Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

lunes, 7 de junio de 2010

ARQUEOVETERINARIA




La “Veterinaria antigua” nace con la historia escrita, la escritura representa el perdurar de la memoria, descifrado por las ciencias históricas. El nacimiento de la ciencia está fuertemente condicionado por el desarrollo de las religiones y su ligazón con los Estados todopoderosos, este desarrollo aparece relacionado con el consumo de proteínas de origen animal entre los pueblos que inician este camino.

Con el concepto de civilización, la sociedad neolítica se reorganiza, fuertemente condicionada por la hidráulica de estos primeros Estados. La escritura nos deja las primeras referencias veterinarias en Mesopotamia, el país “entre ríos”, y en el Nilo, donde se desarrolló una sociedad teocrática que perduró en la memoria hasta bien avanzado el Imperio Romano, en particular destacaremos la fama de los médicos y sanadores egipcios.

La domesticación del caballo es otra de las raíces del veterinario, no olvidemos que durante siglos la profesión evolucionó junto a los herreros. El herrero, hijo del metalero del cobre neolítico y del bronce posterior, nieto del ceramista, es el padre de la alquimia y, por ello, de la química moderna y una de las raíces de la farmacología científica.

Otras civilizaciones se desarrollaron a partir de los primeros estados: La del Indo, a través del mundo árabe, llegará hasta la Europa medieval. Palestina es un cruce de caminos donde surgieron conceptos que todavía están en uso, el efecto de los “pueblos del mar” sobre la posterior civilización mediterránea debe ser tenido muy en cuenta. Por último, Creta y la Grecia del periodo heroico, origen de nuestros mitos y nuestros sueños, deben ser tenidas en cuenta antes de adentrarnos en la Veterinaria clásica.

Hace unos 20.000 años, durante la cuarta y última glaciación del Cuaternario, el hombre vagaba por la Tierra en busca de caza y recolectando frutos allí donde los hallaba. Cuando un grupo humano llegaba a una zona rica en caza o en vegetación comestible, establecía campamentos temporales hasta agotar los recursos, pero algunos se encontraron con parajes especialmente fértiles, hasta el punto de que se regeneraban antes de ser agotados, de modo que poco a poco fueron surgiendo campamentos estables o poblados dedicados a la caza y la recolección. Así fue como el hombre se hizo sedentario.

Tal vez los ejemplos más antiguos de este tipo de poblados (aunque no muy numerosos al principio) son una serie de asentamientos escalonados en el tiempo en el noreste de África, en el actual Egipto, los primeros de los cuales datan de hace 19.000 años. Al parecer, sus habitantes recogían anualmente cosechas de cebada y trigo silvestres. Por aquel entonces todo el norte de África era una selva rica en fauna y vegetación, pero pronto terminaría el periodo glaciar y comenzaría un proceso de desertificación que originaría el desierto del Sahara.

Otra zona donde hay indicios tempranos de recolección de cereales es la costa más oriental del Mediterráneo, lo que hoy es Palestina. Se han encontrado restos de hace 15.000 años que demuestran que en esta región el hombre había aprendido a moler el grano. En la antigüedad el mar cubría una extensión mayor de terreno, de modo que el Éufrates y el Tigris tenían desembocaduras separadas. La tierra comprendida entre los dos ríos (y, por extensión, sus alrededores) se conoce como Mesopotamia. Mesopotamia limita al este con los montes Zagros. Se conocen restos de cazadores-recolectores que poblaron estos montes hace casi 13.000 años.

Si bien la cultura mesolítica sólo empezó a ser representativa desde hace unos 12.000 años, es decir, desde el X milenio a.n.e., momento en el que se considera que empieza el último periodo de la era cuaternaria: el Holoceno. De esta época se conservan poblados palestinos con cabañas circulares semisubterráneas de madera, adobe y piedra. En el IX milenio a.n.e., terminó la cuarta glaciación. Los hombres sedentarios tuvieron ocasión de estudiar más a fondo el comportamiento de las plantas y los animales, lentamente, descubrieron que era posible retener y alimentar a algunos animales en lugar de matarlos, de modo que se podía disponer de su carne cuando fuera más necesaria. Hay indicios de que por esta época, en un asentamiento que más tarde sería la ciudad de Jericó, ya se había domesticado el carnero. Poco a poco, los hombres de la parte occidental de la media luna fértil se hicieron pastores y agricultores.

Los que optaron por reunir animales y apacentarlos se encontraron con que tenían que viajar de un sitio a otro en busca de pastos, lo que les llevó a abandonar los poblados. Las primeras manifestaciones neolíticas propiamente dichas aparecen en Palestina a partir del año 8.600 a.n.e. Por aquel entonces, la Tierra debía de contar con alrededor de ocho millones de habitantes. En el año 8.000 a.n.e, se descubrió la cerámica en el Sahara y en Siria independientemente. Las vasijas de barro fueron prácticos sustitutos de los pesados recipientes de piedra.

Hacia el 7.500 a.n.e., se empezó a cultivar el trigo en Jericó, y se domesticaron el cerdo y la cabra. Por esta época la agricultura y la ganadería llegaron a la Alta Mesopotamia (esto es, a su parte norte, la más alejada del mar). Hacia el año 7.000 a.n.e., las viejas cabañas circulares habían sido sustituidas por casas de planta rectangular, subdivididas en habitaciones y con las paredes y el suelo cubiertos de arcilla. Sus pobladores enterraban a los difuntos bajo sus casas, pero antes les separaban el cráneo, lo cubrían de arcilla y lo adornaban con pintura

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