al estudio de los moldes endocraneales de los homínidos primitivos, existe un punto de vista contrapuesto.

Se basa en que el canal medular de las vértebras torácicas de estos representantes primitivos del Homo es muy estrecho, esta situación es la común entre los antropomorfos pero no en los humanos modernos, que tenemos un canal medular ensanchado, como consecuencia del reducido diámetro del canal medular, se defiende la hipótesis de que la médula espinal de los ejemplares fósiles contenía menos neuronas que la de los humanos modernos, por lo que la región torácica estaría menos inervada que la nuestra y la única explicación plausible a este hecho es la de aceptar que la musculación torácica relacionada con los movimientos respiratorios no era capaz de realizar los precisos movimientos inspiratorios y respiratorios controlados que requiere el habla humana, ¿cómo explicar entonces el gran desarrollo del área de Broca que refleja la superficie endocraneal de estos fósiles?, a partir de los resultados de las modernas técnicas de exploración de la actividad cerebral (en concreto la conocida como PET, tomografía de emisión de positrones), que relaciona la región de la corteza cerebral circundante al área de Broca también con el manejo de la mano derecha, se ha propuesto que el desarrollo de esta área en los primeros humanos no fue una adaptación relacionada con el habla, sino con la talla de piedra. En resumen, aunque los distintos estudios sobre las áreas de la corteza cerebral de los primeros homínidos concuerdan en señalar un desarrollo mayor de las áreas vinculadas con el lenguaje (especial el área de Broca) en los primeros humanos que en los australopitecos, parántropos y antropomorfos, no existe acuerdo sobre su significado fisiológico, la solución a este problema puede estar en las investigaciones realizadas para establecer la anatomía del aparato formador de los homínidos fósiles

No es posible componer una música para la que no existen instrumentos. Los sonidos en los que se basa el lenguaje humano se producen y modulan en una serie de cavidades que constituyen el tramo superior del conducto respiratorio y reciben el nombre genérico de tracto vocal; la laringe, la faringe y las cavidades nasal y oral. En todos los mamíferos, excepto en las personas adultas la laringe ocupa una posición alta en el cuello, situándose casi en la salida de la cavidad bucal, esta posición elevada permite conectar la laringe con la cavidad nasal durante la ingestión de líquidos que, de este modo, pasan desde la cavidad oral al tubo digestivo sin que la respiración tenga que ser interrumpida, en otras palabras, cualquier mamífero puede respirar por la nariz mientras bebe, sin embargo, las personas adultas tenemos la laringe situada en una posición insólitamente baja en el cuello, lo que determina que, a pesar de nuestra condición de mamíferos, no seamos capaces de respirar mientras bebemos.

La importancia que para un mamífero tiene la capacidad de respirar por la nariz mientras bebe resulta evidente si pensamos en la lactancia, el cachorro debe poder respirar al mismo tiempo que mama para que el sistema de alimentación sea eficaz. No habrá pasado desapercibido que nuestros bebés también pueden respirar por la nariz mientras maman o se beben su biberón, los lactantes humanos tiene la laringe en la misma posición que el resto de los mamíferos, el descenso de la laringe se produce en nuestra especie hacia los dos años de vida, a partir de este momento, no sólo perdemos la facultad de respirar mientras bebemos, sino que la insólita situación de la laringe humana hace posible la obstrucción del conducto respiratorio por el alimento, ya que la epiglotis no alcanza a obliterarlo por completo, atragantarse no es una broma, uno puede morir por ello. Pero si nuestro tramo respiratorio superior ha perdido eficacia en este aspecto (y también para la respiración y el olfato), ¿cuál es la contrapartida?, la respuesta está en la existencia en nuestra especie de una faringe más larga que la de ningún otro mamífero, que nos capacita para modular una amplia serie de sonidos diferentes.

En contra de lo que muchas personas creen, la mayoría de los sonidos básicos que forman el habla humana no se originan directamente como tales en las cuerdas vocales, en la producción de las vocales (y también de las consonantes sonoras) las cuerdas participan generando (al abrirse y cerrarse con rapidez el paso de soplos periódicos de aire) un sonido “base” o tono laríngeo, que es siempre el mismo, independientemente de la vocal que pronunciamos. El tono laríngeo está formado por una frecuencia principal y una serie de frecuencias “acompañantes” o armónicas, si el conjunto de cavidades situadas por encima de la laringe (faringe, cavidad nasal y cavidad oral), no tuviera ninguna intervención en la producción de los sonidos del habla humana, el sonido que oiríamos estaría formado sobre todo por el correspondiente a la frecuencia principal del tono laríngeo, la mayor parte de los armónicos son demasiados débiles como para percibirlos.

Sin embargo, esto no ocurre así debido al fenómeno conocido como resonancia, según el cual un cuerpo (resonador) puede producir vibraciones como consecuencia de la vibración de otro cuerpo cercano. Pues bien, el tracto vocal humano puede adoptar diferentes configuraciones, cada una de las cuales actúa como un resonador distinto que filtra de un modo específico el tono laríngeo producido en las cuerdas vocales, dando lugar a los distintos sonidos vocálicos, para realizar este filtrado deben producirse estrechamientos y ensanchamientos a determinadas distancias de la fuente de producción del tono laríngeo, tanto en la faringe como en la cavidad bucal. Para que esta compleja gimnasia articulatoria tenga lugar es preciso que la cavidad bucal y la faringe puedan actuar como dos conductos independientes, lo que requiere que la faringe tenga una cierta longitud y que, además, esté dispuesta en ángulo respecto de la cavidad bucal, dicho de otro modo, hace falta que la laringe esté situada en una posición baja en el cuello.

Los sonidos vocálicos formados de este modo son matizados en la cavidad bucal mediante movimientos de la lengua, los labios y el paladar blando (donde está la úvula o “campanilla”), dando lugar a las consonantes, para que la lengua alcance con rapidez y precisión los lugares adecuados para la producción de las consonantes es preciso que no sea demasiado larga, esto es debido a que algunos músculos que mueven la lengua se insertan en el hueso hioides, situado en la parte inferior y posterior de la misma, cuanta más longitud tenga la lengua más largos serán estos músculos y más lentos e imprecisos se tornarán sus movimientos. Es fácil estimar la longitud de la lengua a partir de un cráneo fósil, ya que ésta es proporcional a la longitud del paladar óseo, sin embargo deducir la posición de la laringe es harina de otro costal, como sabemos este órgano está constituido por cartílagos y sostenido por músculos y ligamentos, ninguno de los cuales fosiliza.

Una serie de investigaciones destinadas a reconstruir la morfología del tramo superior del conducto respiratorio en los homínidos fósiles, como resultado de sus estudios, concluyeron que una serie de rasgos de la base del cráneo podían usarse para averiguar la posición de la laringe en el cuello y así establecer las habilidades fonéticas de los homínidos fósiles, entre estas características, la que ha gozado de mayor crédito en la comunidad científica ha sido el grado de flexión de la base del cráneo. Si seccionamos un cráneo humano por su plano medio o de simetría, encontraríamos que el perfil de su borde inferior presenta una marcada inflexión situada entre el foramen magnun y la parte posterior del paladar, pues bien, los humanos recién nacidos y los antropomorfos en general tienen la base del cráneo poco flexionada, en los humanos, la flexión de la base del cráneo se va acentuando durante la infancia hasta alcanzar el máximo en el estado adulto.

Puesto que los recién nacidos humanos y los antropomorfos comparten una base del cráneo poco flexionada junto con una posición elevada de la laringe, y dado que en los humanos el proceso de descenso de la laringe es acompañado por el incremento de la flexión basicraneal, parece existir una clara relación entre la posición de la laringe y el grado de flexión basicraneal, esta relación también se ha observado mediante la experiencia en ratas a las que se les produjo quirúrgicamente un aumento de la flexión basicraneal. Con este argumento se ha realizado diversos estudios en diferentes homínidos fósiles, llegando a una serie de conclusiones sobre sus aparatos fonadores, según estas, en los australopitecos, parántropos y Homo habilis la laringe debió ocupar una posición elevada y sus capacidades fonéticas hubieron de ser similares a las de los chimpancés, por el contrario, se halló que los cráneos del Pleistoceno Medio de África y Europa presentaban basicraneos flexionados, lo que implicaría laringes bajas y capacidades fonéticas similares a las nuestras, respecto a los neandertales, se llegó a la conclusión de que su aparato fonador sólo les permitiría articular un limitado repertorio de vocales (entre las que no se encontrarían la a, la i, ni la u), con lo que su lenguaje hablado sería rudimentario y lento.

Sin embargo, estudiando la región de la base del cráneo en los únicos ejemplares de Homo habílis y Homo ergaster con el basicraneo bien conservado, se obtiene unos valores de flexión basicraneal superior a los de australopitecos, chimpancés y gorilas, estos resultados sugieren que el aparato fonador del Homo habilis y del ergaster es parecido al nuestro (si bien en el Homo habilis el paladar era proporcionalmente tan largo como el de los chimpancés, lo que indicaría un repertorio de consonantes más menguado), y refuerzan la hipótesis que liga el origen de nuestro género con el de la palabra, puesto que si estos primeros humanos hablaban, es difícil de explicar, por selección natural, la posición baja de sus laringes. Por otra parte, a muchos investigadores se les hace difícil de aceptar que los neandertales hubieran reducido su capacidad de hablar desde la condición presente en sus antecesores.

En respuesta a esta críticas se ha propuesto que los neandertales vieron reducidas sus capacidades fonéticas como consecuencia de una adaptación más importante para su supervivencia: la adecuación de sus vías aéreas superiores a la necesidad de calentar y humedecer el frío y seco aire de las épocas glaciares, respirar es más importante que hablar, por otra parte, se aduce que los antepasados de los neandertales carecían de un lenguaje hablado como el nuestro, a pensar de tener las bases anatómicas para producirlo, debido a limitaciones psíquicas derivadas de sus relativamente pequeños cerebros. Sin embargo, la idea de que los neandertales no eran capaces de hablar como nosotros comenzó a tambalearse cuando, a mediados de los ochenta, se encontró que el cráneo del ejemplar neandertal conocido como “el viejo”, en la Chapelle-aux Saints, estaba mal reconstruido por los primeros investigadores y que la nueva reconstrucción realizada en él mostraba un mayor grado de flexión basicraneal.

Por otra parte, en 1989 se halló, en el yacimiento israelí de Kebara, un hueso hioides perteneciente a un ejemplar de neandertal, que es el único publicado de un homínido fósil, como ya se ha comentado, el hueso hioides presta inserción a la musculatura de la lengua y su posición en el cuello está muy relacionada con la propia de la laringe, el hioides de cualquiera de nosotros, lo que llevó al equipo de investigadores a concluir que los neandertales eran anatómicamente tan capaces de hablar como los humanos modernos, esta afirmación ha sido contestada aduciendo que la morfología del hueso hioides no es un dato relevante para establecer las capacidades fonéticas de los homínidos. La única manera de romper esta situación es la de encontrar nuevo material fósil que incluya tanto basicraneos intactos como huesos hioides, tal descubrimiento tuvo lugar recientemente en la Sima de los Huesos de la Sierra de Atapuerca, donde se ha encontrado un cráneo con su base prácticamente completa, así como la mayor parte de los huesos hioides.

En el mundo en que vivimos estamos familiarizados con la idea de que la comunicación y la información son la clave de progreso y la base de nuestro actual desarrollo tecnológico, por eso la posición del lenguaje articulado parece que nos da una indiscutible superioridad sobre el resto de los seres vivos en la lucha por la existencia, pero si se reflexiona un poco es fácil comprender que la habilidad lingüística no le aprovecha nada a un solitario humano enfrentado a la naturaleza que necesariamente pertenece, el lenguaje no es una propiedad del individuo, sino de la colectividad, no es que un individuo se comunique bien, sería mejor decir que un grupo esta bien comunicado, la capacidad para compartir y trasmitir información entre individuos y entre generaciones por la vía del lenguaje confiere una gran ventaja adaptativa al grupo en su conjunto, no al individuo aislado. Para un buen número de autores, la ausencia de un auténtico lenguaje en los neandertales fue una de las primeras causas (tal vez al principal) de su sustitución por los humanos modernos, siguiendo su capacidad de transmitir información esencial para explotar los recursos del medio, y cuando los humanos modernos aparecieron en el horizonte, pertrechados con su elaborado lenguaje, los neandertales fueron abocados a la extinción.

Aunque ésta de la superioridad lingüística de los humanos modernos es una hipótesis atractiva, ya hemos visto que no acaba de encajar con los fósiles, aparte de que no está claro el tipo de lenguaje que tuvieron los neandertales, ya hemos visto que éstos no fueron “arrollados” por los humanos modernos en un proceso rápido y universal, sino que la sustitución de unos por otros duro cerca de 10.000 años, si los humanos modernos tenían una ventaja tan abrumadora en cuanto a complejidad social y explotación del medio, ¿porqué tardaron tanto en reemplazar a los neandertales?. Lo que permitió a nuestros antepasados desplazaran a los neandertales no fue la presencia de una ventaja cualitativa, del tipo del lenguaje, sin más bien de un mayor desarrollo de su capacidad para explotar los recursos, sencillamente, tenían más de lo mismo.