En el Oriente Medio, donde se desarrolló por primera vez el arte de la domesticación y tuvo su origen la rueda, al principio no había caballos para el acarreo, los pueblos civilizados que vivían en el valle del Tigris y del Eúfrates, en Mesopotamia, usaban el buey y una variedad de asno llamada onagro, el buey se le dirigía con la voz y la aguijada, y ambos animales se prestaban a ser gobernados con un anilla que les traspasaba la nariz.
Según parece, el caballo llegó al Oriente Medio hacía el año
Sin embargo, estos caballos pequeños demostraron ser muy superiores a los onagros para tirar de los carros de guerra, y en este papel el caballo se hizo común en el Oriente Medio durante el segundo milenio a.C., según descripciones que se remontan al
La línea temporal de expansión histórica del carro sería:
4500-
4000-
3500-
3000-
2500-
2000-
Este progreso en el diseño del carro estuvo acompañado por otro gran adelanto tecnológico: la adición de frenos a la muserola, hechos de cuero, cuerda y, más adelante, de metal, con quijera para fijar las riendas, a medida que el carro de combate se convertía en instrumento de comunicación, y no sólo de guerra, los pueblos conquistadores como los hititas, los asirios y los egipcios pudieron aprovecharlos para construir imperios más vastos y más cohesivos. Al aumentar la necesidad de carros de guerra, aumentó también la de caballos más grandes y vigorosos, y los hombres, en su domesticación de los animales empezaron a aumentar el tamaño de caballo mediante selección y cría.
El primer intento reseñable en el progreso paulatino del sometimiento equino, parece pudo ser atar una soga ó cordel a modo de lazo al cuello, actuando al tirar el conductor sobre el animal como ahogadero. De este modo, al tensar la soga se presiona el propio cuello, colapsa parcialmente la tráquea, y en parte por el dolor o por la progresiva dificultad respiratoria que esta interferencia ocasiona, el équido desiste en su locomoción. Sin embargo, el uso de esta burda forma de atadura, que buscaba preferentemente el frenado de la marcha del animal, no debió resultar muy satisfactorio, ni tampoco duradero en el tiempo.
Un ahogadero a nivel nasal se describe en textos egipcios, utilizado especialmente en el asno. Consiste en una atadura mediante una muserola sobre el hocico. A esta muserola se atan dos cordeles de conducción (riendas), que al tensar una o ambas obligan a bajar la cabeza, a la vez que al presionar sobre los cartílagos de la nariz, se les infieren dolor y colapsa el paso de aire respiratorio.
Este tipo de cabestro en el hocico, que hoy aún conocemos como jáquima, tuvo mayor pervivencia de uso, pues la muserola, con diversas variantes, ha sido combinada con el bocado, al que más adelante nos referiremos, con el objetivo de hacer más severo el castigo y obtener un mayor sometimiento. Para ello, a la primitiva muserola se les incorporaron púas o pernos que accionaban la región nasal. Una modificación aún más severa de estas muserolas, fue realizada por los íberos, quienes la convirtieron en lo que ha llegado a nuestros días como serreta. La serreta, era utilizada de modo habitual en la monta a la jineta que se practicó en el Al Andalus medieval.
Sin duda el modo más eficaz para el dominio de un caballo se produce mediante el uso del bocado, un arnés que aún en nuestros días sigue vigente. El mismo, consiste en un dispositivo rígido que ocupa el espacio interdentario existente entre los incisivos y premolares maxilar (superior) y mandibular (inferior). Este dispositivo se mantiene mediante unos soportes laterales que lo acomodan a la boca e impiden su expulsión. Dichos soportes laterales, las camas, se adaptan a la comisura labial y también a los carrillos, para, desde unas argollas, enlazar las riendas que controla el jinete. En principio el dispositivo utilizado como filete, era de madera dura, hueso, asta, o de algún material lo suficientemente resistente como para soportar la presión y tracción de la boca del caballo, pero llegado la edad de los metales, sin duda, se impusieron estos otros materiales más resistentes.
Inicialmente, el bocado, era una pieza rígida cuyos soportes actuaban para el sometimiento del animal sobre las comisuras labiales, y también dada sus primitivas ataduras sobre la porción incisiva mandibular. Incluso es bastante probable que la atadura de una correa a estas barras inferiores, fuera simultáneo e incluso previo, a la incorporación del soporte en el interior de la boca.
Al bocado, para su mejor colocación y estabilidad en la boca, se le fue dotando de dispositivos laterales que presionaban sobre las comisuras labiales y luego también sobre la carrillada: las camas. A estas se les enlazaban unas correas que se relacionaban con el auriga o jinete. Este tipo de bocados se han encontrado en Mesopotamia a partir del
Otro bocado bastante coetáneo al anterior, pero con diferente objetivo de acción, fue el que utilizaba el filete articulado. Consistía en articular el soporte, mediante una atadura o argolla, para que al traccionar desde las asas laterales, ejerciera su acción sobre los labios y barras mandibulares, produciéndose de esta manera sobre ellas un efecto de cascanueces.
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