Los factores fundamentales que originan cambios climáticos pueden agruparse en cinco grandes categorías:
a) Sucesos catastróficos.
b) Evolución geodinámica del planeta.
c) Comportamiento del sistema hidrosfera-atmósfera.
d) Fluctuaciones naturales de la órbita de la tierra alrededor del sol.
e) Efecto de la biosfera, que incluye la actividad humana.
Los sucesos catastróficos son rápidos e impredecibles, tales como el impacto de meteoritos gigantes ó macroerupciones volcánicas, originan cambios acusados pero de corta duración, sólo si la alteración producida es muy drástica podría tener efecto sobre especies enteras.
La evolución geodinámica incluye fenómenos muy variados, tales como la disminución del flujo de calor que llega a la superficie terrestre desde su interior, los desplazamientos de los polos geográficos y magnéticos, la actividad volcánica y los movimientos verticales y horizontales de la corteza terrestre, este último aspecto es fundamental.
El sistema hidrosfera-atmósfera es muy complejo, la gran capacidad del agua para almacenar calor hace que los océanos actúen como enormes termostatos que suavizan las oscilaciones térmicas, por otra parte, los mares controlan, en gran medida, las tasas de vapor de agua y de dióxido de carbono presentes en la atmósfera, del vapor de agua contenido en el aire dependen las precipitaciones, además, estos gases son los principales responsables del llamado “efecto invernadero”.
La hipótesis de que la causa de los cambios climáticos de gran escala fuese debida a fluctuaciones naturales de los movimientos orbitales de
De igual manera, los registros marinos indican que, desde hace aproximadamente 1 millón de años, la dependencia climática de esta región de África respecto de las oscilaciones del norte se ha agudizado, el modelo teórico es capaz de justificar el aumento de la aridez en el África subtropical y su relación con los periodos glaciares boreales.
Por otro lado, la mayor parte de los vegetales pertenecen a un grupo denominado C3, porque el dióxido de carbono queda fijado por un mecanismo que emplea una molécula de tres átomos de carbono, una minoría de plantas, en general hierbas de tallos duros y fibrosos, pertenecen a otro grupo denominado C4, pues el mecanismo de fijación del dióxido de carbono pasa por una molécula con cuatro átomos de carbono, a este segundo grupo pertenecen algunas de las plantas cultivables, tales como el maíz y la caña de azúcar. En buenas condiciones de humedad y temperatura, y con abundante dióxido de carbono, las plantas C3 se desarrollan mucho mejor que las C4, pero con la cantidad actual de dióxido de carbono en la atmósfera, muy escasa en relación con otras épocas geológicas, las plantas de tipo C3 tienen dificultades para vivir en ambientes secos y cálidos. En latitudes próximas al Ecuador, con climas cálidos, las plantas C3 abundan en los bosques húmedos, también llamados pluvisilvas (donde no hay limitaciones para la disponibilidad de agua), mientras que las C4 son hierbas y juncos característicos de los medios abiertos, secos y soleados, siendo pastados en África por cebras, antílopes, gacelas, impalas y ñus, y también por elefantes, hipopótamos y otros herbívoros de las grandes sabanas, como estas plantas C4 tienen tallos fibrosos mineralizados, los mamíferos que las consumen sufren un gran desgaste de sus dientes, razón por la cual tienen coronas muy altas para que duren mucho tiempo.
En términos geológicos, el progresivo descenso del volumen de dióxido de carbono atmosférico, junto con factores climáticos, ha tenido como resultado que el cinturón de bosque tropical cálido que se extendía por gran parte del Viejo Mundo sufriera un proceso de fragmentación y declive desde el Mioceno final, y, sobre todo, en el Plioceno y Pleistoceno, esta pérdida de hábitat propició, sin duda, la desaparición de muchas especies de hominoideos.
Sin embargo, ese mismo cambio ecológico supuso la aparición y extensión a lo largo del Mioceno final y del Plioceno de ecosistemas más abiertos en gran parte de África, con nuevas especies de plantas y animales, y entre ellas estuvieron pronto los homínidos (nuestros antepasados), también se aprovecharon de este medio ambiente los antepasados de los monos patas, y de los papiones y geladas, una forma de estos últimos, Theropithecus oswaldi, llegó a alcanzar un enorme tamaño durante el Pleistoceno (pesando en casos excepcionales hasta los
Como puede verse, no somos ni mucho menos los únicos primates que hemos abandonado los árboles, dicho de otro modo, que nos hemos adaptado a un mundo donde los árboles han sido reemplazados por las hierbas, los bosques y las praderas.
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