Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 4 de noviembre de 2010

LOS SANADORES EGIPCIOS (V) MOMIAS






Los antiguos egipcios, además de embalsamar los cuerpos de sus difuntos también embalsamaban a sus animales, lo hacían principalmente por motivos religiosos, en algunos animales los egipcios veían la representación de sus dioses. Al principio, sólo se momificaban algunos animales considerados más especiales como el toro Apis en Menfis, posteriormente, y sobre todo en el periodo grecorromano el número de animales a los que se rendía culto fue muy grande, citemos toros, perros, ibis, carneros, halcones, gatos, peces y cocodrilos.

Para algunos animales los egipcios empleaban la misma técnica de embalsamamiento que para el hombre, se extraían los órganos blandos, salvo en el caso de los halcones, y se vendaba el cadáver animal cuidadosamente con trozos de lino, después se aplicaba natrón y, en ocasiones, se pintaba algún rasgo del animal en las vendas, el sarcófago se fabricaba de madera o cartonaje, se pintaba con representaciones del dios Horus, dios solar y protector. Los peces también fueron momificados, aunque de forma bastante sencilla, fueron percas, y en algunos lugares, los oxirrincos, tampoco se extraían sus órganos, sólo se deshidrataban, sobre las vendas se pintaban la cara y otras partes del cuerpo.

Durante la baja época egipcia hubo mercenarios helenos en los ejércitos faraónicos, algunos de los cuales, sin duda, se llevaron como recuerdo a su hogar una de esas momias de animales que por entonces se vendían por millares para ser ofrendadas en los templos. La llegada de Alejandro y la aparición del mundo ptolemaico no hizo sino difundir el conocimiento de esa costumbre egipcia, que fue adoptada por muchos griegos, instalados en el valle del Nilo, lo mismo que después harían ciudadanos romanos asentados en Egipto.

Resulta curioso, no obstante, que su nombre actual no sea aquel con que eran conocidas por los egipcios: sah, sino por una palabra de origen persa. Todo se debe a un peculiar remedio de botica mencionado por sus grandes virtudes por Plinio el viejo, se trataba de una sustancia blanda y oscura de olor penetrante, que afloraba de forma natural en las llanuras persas y que hoy conocemos como “ betún”. El nombre persa de esta sustancia era mumia y como otros autores como Dioscórides y Avicena cantaron sus alabanzas, su fama y su nombre se extendieron por todo Occidente.

Pasados los siglos, las fuentes naturales de betún prácticamente se secaron y los mercaderes orientales se vieron incapaces de seguir proporcionando a sus clientes la medicina que, según ellos, paliaba casi cualquier tipo de mal. El negocio era grande y no era cuestión de dejarlo perder, por lo que algún taimado proveedor no tardó en encontrar sustituto: los cadáveres deshidratados y vendados de los antiguos egipcios. El motivo es sencillo: tras ser vendados los cadáveres eran ungidos con aceite y luego bañados en resina, sustancias que al secarse y oxidarse adquieren un aspecto muy similar al betún. Para los médicos occidentales de la época el cambio, incluso, supuso una mejora, pues consideraban que los trozos de carne que a veces acompañaban a la nueva mumia mejoraban sus propiedades curativas. Así fue como las momias terminaron por ser conocidas con un nombre que no era el suyo.

Para abastecerse, algunos mercaderes alejandrinos carentes de momias y de escrúpulos recurrieron a embalsamar a reos ajusticiados, vagabundos muertos y demás cuerpos sin reclamar disponibles. Sólo los muy avezados en momias distinguían el engaño, que únicamente consiguió erradicarse en el siglo XVIII, justo cunado la demanda de polvo de mumia decreció en picado. No obstante, se encontraron otros usos para el polifacético producto egipcio, todos ellos bastante peculiares: por ejemplo, un fragmento de momia de algunos miles de años de antigüedad, mezclado en la justa combinación con resinas y disolventes, se transformaba en una pintura de un bello color marrón, el “marrón de momia”, de gran durabilidad. Igual de particular sería el uso de las momias, más bien de los casi 20 kilos de vendas que las envolvían, como materia prima para la fabricación de papel durante la guerra de secesión norteamericana, ó su empleo como abono agrícola. Otro uso, cuando menos atípico, de las momias fue el de combustible para alimentar las calderas de los ferrocarriles egipcios a principios del siglo XX.

La momia falsa no ha de extrañarnos, pues se trata de una costumbre muy arraigada entre los egipcios, que llevaban poniéndola en práctica desde la época de mayor esplendor de la momificación. Se creó alrededor de las momias una “industria” que en ocasiones estaba ligada al propio templo donde se presentaban como exvotos. Sólo el interior es falso, por lo general una masa de barro y madera, con algún hueso, a la que se daba la forma requerida y que luego era vendada con todo cuidado

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