Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 1 de junio de 2010

Difusión de la nueva tecnología




Poco después de que emergiera la producción de alimentos, algo antes del 8.000 a.n.e., apareció una onda expansiva de la misma en otras partes de Euroasia occidental y África septentrional cada vez más alejada del Creciente Fértil hacia el oeste y hacia el este, esa onda había alcanzado Grecia y Chipre y el subcontinente indio hacia el 6.500 a.n.e., Egipto poco después del 6.000 a.n.e., Europa Central cerca del 5.400 a. n.e., el sur de España hacia el 5.200 a.n.e., y Gran Bretaña hacia el 3.500 a.n.e. Además, el lote del Creciente Fértil penetró en África hacia el sur, en Etiopía, en alguna época todavía incierta, sin embargo, Etiopía desarrolló así mismo muchos cultivos autóctonos y aún no sabemos si fueron éstos o los llegados del Creciente Fértil los que dieron principio a la producción de alimentos en Etiopía. Desde luego, no todas las variedades del lote se difundieron a todas las zonas exteriores: Egipto, por ejemplo, era demasiado caluroso para poder aclimatar el trigo esprilla (Triticum momococum), en algunas zonas distantes, los componentes del lote llegaron en épocas diferentes: por ejemplo, la ganadería ovina precedió a los cereales en Europa sudoccidental, y, algunas de esas zonas procedieron a aclimatar cultivos regionales propios, como las amapolas en Europa occidental y, posiblemente, los melones en Egipto; pero la mayor parte de la producción alimentaria en las zonas exteriores dependía en sus comienzos de las aclimataciones oriundas del Oriente Medio, su difusión fue pronto seguida por los inventos o innovaciones de otra índole con origen en el Creciente Fértil ó en sus cercanías, como la rueda, la escritura, las técnicas metalúrgicas, la extracción de leche, los árboles frutales y la producción de cerveza y de vino.

Muchas de las plantas básicas del Creciente Fértil ni siquiera se dan en estado silvestre fuera de Asia sudoccidental, por ejemplo, ninguna de las ocho plantas básicas más importantes, excepción de la cebada, crece silvestre en Egipto. En segundo término, incluso aquellas plantas cuyo antepasado silvestre crece fuera de Asia sudoccidental, podemos casi asegurar que sus cultivos en Europa e India se obtuvieron en su mayoría a partir de Asia sudoccidental y no procedían de adaptaciones autóctonas. Para la mayor parte de las plantas básicas del Creciente Fértil, todas las variedades de cultivo en el mundo actual tienen en común una sola de las series de cromosomas que se hallan en el antecesor silvestre, o bien una sola mutación (entre las muchas posibles) por lo que las variedades cultivadas difieren del antecesor silvestre en características deseables para los humanos. Una vez disponible la planta para el cultivo, ya no había necesidad de recogerla en estado silvestre, empezando de nuevo la secuencia de adaptación.

¿Por qué fue tan rápida la difusión de cultivos a partir del Creciente Fértil?, la respuesta depende en parte del eje este-oeste de Euroasia, lugares repartidos al este y al oeste unos de otros en la misma latitud tienen en común la misma duración exacta de los días y sus variaciones estacionales, en menor grado, tienden así mismo a padecer enfermedades similares y a tener regímenes parecidos de temperatura y precipitaciones, así como hábitats y biomasa semejante. La germinación y el crecimiento de las plantas y su resistencia a las enfermedades se adaptan precisamente a esas particularidades del clima. Las poblaciones de plantas están programadas genéticamente por selección natural, de manera que puedan responder de forma apropiada a los factores del régimen estacional bajo el que evolucionan. Estos regímenes varían considerablemente con la latitud, estas características hacen que las plantas de baja latitud se adapten deficientemente a las condiciones de latitud altas, y viceversa, en consecuencia, la mayor parte de los cultivos del Creciente Fértil se desarrollan bien en Francia y en Japón, pero mal en la zona ecuatorial. También los animales están adaptados a rangos climáticos relacionados con la latitud.

Una vez que la agricultura cruzó desde las llanuras de Hungría hasta Europa Central hacia el 4.500 a.n.e., se extendió con tal rapidez que los lugares donde se establecieron los primeros agricultores fueron casi contemporáneos en todo el territorio comprendido entre Polonia y Holanda (señalados por su alfarería característica con decoraciones lineales), hacia los tiempos de Cristo, los cereales del Creciente Fértil se cultivaban ya por toda una franja de unos quince mil kilómetros que va desde la costa atlántica de Irlanda a la oriental de Japón, la extensión este-oeste de Euroasia es la distancia más larga por tierra de nuestro planeta. A la inversa, los cultivos euroasiáticos que se aclimataron por primera vez lejos del Creciente Fértil pero en su misma latitud pudieron difundirse en sentido opuesto hacia el Creciente Fértil. Hace unos dos mil años que los romanos se nutrían con su propia mezcla de alimentos originados en diversas partes de su vasto imperio, de sus cultivos, sólo la avena y las amapolas eran autóctonas de Italia, las materias primas romanas eran el lote inicial del Creciente Fértil, con suplementos de: membrillos (del Cáucaso), mijo y cominos (de Asia Central), pepinos, sésamo y cítricos (de India), y pollo, arroz, albaricoques, melocotones y panizo (de China). Aunque las manzanas romanas eran al menos originarias de Euroasia occidental, eran cultivadas mediante técnicas de injerto que se habían desarrollado en China extendiéndose desde allí hacia el oeste.

Aunque es Euroasia la que contiene la franja de la misma latitud más ancha del mundo, y de ahí la rápida difusión de aclimataciones, existen otros ejemplos, rivalizando en velocidad de difusión se propagó hacia el este un lote subtropical que se compuso por primera vez en China meridional y que recibió añadidos al alcanzar el Asia sudoriental tropical, Filipinas, Indonesia, y Nueva Guinea, en 1.600 años el lote resultante de cultivos (entre los que figuraban las bananas, el taro y el ñame) y de animales domésticos (pollos, cerdos y perros) se había extendido a más de ocho mil kilómetros hacia el este por el Pacífico tropical hasta alcanzar las islas de Polinesia. Otro ejemplo parecido es la difusión este-oeste de cultivos en el interior de la dilatada zona africana del Sahel, aunque los paleobotánicos tienen que estudiar los detalles todavía.

Compárese la facilidad de difusión este-oeste con las dificultades de difusión a lo largo del eje norte-sur de África, el clima mediterráneo de Sudáfrica hubiera sido ideal para las plantas del Creciente Fértil, pero los 3.000 kilómetros de condiciones tropicales que se interponen entre Etiopía y Sudáfrica fueron una barrera insuperables. En lugar de por éstas, la agricultura africana al sur del Sahara fue impulsada por la adaptación de plantas de África occidental, que se aclimataron a las temperaturas cálidas, a las lluvias del verano y a la duración relativamente constante de los días de esas latitudes bajas.

De forma parecida, la expansión hacia el sur de los animales domésticos del Creciente Fértil quedó determinada o ralentizada por el clima y la morbilidad, en especial por las afecciones de tripanosoma propagadas por la mosca tse-tse, el caballo no pudo jamás aclimatarse más al sur de las regiones del África occidental situadas al norte del ecuador, el avance del ganado vacuno, ovino y caprino se detuvo dos mil años en el límite norte de las llanuras del Serengeti, mientras se desarrollaban nuevos tipos de economía humana y razas de ganado, las vacas, ovejas y cabras, no lograron alcanzar, por fin, Sudáfrica hasta los dos primeros siglos de la era cristiana, unos ocho mil años después de la aclimatación del ganado en el Creciente Fértil.

Los cultivos tropicales africanos experimentaron sus propias dificultades en su expansión hacia el sur de África, a cuyas regiones meridionales llegaron con los agricultores negros (bantúes) africanos, poco después de que lo hicieran los animales del Creciente Fértil, no obstante, estos cultivos tropicales africanos no pudieron jamás cruzar el río Fish de Sudáfrica, pues más allá de éste se vieron frenados por el clima mediterráneo, al que no estaban adaptados. Algunos de los pueblos Khoisan, indígenas de Sudáfrica (más conocidos como hotentotes y bosquimanos) adquirieron la ganadería, pero permanecieron sin agricultura, su número fue rebasado y fueron sustituidos al nordeste del río Fish por agricultores africanos negros, cuya expansión hacia el sur se detuvo en ese río, la agricultura sólo pudo prosperar en la zona de clima mediterráneo de Sudáfrica con la llegada por mar en 1.652 de colonos europeos, que llevaban con ellos su lote de cultivos del Creciente Fértil.

Compárese asimismo la facilidad de difusión en Euroasia con sus dificultades a lo largo del eje norte-sur de América, la distancia entre las tierras altas de México y las de Ecuador es sólo de 2.000 kilómetros, más o menos, las frescas mesetas de México hubieran aportado las condiciones ideales para la cría de llamas, cobayas y patatas, aclimatados todos ellos en las frescas tierras altas de los Andes sudamericanos, sin embargo, la difusión hacia el norte de esas especies andinas quedó frenada en seco por las cálidas tierras bajas que se interponían en América Central. A la inversa, los pavos domésticos de México y los girasoles del este de Estados Unidos podrían haber encontrado condiciones favorables en los Andes, pero su expansión hacia el sur fue detenida por los climas tropicales que separan ambas zonas. Los poco más de mil kilómetros de distancia sur-norte impidieron que el maíz, las calabazas y los fríjoles de México llegaran al sudoeste de Estados Unidos hasta varios miles de años después de su aclimatación en México, y que las quenopodiáceas y los chiles mexicanos no lograron alcanzarlo nunca en tiempos prehistóricos, durante miles de años, posteriormente a su aclimatación en México, el maíz no pudo expandirse hacia el norte hasta el este de Estados Unidos, en algún momento, ente el año 1 y el 200, el maíz apareció por fin en el este de Estados Unidos, pero sólo como cultivo poco importante, hasta el 900, después de haberse desarrollado variedades resistentes de maíz que se adaptaron a los climas norteños, no fue posible que una agricultura basada en el maíz contribuyese al florecimiento de la más compleja de las sociedades indígenas de América del Norte: la cultura del Misisipi.

En otras partes del mundo, la lentitud de la difusión norte-sur fue importante en menor escala, entre esos otros ejemplos, tenemos el intercambio de cultivos a paso de tortuga entre el valle del Indo paquistaní y la India meridional, la lenta expansión de la producción alimentaria de China meridional hacia Malasia peninsular, y la falta de alcance de la producción de los trópicos de Indonesia y Nueva Guinea en tiempos prehistóricos a las tierras agrícolas modernas del sudoeste y sudeste de Australia respectivamente. Sin embargo, la latitud no es, por supuesto, el único de tales elementos determinantes, las barreras topográficas y ecológicas, mucho más pronunciadas en unos continentes que en otros, fueron importantes obstáculos regionales a la difusión. Le difusión de cultivos entre sudeste y sudoeste de Estados Unidos fue muy lenta y selectiva a pesar de que ambas regiones están a una misma latitud, ello se debió a que gran parte de la superficie de Texas, y de las grandes llanuras meridionales que las separan son secas y poco adecuadas para la agricultura. En India, el cambio de un régimen de precipitaciones predominantes en invierno a otro de precipitaciones predominantes en verano contribuyó a una difusión mucho más retardada de la agricultura, que exigía cultivos y prácticas agrícolas distintas, hacia la llanura del Ganges en India oriental. Aún más al este, las zonas templadas de China quedaban aisladas y a gran distancia de las zonas de Euroasia occidental de clima similar por el conjunto formado por el desierto centroasiático, la meseta del Tibet y la cordilleras del Himalaya.

Las diferencias continentales de orientación de los ejes afectaron a la difusión no sólo de la producción de alimentos, sino así mismo de otras tecnologías e inventos, por ejemplo, alrededor del 3.000 a.n.e., la invención de la rueda en o cerca del sudoeste de Asia se expandió con rapidez hacia el oeste y hacia el este a través de gran parte de Euroasia en muy pocos siglos, mientras que el invento de la rueda en el México prehistórico independiente de aquella nunca llegó a expandirse al sur de los Andes, de modo similar la escritura alfabética rudimentaria que se desarrolló en la parte occidental del Creciente Fértil alrededor del 1.500 a.n.e., se difundió hacia el oeste hasta el imperio de Cartago y hacia el este hasta el subcontinente indio en poco mas o menos mil años, pero los sistemas mesoamericanos de escritura que florecieron en tiempos precolombino, durante por lo menos dos mil años, nunca llegaron a los Andes. Lógicamente la rueda y la escritura no están influidas de forma directa por la latitud y la duración del día como ocurre con los cultivos, sin embargo, existen vínculos indirectos, en particular a través de la producción de alimentos y sus consecuencias. En general, las sociedades que se dedicaban a grandes intercambios de cultivos, ganado y tecnologías relacionadas con la producción alimentaria eran más propensas a emprender así mismo otros intercambios. La difusión más veloz de la agricultura euroasiática, en comparación con la de la agricultura de la América indígena y del África subsahariana, desempeñó un importante papel en la difusión más rápida de escrituras, metalurgias, tecnologías e imperios euroasiáticos.

En una lucha de uno contra uno, un agricultor desnudo no habría tenido ventaja alguna sobre un cazador-recolector desnudo, en cambio, una parte de la explicación del poder de los agricultores reside en la muy superior densidad de población que la producción de alimentos podía sustentar: diez agricultores desnudos tendrán sin duda ventaja sobre un cazador-recolector desnudo en una lucha, la otra parte de la explicación es que ni los cazadores-recolectores ni los agricultores están desnudos, al menos no lo están metafóricamente hablando, los agricultores y ganaderos tienden a exhalar gérmenes más desagradables, a poseer por lo general tecnologías más poderosas, y a vivir bajo gobiernos centralizados con élites ilustradas capaces de librar guerras de conquista.

Los principales elementos mortíferos para la humanidad en nuestra historia reciente, la viruela, la gripe, la malaria, la peste, el sarampión y el cólera, son enfermedades contagiosas que evolucionaron a partir de enfermedades de los animales, aún cuando la mayoría de los microbios responsables de nuestras enfermedades epidémicas están ahora, paradójicamente, casi limitados a los humanos. Dado que las enfermedades han sido los principales elementos mortíferos de los seres humanos, han sido por ello factores configuradores decisivos en la historia, hasta la Segunda Guerra Mundial, eran más numerosas las víctimas que morían a causa de microbios contraídos durante la guerra que de heridas sufridas en combate. Los vencedores de las guerras del pasado no fueron simplemente los ejércitos que disponían de los mejores generales y de las mejores armas, sino que a menudo fueron simplemente aquellos que portaban gérmenes más desagradables para transmitir a sus enemigos.

Las enfermedades más antiguas de la humanidad fueron aquellas que pudimos desarrollar y mantener durante los primeros millones de años de nuestra historia evolutiva, cuando la población del género Homo estaba fragmentada y era pequeña, estas enfermedades también son compartidas con, o son semejantes a las enfermedades de nuestros parientes animales más próximos, los grandes simios africanos, en cambio, las enfermedades masivazas solo pudieron aparecer con la acumulación de poblaciones humanas numerosas y densas, esta acumulación comenzó con el nacimiento de la agricultura a partir de hace unos diez mil años, y después se aceleró con el nacimiento de las ciudades. De hecho las primeras fechas comprobadas de muchas enfermedades infecciosas conocidas son sorprendentemente recientes: hacia 1.600 a.n.e. para la viruela, como se deduce de una momia egipcia, el 400 a.n.e. para la lepra, 1.840 para la poliomielitis epidémica, 1.959 para el SIDA. Los cazadores-recolectores cambian con frecuencia de campamento, y dejan tras ellos sus montones de restos con microbio y larvas de parásitos acumulados, pero los agricultores son sedentarios y viven en medio de sus propios sistemas de saneamiento, por lo que proporcionan a los microbios un camino corto del cuerpo de una persona enferma al de otra sana.

Algunas poblaciones agrícolas hacen que sea más fácil aún la infección de nuevas víctimas con sus propias bacterias y parásitos, la reunir sus heces y orina y extenderlas como fertilizantes en sus huertos, los agricultores sedentarios acaban rodeados no sólo de sus heces, sino también de roedores que transmiten enfermedades, atraídos por los alimentos almacenados por los agricultores, las rozas de extensiones de bosque que llevan a cabo los agricultores proporciona así mismo un hábitat ideal para la reproducción de los mosquitos transmisores de la malaria. Si el nacimiento de la agricultura fue pues un filón para nuestros microbios, el nacimiento de las ciudades lo fue en mayor medida, ya que poblaciones humanas aún más densas se hacinaban en condiciones higiénicas todavía peores, y otro filón fue el desarrollo de rutas comerciales mundiales, que, en época romana, unían poblaciones de Europa, Asia y el norte de África, en un gigantesco criadero de microbios, fue entonces cuando la viruela llegó a Roma con el nombre de Peste de Antonino, que mató a millones de ciudadanos romanos entre los años 165 y 180. Asimismo, la Peste Bubónica apareció por primera vez en Europa con el nombre de Peste de Justiniano (542-543), pero la Peste no comenzó a golpear Europa con toda su fuerza en forma de epidemia de “muerte negra” hasta 1.346, cuando las nuevas rutas de comercio terrestre con China ofrecieron un rápido tránsito, a lo largo del eje este-oeste de Euroasia, para las pieles infestadas de pulgas procedentes de zonas asoladas por la peste desde Asia Central a Europa.

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