Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 31 de marzo de 2011

Egipto y los animales sagrados (V) otros toros sagrados





Otros toros sagrados

Mnevis

El Apis no fue el único toro que se adoró en Egipto, hubo por lo menos tres formas más de toros sagrados, aunque menos conocidas. De dos quedan algunos datos y del tercero sólo breves menciones. Sin embargo ninguna de ellas logró alcanzar la celebridad del Apis.

En el primer caso tenemos a Merur o Mnevis y a Baj o Bujis y en el segundo caso al toro de Min. Mnevis fue el toro sagrado de la ciudad de Heliópolis y representaba a Ra-Atum, es decir el poder vivificante del sol. Se le llamaba "La Renovación de la Vida", sin embargo también se le relacionó con Osiris ya que se ha encontrado su nombre como Mnevis-Osiris o Mnevis-Uenen-Nofer. En la ciudad de Zagazig, en el Delta, se encontró parte de un obelisco, monumento eminentemente solar, de la época de Nectánebo II, Dinastía XXX, en el que se le llama al rey el amado de Osiris en tres manifestaciones: "El Gran Toro, Señor de Horbeit", "El Mnevis de Horbeit" y "El Alma Viviente en su Barca Viviente". Ra fue un dios adorado en Egipto desde tiempos prehistóricos y prevaleció a través de toda su historia. Creó al mundo y se creó a sí mismo dentro de un huevo. Fue dios supremo y recorría el cielo de día en su barca Mandyet, "Que se hace fuerte", cuando estaba en todo su poder y su esplendor y por la noche lo hacía en su barca Mesektet, "Que se hace débil", cuando su poder menguaba y se veía obligado a luchar con enemigos poderosos, como la serpiente Apofis, es decir las potencias adversas a la luz. Sin embargo diariamente salía triunfante por el horizonte oriental haciendo patente su poder sobre esas fuerzas y sobre la naturaleza a la que hacía renacer por medio de sus rayos vivificantes. Atum fue el dios creador de Heliópolis, llamado el "Total". En el Reino Antiguo se le identificó con Ra, siendo Atum el dios del atardecer. Se le representó como un hombre portando la doble corona y su animal representativo era el icneumón.

El nombre egipcio de Mnevis era Nem-Ur o Mere-Hur. Respecto a su color la mayoría de los autores asientan que era negro sin marcas y algunos pocos afirman que era blanco, pero con penachos de pelo oscuro en el cuerpo y en la cola, o moteado. Como los demás animales, debió ser un dios autónomo que con el tiempo se subordinó al culto de Ra-Atum y se convirtió en su heraldo y en su oráculo. Su culto y las ceremonias que lo acompañaban no han llegado hasta nosotros, pero seguramente serían muy similares a las del Apis. Vivía en establos cercanos al templo del dios, con todos los privilegios, como buena comida, vacas, cuidados, etc., dignos de su posición, e incluso cerca de su madre la vaca Hesat.

Sin embargo, respecto a Mnevis, contamos con un detalle particular, relacionado con el faraón Ajenatón. Durante su gobierno este rey, de la Dinastía XVIII, pretendió implantar el culto a Atón, proscribiendo a Amón, a los dioses de su tríada y a los que se habían unido a él. Intentó sintetizar en Atón las cualidades espirituales del mundo sin necesidad de representarlo en forma humana o animal, sino simplemente como un símbolo: un sol con rayos con manos en los extremos. Es de llamar la atención que el culto a un animal tuviera cabida en la nueva religión, cuando la mayoría de los dioses fueron prohibidos y destruidos sus nombres. Se pretendía una religión más espiritual, en donde no hubiera dioses con aspecto humano o animal y que fuera más universal, ya que los beneficios de Atón debían de ser no sólo para los reyes y el pueblo de Egipto, sino para todos. Aunque en realidad en las representaciones, sólo se ve al faraón y a su familia gozando de los rayos del sol. Curiosamente el culto al toro Mnevis prevaleció en este reinado, ya que según el faraón, Atón se manifestaba en él. Incluso en su nueva capital, Ajenatón preparó una suntuosa tumba para el toro sagrado, dejando asentado este hecho en una estela limítrofe, erigida en el cuarto año de su nueva capital. En ella se mencionan los acuerdos llevados a cabo para la adoración y el culto de Mnevis. Esta tumba se hizo en los acantilados del este de la ciudad.

Bujis

Bujis o Baj o Bacis fue el toro sagrado de Hermontis, ciudad al sur de Tebas. Se le llamó "Toro de las Montañas y el Ocaso". Se caracterizó por su fuerza, violencia y belicosidad. Tampoco aquí los autores coinciden en su color, algunos dicen que debía ser completamente negro y otros, en cambio, que debía tener la cara negra y el cuerpo blanco. Otro de sus atributos sería que su pelo debía estar dispuesto en sentido contrario al de los demás animales, o que este cambiara de color a través de las horas del día. En el Período Bajo se le asoció al dios Montu, dios tebano de la guerra, el cual fue representado al principio con cabeza de halcón y después de toro, armado de un arpa y un hacha, fue patrono de la provincia tebana, antes de ser substituido por Amón. El toro Bujis era el heraldo de Montu en la tierra.

Parece ser que al igual que los dos toros anteriores, Apis y Mnevis, Bujis también tuvo relación con Osiris. Eliano lo llama Onufris, titulo de Osiris, además de que a su nombre se le agregaba el nombre Asar (Osiris) : Asar-Baj.

Probablemente al morir su relación era con Osiris y ya no con Montu. Es curioso observar que algunos autores, en el recuento de toros sagrados egipcios que hacen, nombran como a un toro especifico a Onufris, Aa-Nefer o Unnefer, todos ellos nombres dados a Osiris después de su resurrección. Creo que, después de analizar a estos tres toros sagrados, apreciamos que los tres, al morir, asumían su relación con Osiris como dios del otro mundo y de la resurrección y que no era este el nombre específico de un cuarto toro, del cual por otro lado no hay ninguna información especifica.

El toro Bujis no era preparado para la momificación como los demás toros, a los cuales por medio de una inserción en el costado, les retiraban las entrañas. A Bujis se las extraían por el ano, con instrumentos retractores de bronce y por medio de enemas, todos ellos artefactos encontrados en sus tumbas. Después se le vendaba en posición reclinada con las piernas dobladas debajo de él, sujetándolo por medio de vendas a una base provista de abrazaderas. Encima de la cara se le colocaba una máscara dorada, con ojos incrustados de vidrio y entre los cuernos un disco con dos plumas.

Otros toros sagrados

Entre los demás Toros sagrados cabe mencionar al Toro de Medamud, llamado "El muy Grande Toro Sagrado que está en Medamud". Nag El-Medamud, ciudad cercana a Luxor, fue centro importante del culto a Montu desde la Dinastía XII, en el Reino Medio; en ella se encontraron restos de un templo dedicado al toro sagrado del dios. Es probable que este toro fuera el mismo que Bujis, ya que a ambos se les atribuyen signos de fiereza y desde luego, su relación con Montu. Se habla también de otro toro sagrado, el "Toro Negro" de la ciudad de Ka-Kam cuyas características se han perdido. Por ser esta la única mención que tenemos, no sabemos si como el anterior, el de Medamud, era probablemente uno de los tres toros importantes, llevando además el nombre de su pueblo o si por el contrario era un toro autónomo con la importancia de estos tres (Apis, Mnevis y Bujis), aunque no lo creemos así en vista de la escasa información que sobre él existe.

Por último tenemos al toro del dios Min, del cual no sabemos su nombre pero si que era blanco y que era adorado en Jemnis y en Coptos. Pocos datos tenemos de este animal, sin embargo se sabe que acompañaba al faraón en uno de los festivales más importantes del ceremonial egipcio, en el de la cosecha. En él se hacía una solemne procesión dirigida por el rey, que iba acompañado del toro blanco, al cual adornaban con un disco solar y dos plumas entre sus cuernos. El rey cortaba una gavilla de trigo y se la ofrecía al toro, probablemente tratando de propiciar la fecundidad. Esta fiesta tan importante se llevó a cabo desde la Época Tinita hasta la romana.

jueves, 24 de marzo de 2011

Egipto y los animales sagrados (IV) Apis





Cada instrumento y cada pedazo de tela eran elaborados especialmente para el Apis, de acuerdo a la medida necesaria. Se iniciaba entonces un trabajo minucioso y delicado, en donde cada acción estaba marcada por una enorme carga ritual. De la cavidad bucal se extraían los dientes del centro los cuales eran reemplazados por dientes artificiales. Posiblemente por ser estos los primeros dientes que aparecían en el becerro, su reemplazo significaba el rejuvenecimiento del Apis. Además cada hueco de la boca y de la garganta se untaba con aceites y se cubría con trozos de tela, lo mismo que la lengua la cual era envuelta cuidadosamente. Respecto a la cuenca de los ojos, seguían el tratamiento anterior, sólo que aquí se colocaban dos amuletos o tiras de papiro con conjuros, para que el ojo volviera a ver y luego con tiras de lino se rellenaba el hoyo, tratando de imitar el ojo. A veces se colocaban ojos artificiales de diversas piedras. Con los oídos, las narices y los cuernos se seguían los mismos procedimientos de aceitado y envolvimiento. Finalmente se cubría la cabeza con una tela, sobre la cual se pintaban con tinta los ojos. Terminada la cabeza los sacerdotes encargados de las patas procedían con su labor, al animal lo colocaban echado, con las patas delanteras forzadas y completamente estiradas y las posteriores pegadas a los cuartos traseros, con las pezuñas hacia adelante, posición mas de un chacal que de un toro. Esto se hacía probablemente con el fin de facilitar el envolvimiento de estas partes o de imitar a Anubis. Inmediatamente después le quitaban las pezuñas, las cuales eran reemplazadas por otras, posiblemente de oro. Se las quitaban por considerarlas impuras y porque al enjutarse la piel, de todos modos se caerían. Uno de los sacerdotes encargados de las patas traseras procedía a embalsamar el ano y por considerar esta parte también impura, se tapaba con una manta que lo cubría a él y a esta parte del toro. Le untaba aceite y luego lo rellenaba con grandes bolsas, a su vez rellenas de pequeñas bolsitas con natrón y mirra, para que los líquidos se acabaran de absorber y al mismo tiempo los órganos conservaran sus formas. La cola era envuelta en tela y la colocaban doblada hacia la derecha, el lado positivo.

Muy someramente se habla del proceso de embalsamamiento de los testículos y el escroto, lo cual resulta incongruente teniendo en cuenta lo que ello significaba para una deidad relacionada con la fertilidad y tomando en cuenta que incluso la palabra toro se escribía con el signo de un falo. Posiblemente ello se deba a que en el mito de Osiris, este pierde para siempre este órgano, el cual fue tragado por un pez del Nilo. Terminada la preparación de cada parte del cuerpo, esta se envolvía dieciséis veces, posiblemente porque dieciséis eran las partes en las que Osiris había sido cortado por Set. Se llevaba a cabo entonces el Rito de la Cara, que era la transformación de la cara de Apis en la de Osiris.

Hay que señalar que este proceso, narrado aquí muy someramente, representaba un trabajo elaboradísimo, en donde todo estaba perfectamente calculado, cada instrumento, cada tela, cada vasija, etc. Además, el envolver al Apis con vendas de diferentes tamaños y determinadas veces era un proceso que debía seguirse detalladamente y en base a lineamientos perfectamente preestablecidos.

Al finalizar esta fase, el Apis era colocado dentro de su féretro, habiendo sido previamente colocado y amarrado minuciosamente sobre un tablón y habiéndose colocado un bloque de madera debajo del pecho y otro debajo de la cabeza (imagen del amarre). El féretro significaba por sí mismo a Osiris y era un instrumento que garantizaba la resurrección, o al menos ayudaba. Se le dibujaban pilares Dyed, símbolos de Osiris, al frente y atrás. Se le cubría con una tela roja y una azul, el rojo posiblemente asociando al Apis con el sol y el azul simbolizando la resurrección. También se le colocaba un canasto con granos, símbolo del renacimiento de la vida. Para terminar, el sarcófago era untado con aceite.

El final del embalsamamiento era avisado a los fieles rasgando un lienzo de lino, el cual era mostrado por un sacerdote, dando pie al inicio de grandes lamentos por parte de los dolientes. El féretro era colocado dentro de un santuario de madera, sobre un bote ceremonial, colocado, a su vez, sobre un trineo con el cual era trasladado a orillas del Lago de los Reyes, tal vez el Lago de Abusir. Los restos extraídos del cuerpo y colocados previamente en vasijas especiales, canopes, seguían al féretro en su viaje. Al llegar a la orilla del lago embarcaban el féretro en un barco de papiro, acompañándolo otros barcos en los cuales iban los sacerdotes y las imágenes de Isis, Neftis, Horus y Tot, además de emblemas de Upuaut del Norte y Upuaut del Sur, "El Abridor de Caminos", todos ellos relacionados con los mitos de resurrección de Osiris y Ra.

El Corredor del Serapeum es el sitio en que Alejandro Magno celebró juegos musicales y atléticos en honor a Apis. Frente a las dos capillas existió una plaza adoquinada bajo la cual se encontraron gran cantidad de estatuas de bronce de dioses egipcios. El dromo que unía el templo con el sepulcro estaba flanqueado de esfinges de piedra, de las cuales quedaban ciento cuarenta en la época de su descubrimiento, algunas de ellas tenían inscripciones invocando a Apis. Había algunos basamentos vacíos, ya que otras esfinges, unas quince, fueron encontradas dispersas por Alejandría y El Cairo, en casas particulares o en templos recientes. Incluso estas quince fueron la clave que permitió al egiptólogo francés August Mariette descubrir en 1850 el Serapeum. En este corredor o dromo se acostumbraba a realizar peleas de toros, los cuales eran criados especialmente y para tal fin con mucho esmero y cuidado. Las peleas de toros eran una representación simbólica de la lucha que el muerto debía llevar a cabo en el otro mundo para mantener su lugar como líder, con el fin de poner orden en el caos natural.

Los toros usados en las peleas eran llamados kA, lo cual denotaba el más alto grado en el estatus dentro del grupo, ya que éste ideograma representa la virilidad, el poder de procreación y "el que merece aparearse." En este toro se concentraban la fuerza y el coraje necesarios para un líder de manada que debía retar y ser retado, para finalmente poder imponerse; es por ello que muy pronto el toro fue asociado a los dioses y al rey. Estas peleas están representadas en veintisiete tumbas de jefes locales del Alto y Medio Egipto y abarcan un período que va desde finales del Reino Antiguo, Dinastía VI, hasta principios del Reino Nuevo, Dinastía XVIII. Después ya no aparecen representaciones de este tipo, sin embargo si tenemos registradas esta clase de peleas en los dromos del Templo de Ptah en Menfis, en épocas posteriores.

jueves, 17 de marzo de 2011

Egipto y los animales sagrados (III) dioses y Apis





Dioses relacionados con Apis

El predominio del Apis esta plenamente justificado, ya que fue un animal que, en adición a sus características particulares con connotaciones de fertilidad, estuvo relacionado íntimamente con distintos dioses: con un dios principal y creador, Ptah; con uno de los dioses más importantes y significativos del panteón egipcio, Osiris; con Sokar dios de las necrópolis y, posiblemente, también con Horus y Atum. A todos ellos nos referiremos brevemente para tratar de entender su importancia y su relación con Apis.

Ptah, que fue el más importante dios de Menfis, aunque no el más antiguo pues ya estaba ahí Sokar. Sin embargo la presencia de Ptah está confirmada a partir de la Dinastía I. Fue el creador del mundo al emitir una orden de su corazón por medio de su lengua. Ellos, su corazón y su lengua, representaban la mente y las palabras: esto quiere decir que existió una inteligencia y una voluntad que, al coordinarse, dieron como resultado a los demás dioses, al mundo y todo lo que en él hay. Considero que esta concepción tan profunda es notable en una época tan remota. Ptah era la fuente del orden moral y ético, por ello mismo se le llamó siempre y entre otros nombres "Señor de la Verdad" y Menfis, su ciudad, llevaba el nombre egipcio de Hiku-Ptah "La Mansión del Alma de Ptah". Era la cabeza de la tríada de esa ciudad, de la cual también formaba parte su pareja Sejmet, "La Poderosa" diosa guerrera, representada como leona, y su hijo Nefertum, dios solar con cabeza de león y que llevaba sobre la cabeza una flor de loto. A Ptah se le representó como un hombre pálido momificado, portando un enorme collar con un contrapeso en la espalda, llamado menat, símbolo de virilidad y fertilidad. En sus manos, que junto con la cara, era lo único que salía del ropaje funerario llevaba dos cetro reales. Con el tiempo portó barba cuadrada y sobre la cabeza un disco solar en medio de cuernos o plumas. Fue patrono de monumentos arquitectónicos, del dibujo, la escritura y las artesanías, "Supremo Jefe de las Artesanías".

Osiris fue el dios más popular en Egipto; su arraigo fue tal que su permanencia abarcó toda la historia egipcia. Esto se debió, quizá, a que el culto osiríaco daba respuesta a problemas de carácter más humano que lo que podrían hacer los dioses relacionados con la creación del mundo. Osiris logró sobrevivir a la muerte y de ello hizo partícipes a los egipcios, quienes sentían verdadera obsesión por ella. Osiris era la vida tomada en el momento de la muerte. Además, sin ser el dios específico del Nilo, de la vegetación, de la tierra, del circuito solar y de los cereales, era sin embargo inmanente a todos ellos. Osiris ofrecía un mundo después de la muerte, otra vida en el "País de los Bienaventurados" y lo más importante era que, al final del Reino Medio, se lo ofrecía a todos los hombres por sí mismos, no sólo como parte del otro mundo del faraón. Se le representa como un hombre envuelto en vendas blancas, con la cara negra (relación funeraria) o verde (poder de renovación), a veces con la corona del Alto Egipto y en las manos, cruzadas al frente, un látigo y un cetro. Su leyenda, muy popular siempre, no se encuentra completa en ningún texto egipcio, más bien esta implícita en los escritos. Es Plutarco quien le da la forma más conocida. A pesar de ello se hace mención de Osiris desde Los Textos de las Pirámides hasta los Papiros Ptolemaicos.

Finalmente tenemos a Atum, dios creador de Heliópolis, quien se creó a si mismo y posteriormente a Shu el aire y a Tefnut la humedad

En una tumba de la Dinastía I, perteneciente al ministro Hamaka, del faraón Udimu, fue encontrado un ostracón con un toro pintado, lo mismo que la impresión de un sello en donde se representa al rey Den llevando la corona del Bajo Egipto y corriendo ante el Apis, en la ceremonia llamada: "La Corrida del Apis", y luego se ve al mismo rey portando la corona del Alto Egipto. Es ahí en donde aparece por primera vez su nombre: Apis. También se encontró una vasija de la Dinastía I, de diorita negra y blanca, en donde está grabado el nombre de Horus junto con la siguiente inscripción: "La primera vez de la Corrida de Apis."

Para poder ostentar el titulo de Toro Apis este animal debía reunir diversas características que sólo los sacerdotes conocían en su totalidad. Según Eliano eran en total 29 marcas, cada una de las cuales tendría un significado místico, desconocido para nosotros. Entre las que conocemos están, en primer lugar, el que el animal debía ser de pelo totalmente negro, con una mancha blanca en la frente, en forma de diamante. En la espalda, también debía tener una mancha blanca pero con la forma de un buitre con las alas extendidas. Los pelos de la cola debían terminar separados en dos direcciones. Bajo la lengua debía presentar una excrecencia en forma de escarabajo. A un costado tendría otra mancha blanca en forma de luna en cuarto creciente y en los cuartos traseros un escarabajo. Pero en realidad bastaba una sola de esas marcas para que fuera aprobado. Todas estas marcas mostraban su carácter único y la total aceptación por parte de los dioses. Se sugiere que algunas de estas señales podrían haber sido realizadas artificialmente por los mismos sacerdotes para poder apegarse a los requerimientos. Estas marcas especiales podrían tener su antecedente en los tiempos predinásticos cuando una especie de toros, que tenían la espalda y los costados negros, con rayas regulares de color más claro en patas y vientre, eran sumamente apreciados por raros.

Según la tradición, Apis había sido concebido por medio de una ráfaga de luz celeste, la cual por inspiración divina había fecundado a una ternera virgen, aún demasiado joven para concebir y que además jamás volvería a parir otro becerro. Este prodigio sólo podrían testimoniarlo los moradores de la otra vida y los de la tierra tan solo creerlo. Otra versión es que un Apis concebía a otro, aunque no es la más generalizada.

En el culto a Apis debían ser observadas tres reglas fundamentales: la primera prohibía que hubiera dos Apis vivos al mismo tiempo. En segundo lugar, el tiempo entre la muerte y el entierro del toro debía ser de setenta días, y finalmente y en tercer lugar, el Apis muerto debía ser enterrado antes de que su sucesor fuera instalado. Un Apis no nacía hasta que el anterior moría.

Durante su vida, el toro vivía en medio del lujo, del bienestar y la tranquilidad. Su casa era adornada con exquisitos tapices, oro y piedras preciosas; se le proporcionaban los mejores alimentos y se le bañaba con agua caliente y perfumada, e incluso contaba con su harén personal. No se le permitía tomar agua del Nilo, pues pensaban que engordaba demasiado y ello no iba de acuerdo con los ideales de belleza del egipcio. El Apis permanecía en su templo (su casa), el Apieión, que se encontraba frente al de Ptah y en donde contaba con dos establos llamados Delubrka y Thalami. Estos tenían dos ventanas especiales, llamadas de las "apariciones" por donde los fieles podían verlo; también tenía un corral adonde salía a corretear a ciertas horas del día y donde también podía ser observado y adorado.

Una de las funciones más importantes del Apis era la de oráculo, Apis consultado como oráculo para lo cual sus habitaciones tenían dos puertas por las cuales el toro entraba para tomar sus alimentos. Estas puertas tenían en la parte superior símbolos de lo positivo y lo negativo; así cuando el fiel le hacía su pregunta la respuesta la daba el Apis según la puerta que escogiera para entrar. También se acostumbraba ofrecerle comida con la mano y si Apis la aceptaba era favorable y si no lo hacía era, desde luego, desfavorable y un mal presagio. Para consultarlo, primero había que quemar incienso en el altar, rellenar de aceite las lámparas que alumbraban su templo y depositar alguna ofrenda. Se acostumbraba también que el fiel le hablara al oído a la estatua del Apis que ahí se encontraba, consultándole algo. Acto seguido se retiraba tapándose las orejas y lo primero que oía al salir del templo, debía interpretarlo como la respuesta del dios. El oráculo era un medio de adivinación que proporcionaba el secreto del futuro, aunque para ello había que contar con un código establecido. Eran pronunciados por un dios específico, teniendo cada uno de ellos sus particularidades. La importancia del oráculo residía en su función de reafirmación y guía para los individuos y como mecanismo social que aliviaba las tensiones entre las comunidades. Había asuntos difíciles de resolver para las autoridades, por lo que permitiendo que un dios "neutral e inapelable" decidiera, se evitaban posibles conflictos. Es a finales del Reino Nuevo que los oráculos toman un lugar predominante en la vida religiosa, política y social de Egipto. Podemos entonces comprender el importante papel que el Apis jugaba en las relaciones entre los fieles y el sacerdocio, y entre los fieles y el gobierno, ya que en asuntos de vital importancia los oráculos eran dirigidos por el mismo faraón. Finalmente el Apis era, sobre todo, importante para el fiel que recibía de él, la respuesta a sus preguntas y un paliativo a sus angustias.

Había también un festival especial en honor de Apis, el cual era llevado por los sacerdotes en solemne procesión. Mucha gente iba a Menfis para verlo y tal vez con la esperanza de que su aliento llegara a los niños, pues se creía que quienes lo aspiraban quedaban dotados con el poder de la predicción. En otras ocasiones desfilaba en las ceremonias de Ptah, ricamente vestido y acompañado por sus guardias y por un coro de niños que entonaban himnos en su honor.

Los Apis vivían aproximadamente de quince a veinte años, pero de no hacerlo así se les permitía llegar a los veinticinco y luego se les sacrificaba, ahogándolos con muchas ceremonias, en una fuente sagrada. Es probable que esta práctica tuviera que ver con la mengua de su poder fertilizador, aunque los autores consultados no nos dan la respuesta. Sin embargo tomando en cuenta que en algunos pueblos neolíticos el rey, identificado con el toro por su poder fecundador, era sacrificado al perder ese poder. Con el tiempo esa costumbre se convertiría en una lucha ritual entre el rey y su sucesor y más tarde entre el primero y un toro o un león, o un jabalí, o un caballo garañón, con la finalidad de refrendar mágicamente su fortaleza sexual. Posiblemente habría una relación entre esta costumbre y la de terminar con la vida del toro a una edad en que necesariamente sus características de fuerza y fecundidad habrían disminuido notablemente. Es probable, que a partir del Reino Nuevo, al Apis muerto le separaran algunas partes del cuerpo para comerlas en una ceremonia ritual en el templo, siendo el resto cuidadosamente embalsamado.

Al morir un Apis se iniciaba un largo proceso que conllevaba todo un complejo ritual, el cual le permitiría al toro, finalmente, renacer. Todo este quehacer estaba relacionado con el drama de la vida, la muerte y la resurrección de Osiris, y el cual cada hombre o animal sagrado que moría debía cumplir. Primero sacaban al Apis muerto de su establo, por la puerta oeste - que representaba el ocaso del sol, es decir, la muerte - y lo llevaban a una construcción al sur del establo, hecha especialmente para ese efecto. De madera y cubierta de lino, la llamada Casa de la Purificación servía para que el Apis fuera completamente lavado, es decir purificado. Mientras tanto sus sacerdotes y sus fieles iniciaban un período de duelo que no terminaría sino hasta el día del entierro del toro. Se dejaban crecer el pelo, no se aseaban, llevaban a cabo un severo ayuno de cuatro días y el resto del tiempo sólo comían pan, vegetales y agua. El establo también era lavado y purificado y se colocaba una placa alusiva al hecho, con la fecha de nacimiento, entronización y muerte del Apis recién fallecido. En este primer lugar permanecía cuatro días e inmediatamente después se le trasladaba a la Casa del Embalsamamiento, edificio formado por seis habitaciones rectangulares, unidas por un pasaje y en donde el toro era prácticamente transformado. Esta casa se encontraba en la esquina suroeste del Templo de Ptah en Menfis. En este sitio, en el cual permanecía sesenta y cuatro días, se llevaba a cabo el complejo y detallado trabajo de convertir el cuerpo del animal en momia. Todo un intrincado ritual acompañaba cada uno de los pasos a seguir, pues todo ello tenía un significado preciso en el resultado final, que tenía como meta la resurrección del Apis.

Las principales salas de la Casa del Embalsamamiento eran dos y marcaban dos partes importantes del proceso y del ritual. Eran el Salón del Sacrificio y el Salón de la Envoltura. En el primero se llevaba a cabo la tarea de quitarle al Apis todo lo que se pudiera echar a perder, lo limpiaban por dentro y le aplicaban las sustancias necesarias para su desecación y conservación. En el segundo, como su nombre indica, se le envolvía literalmente con las vendas que habían de convertirlo finalmente en una momia. Siendo este un lugar sagrado, en donde no sólo se llevaba a cabo un proceso físico, sino uno ritual, los mismos sacerdotes encargados del trabajo debían de cumplir con estrictos ritos de limpieza, tales como rasurarse todo el pelo y lavarse y cambiarse de ropa cada vez que se introducían en este sitio. Es aquí en donde, con cada acto, se representaba el misterio de la resurrección de Osiris y la detallada limpieza representaba la condición primigenia del momento de la creación del mundo. En el primer salón se encontraron cuatro o cinco camas para embalsamar, de alabastro y adornadas, algunas de ellas, con bajorrelieves de dos leones, los cuales probablemente significaban las dos colinas entre las que sale el sol, es decir la resurrección. Algunas de estas camas miden 4 m. por 2 m. y otras 3.50 m. por 1.60 m., eran planchas con la parte de arriba cóncava y contaban con un canal y un contenedor para los fluidos que salían durante el proceso de limpieza, estando para ello ligeramente inclinadas de la cabeza a los pies

En el Salón del Sacrificio el Apis permanecía cuarenta y ocho días y en ellos, el sacerdote principal de su culto y cuatro ayudantes mas, eran los encargados de la minuciosa labor. En primer lugar cortaban la garganta para que saliera toda la sangre. Después, el sacerdote principal se ponía enfrente del animal y procedía a trabajar con la cabeza, parte muy importante para los egipcios, ya que contenía los órganos para ver y hablar, los ojos y la lengua, los cuales le serían de suma utilidad al muerto en el otro mundo. Primero se extraían los ojos y el cerebro, el cual seguramente se sacaría por la nariz con algún instrumento, posiblemente de cobre y con extremo curvo para facilitar la tarea. Después se hacía una gran incisión, del lado izquierdo, que abarcaba el abdomen y parte del pecho. Los intestinos, los pulmones, el hígado y los cuatro estómagos eran removidos de su sitio y se colocaban en vasijas especiales con sustancias para limpiarlos. El corazón recibía un tratamiento diferente, por ser el centro de la vida. Al igual que los otros órganos era extraído, limpiado y aceitado, pero después era nuevamente colocado en su sitio, ya que por medio de él, el Apis debía de enfrentar el juicio de Osiris. En él, el corazón jugaba un papel importantísimo, puesto que era el órgano que debía de ser pesado para saber si sus obras ameritaban que el muerto pudiera continuar su camino hacia la otra vida. Todas las cavidades eran purificadas a través de la boca, la incisión y el ano, con aceite resinoso, colocándose después, en todas las cavidades, bolsitas rellenas de una mezcla de serrín y natrón. Se dejaba descansar el cuerpo cuarenta días, cubierto con grandes cantidades de natrón sólido, sustancia con propiedades altamente deshidratantes y que desecaba el cuerpo completamente. Terminado este proceso el Apis, o lo que quedaba de él, es decir su cuero y su esqueleto, era trasladado al Salón de la Envoltura en donde se llevaba a cabo una labor sumamente complicada y perfectamente especificada en textos sagrados. Aquí permanecía dieciséis días y probablemente eran nuevos sacerdotes los que llevaban a cabo el proceso, además del sacerdote principal, que ahora interpretaba el papel del dios Anubis, dios encargado del embalsamamiento, líder del ritual y, como ya dijimos, encargado de la cabeza. Otros cuatro sacerdotes se hacían cargo, cada uno, de una extremidad y posteriormente los dos que se encargaban de los cuartos traseros trabajaban también el abdomen, el ano y la cola y los dos encargados de las patas delanteras se hacían cargo del pecho.

jueves, 10 de marzo de 2011

Egipto y los animales sagrados (II)





En Cerdeña, en una tumba, se hallaron esculturas que representan cabezas de toros con cuernos en forma de cuarto creciente, además de gran cantidad de bucráneos en la necrópolis de Anghelo Ruju. En España también hay rastros de un posible culto al toro, representado por túmulos con cuernos de consagración.

En la meseta de Anatolia encontramos ya desde el 6.500 a.n.e.. un culto bien representado. En las ciudades de Catal Huyuk y Hacilar se descubrieron diversos santuarios con representaciones de cabezas de toro y carnero, hechas tanto al fresco como en relieves de yeso y también estatuas; además de cuernos y cráneos auténticos, cuidadosamente colocados.

En las tierras de Mesopotamia, en Tell Arpachija y en otros sitios se han encontrado con mucha frecuencia cabezas de toro en cerámica pintada y estatuillas en piedra, hueso y terracota. Los sumerios adoraron a un toro representado con cabeza humana, símbolo de fecundidad. El dios lunar babilonio Sin era llamado el poderoso becerro de Enlil y el asirio Bel era calificado como "Toro Divino", quien con alas se erguía como guardián de las moradas.

El pueblo hitita adoró a un dios toro, del cual no se sabe el nombre pero sí que era dios del cielo y del huracán y al que también se le represento como un toro, un mazo o un rayo.

En la India, en la antigua estación de Mohenjo Daro se encontraron estatuillas de toros. En la época prevédica se realizaban juegos de toros de corte religioso. Indra, dios del trueno y la humedad, el dios védico más popular, era comparado con un toro y Siva, otro de los dioses hindúes importantes, usaba como vehículo para transportarse al toro Nandi.

Asimismo en la cultura minoica el culto al toro jugó un papel importante, representando probablemente el poder autofecundante de su dios. El toro cretense es ampliamente conocido por los estucos del Palacio de Knossos y en otros sitios u objetos.

China también nos provee de elementos bovinos, ya que es frecuente encontrar cuernos estilizados al lado de símbolos femeninos como rombos, en las culturas prehistóricas de Kansu y Yang-chao.

Los persas adoraron al dios Verethragna, símbolo viril, que se representaba como toro, carnero o jabalí. En Susa y Persépolis se hallan hermosos capiteles en forma de prótomos de toro.

En la Arabia del sur el dios más importante fue Almakah, dios luna que se representó como toro o como cabra montés. Esta influencia del toro la apreciamos también en Palestina en donde los patriarcas hebreos adoraban al dios El, un toro, proscrito más tarde en la Biblia.

Finalmente, algunos dioses griegos están representados por toros, como Poseidón dios de los océanos y de las tempestades o como Zeus que incluso tomó esa forma para seducir a Europa, y en general, la mayoría de los dioses fluviales.

En resumen, el sol es un gran toro salvaje, el cielo una vaca y el sol naciente un becerro. Ya en los Textos de la Pirámides se menciona al "Toro de Ra que tiene Cuatro Cuernos" y que protegía los caminos del cielo.

Por otro lado, en Egipto, el toro también estuvo asociado a los dioses de la tierra, en especial a Min quien personificaba la fuerza generativa de la naturaleza. Se le asoció con un toro blanco al cual se le ofrecía una parte de la primera cosecha de trigo de la temporada. A este dios se le llamaba igual que a Atum, Kamutef "Toro de su Madre". Como si esto fuera poco, al ser inseparable la vida de la muerte, el toro también estaba asociado a los ritos funerarios. Cuando portaba un sol entre los cuernos era a la vez símbolo de fecundidad y divinidad funeraria ligada a Osiris. El toro, en este caso el Apis, llevaba sobre su lomo al muerto hacia las regiones del otro mundo. Curiosamente y por otro lado, el faraón debía ganarse el derecho a estar en el "Campo de las Ofrendas", sitio al que llegaba al final de su camino en compañía del sol, luchando contra un toro, guardián de este campo.

El toro fue representado en Egipto desde épocas muy antiguas. Además de las prehistóricas ya mencionadas, tenemos como ejemplo una paleta encontrada en Hieraconópolis de 3.100 a.n.e., en donde vemos al faraón, representado por un poderoso toro, en furiosa lucha contra sus enemigos a los cuales vence finalmente. Asimismo se encontraron numerosas cabezas de toro frente a la entrada del palacio del faraón Uadyi, de la Dinastía I de 3.000 a.n.e., en Saqqara. Estaban colocadas en un banco, hechas de barro con cuernos auténticos, muy similares a las de Catal Huyuk, en Anatolia.

Resulta muy representativo el que los símbolos máximos de poder real, portados durante todas las épocas por los faraones y los dioses, hayan sido el látigo y el báculo del pastor, evidenciando la importancia del ganado en la mentalidad egipcia. Por otro lado, el faraón llevaba atado a la cintura un rabo de toro, símbolo de potencia. En la época arcaica se le representó como un toro, como en la Paleta de Narmer y en el Reino Nuevo llevó entre otros nombres el de "Toro Fuerte de Horus". En el lenguaje diario, la alusión al toro fue frecuente, como la parte superior del cráneo, incluyendo la frente, que se llamaba y escribía como un par de cuernos de toro. El verbo "estar gozoso" se representaba como una vaca volteando a ver a su novillo y la idea de innumerable, se expresaba "como las cerdas del ganado". La palabra jefe o dueño evoca a un toro dirigiendo su manada. Los mismos obeliscos, monumentos característicos del culto solar, llevaban en su nombre una cabeza de toro, probablemente porque la punta de este monumento, la piedra Ben ben, fue originada, según la leyenda, por el semen o la semilla de Atum o de un toro.

Remontándonos al pasado, de 3.000 a 2.000 a.n.e., podemos distinguir dos razas de toros en Egipto. El llamado iw, importado de Dongola, al sur, que era gordo, bajo de ancas, es decir chaparro, con grandes cuernos y el cual era deliberadamente engordado para usarlo como alimento o para el sacrificio. El otro ejemplar era el toro salvaje nativo del delta llamado ng, magro de carnes, alto y de grandes cuernos y que era capturado lazándolo. Lo usaban en las tareas del campo o para halar grandes piedras o sarcófagos. También se le cazaba en las grandes cacerías reales. Este es Apis y posiblemente también los demás toros sagrados.

Estos usos no eran categóricos respecto a las dos variedades ya que ambas podían ser domesticadas, ambas se usaban para el culto en algunos casos, ambas se sacrificaban, pero solo el iw servía de alimento y solo el ng se usaba en las cacerías y solo el ng, era un Apis.

La función del Apis era la de intermediario entre el dios Ptah y sus fieles, comunicándose entre ellos por medio del oráculo, en el que Apis actuaba como tal. Así pues, el toro era por un lado el heraldo del dios, el informante de los hechos que sucedían en la tierra y por el otro actuaba en representación de ese mismo dios al dar un veredicto en su función de oráculo. Pero también, por su conexión con Osiris, Apis cumplía funciones funerarias, tan cara a la mentalidad egipcia. Se han encontrado inscripciones en el Serapeum, en donde Apis es llamado "Vida de Osiris, Señor del Cielo, Aquel con sus Dos Cuernos en su Cabeza".

Ocasionalmente, Apis era el encargado de llevar grano al otro mundo, relacionándolo con la función agraria.En otras ocasiones asumía el papel de transporte para el mismo muerto. Se han encontrado pinturas, en la base de los sarcófagos, representando al Apis llevando sobre sus espaldas al difunto momificado hacia la necrópolis. Como sabemos, los egipcios acostumbraban pintar en sus sarcófagos diversos símbolos y dioses de los cuales esperaban ayuda y protección en el viaje al otro mundo. Se creía que los atributos del Apis: "alto de cuernos", "hermoso en nombres", "vidente" y "basto" beneficiaria a los muertos y ello los capacitaría para defenderse de los peligros de la otra vida.

viernes, 4 de marzo de 2011

Egipto y los animales sagrados (I)





Uno de los rasgos más sobresalientes e interesantes de su cultura y en especial de su religión, fue el culto que siempre rindieron a los animales, los cuales fueron en todo momento centro de veneración y hasta el final jugaron un papel preponderante. Entre ellos sobresalió en importancia el toro, cuyas connotaciones tanto prácticas como religiosas, fueron de gran importancia para el pueblo egipcio.

Desde la protohistoria, Egipto estuvo dividido en nomos, muchos de los cuales tenían como emblema un animal que en la época histórica se antropomorfizó, aunque hubo también dioses que desde el principio se manifestaron sólo como hombres, como Atum, Ptah y Osiris o como objetos, el pilar Dyed y como plantas el Sicomoro.

Los egipcios adoraron a los animales en todos los períodos de su historia, con mayores o menores grados de intensidad, siendo su culto parte integral de la religión egipcia. El culto oficial se dirigía únicamente a un solo individuo de la especie y no todos los animales sagrados eran adorados en todos los nomos. Las creencias se inician siendo extremadamente localistas, dándose el caso de un animal adorado en una región y odiado y perseguido en otra. Por ejemplo tenemos al icneumón (mangosta) teofanía de Atum, que se alimentaba con los huevos del cocodrilo, por lo que en las localidades en donde este saurio era sagrado, aquel animal no era querido y menos adorado.

Los principales animales sagrados fueron:

Los toros, encarnación de Ptah, Ra, Montu y Osiris y adorados en Menfis, Heliópolis y Hermonthis.

La gata representante de Bastet de Bubastis

El carnero, alma de Amón y de Jnum y adorado en Mendes, en Tebas, en Elefantina, en Esna y en Heracleópolis

El cocodrilo, Sobek cuyo centro era Cocodrilópolis y Kom-Ombo.

Hathor representada por la vaca y adorada en varios templos, los más importantes en Dendera y Afroditópolis

Y los halcones representantes de Horus en Edfú y Filae.

Desde épocas protohistóricas el hombre puso atención en determinados animales. De la época Badariense (4.500 a.n.e., Alto Egipto) atestiguan este culto los cementerios de toros, chacales, carneros y gacelas enterrados con toda clase de ceremonias y envueltos en sudarios de lino y esteras. En Heliópolis se han descubierto entierros de gacelas muy semejantes a los entierros humanos, en cuanto a riqueza. Curiosamente cerca de ellos había perros enterrados sin ningún cuidado especial. En la necrópolis de Merimde (4500 AC, Bajo Egipto) se han encontrado grandes cantidades de huesos de hipopótamo enterrados en el suelo en forma vertical, en sitios que seguramente marcaban un lugar sagrado o al menos especial. Este animal llegó a ser después una diosa muy popular entre el pueblo, diosa de las parturientas y de la lactancia, aunque alejada del culto oficial. Y desde entonces, a través de siglos enteros, los animales fueron objeto de la veneración y el culto popular y oficial. De diversas épocas, se han encontrado animales embalsamados que van desde un enorme toro hasta un pequeño abejorro. Es a partir de la Dinastía XXI, en el Tercer Período Intermedio, que los animales, antes vistos como manifestación de lo divino, son además venerados por sí mismos, especialmente el toro, el cocodrilo y el gato. Ahora, en algunos casos, no se adora exclusivamente a los animales portadores de marcas especiales, sino a toda la especie. Ello dio como resultado la gran cantidad de animales embalsamados que se produjeron, aunados a los que se llevaban como ofrenda a los santuarios. Incluso, cerca de Saqqara, se encontraron tantas momias de gato que durante años se usaron como abono para las plantas. En la Época Baja, después de las invasiones asiria y persa, el hombre perdió la fe en los dioses lejanos que según parecía lo había abandonado y entonces volvió los ojos a los de carne y hueso, sus animales sagrados. Pensaban que ellos no los abandonarían, pues estaban presentes en su vida diaria. Se han encontrado gran cantidad de figuras de animales tanto en los templos como en las tumbas y en las casas habitación, de diversos materiales como bronce, basalto, madera, lapislázuli y otras piedras preciosas y semipreciosas. En los templos y tumbas generalmente se colocaban los de bronce, piedra y madera; los de piedras preciosas y semipreciosas servían como amuletos para la vida y para la muerte. Las de las casa se hacían de fayenza.

El culto a los animales se transmitió a las sectas gnósticas que se desarrollaron en Egipto durante los dos primeros siglos del cristianismo, resultando extraños dioses, como Abraxas (dios con cabeza de gallo, cuerpo humano y piernas de serpiente) y Jolnubis (sol eterno con cabeza humana con siete rayos).

Los objetos sagrados, ya sean animales, plantas, lugares u objetos no se veneran por sí mismos, sino que se les considera sagrados porque revelan la realidad última o porque participan de ella. Se llega a este estado mediante su misma facultad de ser, como el sol, la luna y la tierra; o por su forma que nos sugiere o simboliza otra cosa como la serpiente o el caracol o por una hierofania, cuando ese objeto se sacraliza por medio de un ritual o por el contacto con alguien o algo sagrado.

El ganado vacuno fue, en los inicios de su historia, el sustento del pueblo, a cuyas expensas pudieron desarrollarse e iniciarse en otras actividades más remunerativas para sobrevivir y para sobresalir. En el aspecto religioso el toro representó en sus principios, la fertilidad y la fuerza y pronto, relacionado y encarnando a diversos dioses, pudo estrechar el vínculo entre estos y los hombres. El toro se vuelve un objeto sagrado en el cual se lleva a cabo la paradoja de ser a un mismo tiempo él mismo y por el otro lado un dios celeste íntimamente relacionado con la fecundidad, que es uno de los atributos de algunos de los dioses creadores celestes, ya que el cielo es la región en donde se decide la fertilidad de la tierra. Se veneran en este animal sus posibilidades fecundantes. El toro evoca la idea de potencia y de fogosidad irresistible, es pues el símbolo de la fuerza creadora y por ello se le relaciona con el sol, por el fuego de su sangre y la radiación de su semen y, sobre todo, con la luna a la que desde épocas muy tempranas se le atribuyó la concesión de la fecundidad universal, por medio de la distribución de las aguas y las lluvias. Sugirió al hombre y solidarizó en su mente, hechos tan esenciales en la vida como el nacimiento, la evolución, la muerte, la resurrección, el agua, las plantas, el ciclo de la mujer y la fecundidad. Fue rápidamente asimilada a los cuernos del toro que desde las culturas neolíticas representan la fertilidad, la creación periódica y la vida inagotable de la Luna. Los cuernos son la imagen de la luna nueva y los cuernos dobles seguramente representarían dos lunas crecientes, dando como resultado una síntesis del pensamiento que los llevaría a la idea de la evolución astral total. Por otro lado, los cuernos representan, tomando en cuenta sus extremos, la fuerza viril del dios; pero haciendo referencia a su base, más ancha, su relación es con la tierra que fructifica. Así pues la luna en menguante asemeja a las astas del toro y cuando se abulta, cada determinado tiempo representando el estado de gravidez, se iguala a la base del cuerno. Al toro también se le asoció con el sonido del trueno similar a su mugido y con el huracán ya que la lluvia fertiliza igual que su semen. Ambos representan así, la vital fuerza fecundante de la naturaleza.