Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 11 de noviembre de 2010

Los caballos. (II)






Hacia el año 1.750 a.n.e., había llegado al norte de Mesopotamia un pueblo indoeuropeo de idioma y religión muy parecido a los indios, se trataba de los hurritas, los horim bíblicos, de orígenes desconocidos y procedentes de la región del lago Van, formaban su aristocracia los marjanni o “caballeros”, hábiles en la doma de caballos y la construcción y dominio de los carros de guerra, extendieron sus incursiones por todo Oriente Medio y Asia Menor, aunque no lograron penetrar en Mesopotamia, donde chocaron con las únicas resistencias sólidas, Después de incontables incursiones y saqueos, formaron el reino de Mitanni, al norte de Mesopotamia, Mitanni impuso el vasallaje, como ya se ha dicho anteriormente, a varios pueblos circundantes, entre ellos los asirios.

Otra rama de los hurritas no se estabilizó y continuó su carrera de saqueos hasta que, junto a diversos grupos de amorreos nómadas, invadió Egipto, como más adelante veremos, estos guerreros fueron conocidos, como los hicsos y sus carros de guerra tirados por caballos resultaron un arma decisiva ante los egipcios, entonces muy anticuados militarmente. En el año 1.570 a.n.e., los egipcios, que habían aprendido de sus dominadores la técnica de los carros de guerra, lograron derrotarlos y arrojarlos del país.

Los indoarios se separaron, la mayor parte de las tribus, tal vez a comienzos del II milenio, continuó su marcha hacia el este, y, en una verdadera epopeya de los siglos, como luego veremos, alcanzó el valle del Indo en torno al 1.500 a.n.e., allí, como quedaría reservado en los sagrados Vedas, cayó como un alud sobre la ya decadente civilización harappita, y al destruirla, los héroes compañeros de Indra, como sus hermanos en la Siria del norte, daban a luz un mundo nuevo, el de los arios. En el oeste, un pequeño grupo de indoarios, una tribu acaso y nada más, se mezcló con los pueblos hurritas y, poco a poco, adoptó su lengua, y, aunque todavía no sepamos cómo, en torno al 1.500 a.n.e., en la alta Mesopotamia y la Siria Septentrional, se constituyó un reino poderoso de guerreros hurritas e indoarios, así nació Mitanni.

Los indoeuropeos entraron en la Historia como amos del caballo, pero fueron, además su hechura, este animal no sólo les dio su insólita movilidad, sino también su impetuosa concepción del mundo, en cuanto perfeccionaron la técnica de montar, dejaron de ser, al igual que otros semejantes suyos de las estepas, los lentos pastores nómadas que habían sido para convertirse en una hueste notable y audaz.

La transformación se produjo como culminación de un larguísimo proceso evolutivo que tuvo sus comienzos hace por lo menos 60 millones de años, cuando aún no existía el hombre, y el caballo, si podía considerársele tal, medía 30 centímetros de altura: se le conoce como hiracoterio, y los paleontólogos han desenterrado sus fósiles. El hiracoterio tenía el lomo arqueado, el cuello y el hocico un tanto cortos, y dientes de coronas desprovistas del duro recubrimiento que protege a los de sus descendientes actuales, sus patas, acojinadas como las del perro, eran muy distintas de la extremidad básica de los mamíferos de cinco dedos: no tenía más que cuatro en cada miembro anterior y tres en cada miembro posterior, además, cada dedo estaba guarnecido, proféticamente, con un minúsculo casco, que aún era poco más que una uña ogana.

Durante el Oligoceno, el clima cambió para hacerse más marcadamente estacional, y, a medida que se modificaba el ambiente, también se modificaba el caballo ancestral, los bosques cálidos y húmedos empezaron a ceder su lugar a las llanuras herbosas, adaptados a las condiciones del bosque, los pies del hiracoterio, de varios dedos, le habían dado sostén en el suelo poroso, pero ahora, se necesitaba otra adaptación que capacitaría al caballo de la aurora para la vida en el suelo más firme y terreno abierto de las llanuras, antes de que terminara el Oligoceno, un descendiente del hiracoterio, llamado mesohipo, y otro posterior, el miohipo, habían perdido el cuarto dedo de las patas anteriores, y el dedo medio de las cuatro patas, se había vuelto mucho más grande que los dedos exteriores, la nueva conformación facilitó la carrera en las llanuras, además, el miohipo sobrepasó a todos sus antecesores en tamaño, sus patas se alargaron, elevando al animal a una majestuosa altura de casi dos metros, no sólo se iban especializando cada vez más sus piernas y dedos para la huida en superficies duras, sino que también se habían alargado el cuello y la cabeza para permitirles pacer la hierba en vez de ramonear el follaje de los arbustos.

Se produjeron también otros cambios en el interior de la boca del miohipo, sus dientes evolucionaron de un modo que acabaría permitiendo al caballo consumir hierbas ásperas sin que los dañaran las sustancias abrasivas que ingería con los alimentos, el duro esmalte, que contornea las complicadas anfractuosidades, recubre la dentina de los dientes laterales, el cemento cubre y ayuda a proteger el esmalte, soldando la corona en una sola pieza, las coronas, de longitud sorprendente, cinco a ocho centímetros, penetran profundamente en las quijadas bajo la línea de la encía, y el hueso que se forma debajo de las raíces da corona de reserva a medida que la acción trituradora desgasta la superficie superior, los dientes anteriores, que se usan para cortar o tronchar, son más cortos que los laterales y únicamente están recubiertos por una capa de esmalte y cemento.

Pero no fue sino hasta 10 millones de años después, a fines del Mioceno, cuando aparecieron los primeros caballos ancestrales de un solo dedo, dos grupos, el pliohipo y el dinohipo, tenían diferencias anatómicas relativamente pequeñas con el animal de hoy, más habrían de pasar otros ocho millones de años antes de que el animal ungulado que se clasifica como Equus apareciera junto al Homo sapiens. Antes de que se iniciara la última edad de Hielo, Equus medró en Norteamérica, cuando los glaciares que avanzaban redujeron la extensión de los pastos, las manadas de caballos se internaron en los bosques y llanuras de Asia y Europa cruzando el puente terrestre que ascendía y descendía en lo que hoy es el estrecho de Bering, los caballos que se quedaron en el Nuevo Mundo sobrevivieron hasta hace unos 11.000 o 10.000 años, luego desaparecieron, probablemente por presión cinegética.

Los antepasados del caballo actual empezaron a extenderse por el norte de Asia y Europa y produjeron diversas variedades de caballos: uno de huesos grandes, cráneo largo y cara prominente, el segundo, de esqueleto delgado y hocico más corto, los Nearderthales y los hombres de Cro-Magnon conocieron a los dos animales, que les servían de alimento. El indicio más antiguo de la domesticación del caballo no viene de Oriente Medio, sino de esa región de la estepa que hoy conocemos con el nombre de Ucrania.

Muchos expertos consideran que el caballo fue domesticado a partir del tarpán, un caballo salvaje, el Equuus ferus ferus, que habitaba en las estepas de Europa oriental, Sur de Rusia y Ucrania.

El tarpán como caballo salvaje se extinguió en Ucrania a finales del siglo XIX de nuestra era, me inclino por aceptar esta tesis sobre el tarpán como origen de las distintas razas de caballos domésticos que pueblan el planeta. Sin embargo, otros especialistas particularmente los hipólogos, mantienen que el origen de nuestro caballo fue el Equus ferus perzewalskii, único caballo salvaje, también originario de las estepas euroasiáticas, que pervive en nuestros días. No obstante, su estudio citogenético ha demostrado que el perzewalskii, cuenta con un cariotipo de 66 cromosomas, mientras que todas las razas de caballos domésticos poseen en su cariotipo sólo 64 cromosomas. Ciertamente que el cambio de 66 a 64 cromosomas en el cariotipo del caballo perzewalskii salvaje al doméstico, pudiera haberse producido después de la domesticación: difícil aunque no imposible. No obstante, resulta más probable pensar que el caballo derive de un antecesor salvaje de 64 cromosomas. De ahí, que aunque no contamos con datos citogenéticos sobre el extinguido tarpán, es más fácil pensar que aquel caballo del sur de Rusia tenía 64 cromosomas, que mantener el hecho de que después de la domesticación, se ha producido la modificación del cariotipo de nuestro caballo,

Respecto al todavía existente perzewalskii, un reciente estudio, donde se realiza un test mitocondrial de ADN a 600 caballos pertenecientes a 25 razas diferentes, ha concluido que estos procedían de al menos a 17 grupos genéticos distintos, los cuales fueron domesticados en al menos 6 localizaciones diferentes. Por tanto, determinar dónde y cuando se produjo la domesticación del caballo no puede ser tratado de un modo simplista. No obstante, este estudio no descarta que la primera domesticación del caballo se realizara en las estepas Euroasiáticas, y casi con toda seguridad con el objetivo primario de producir carne. Tampoco sería descartable suponer que dicha domesticación se produjera entre Mongolia y Kazajistán alrededor del 3.500 a 3.000 a.n.e., y se utilizaran como rebaños de vida para aprovechar también la leche de las yeguas.

Con toda seguridad el asno, el hemión y alguno de sus híbridos, precedieron, al menos en Mesopotamia, al caballo. Este no logró imponerse en el escenario que comentamos hasta 1.800 a.n.e. Incluso una vez introducido el caballo en la región, durante bastante tiempo sus habitantes siguieron teniendo preferencias por los otros équidos domesticados. Esto se puede constatar en una de las ciudades caravaneras de Mari en el alto Eúfrates, en las cartas reales de Mari se insta a Zimrilim su monarca más importante que en su viaje no monte en caballo, dado que éste era considerado un animal salvaje. “Que mi señor conserve su dignidad real. Que mi señor no monte a un caballo, sino que viaje en un carro con mulas”.

La creciente importancia que tuvo el caballo para los agricultores se manifiesta en la constante disminución de los restos de animales de caza en sus montones de deshechos y la creciente preponderancia de los huesos de caballo, y, hacia principios del segundo milenio, se interrumpen los testimonios arqueológicos, evidentemente, ante la presión de otros pueblos que invadían sus dominios, los agricultores de la estepa ucraniana cambiaron su vida sedentaria por una existencia seminómada, muy bien pudo suceder que comenzaran a usar los caballos como bestias de carga cuando levantaban el campo, y hacia el final de su vida sedentaria tal vez los engancharan en carretas, existe también la posibilidad de que a veces se sentaran a horcajadas sobre los caballos más mansos cuando lo llevaban a pastar, más si acaso iban montados de un lado a otro, es más que probable que usaran para ello reses de ganado vacuno, más dóciles y menos caprichosos.

Es un hecho demostrado por la arqueozoología que en la antigüedad, incluso hasta el final del Imperio Romano, los caballos eran animales pequeños, con alturas en la cruz por lo general inferiores a 140 cm, y a menudo por debajo de 130 cm, lo que los colocaría en prácticamente todos los casos en la categoría moderna de póneys -hasta 148 cm-. Aunque algunos ejemplares de la Edad del Bronce Pleno, como el caballo de Buhen en Nubia, alcanzaron los 150 cm en la cruz, esto es excepcional. Durante la Edad del Bronce la media de altura estaba en torno a los 138 cm en el Próximo Oriente, y los recientes estudios en Europa Central proporcionan datos incluso menores, de entre 125-130 cm. La generalización de caballos de más de 140 cm debió esperar hasta la Edad del Hierro, en el primer milenio a.n.e., y aún así en amplias zonas del Imperio Romano persistieron grupos amplios con tallas menores.

Así pues, cuando en el Próximo Oriente antiguo los textos nos hablan de la demanda de caballos grandes, cuando Hattusil III de Hatti escribía al rey de Babilonia, Kadashman-Enlil, en la primera mitad del siglo XIII a.n.e.: «Envíame caballos, pero sementales jóvenes y grandes: porque los sementales que tu padre me había enviado, lo mismo que los que tú me has enviado, eran hermosos pero pequeños y en todo caso se han hecho viejos... [...] Que los caballos que me envíe mi hermano sean jóvenes sementales de gran talla, porque mi país está lleno de caballos pequeños». Debemos pensar mejor que en grandes caballos modernos de 160-170 cm, en alzadas de 145 a 150 cm.

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