Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 23 de noviembre de 2010

CABALLOS (v)







Los artesanos hititas, llamados “hombres de la herramienta”, gozaban de gran consideración porque de ellos dependían los carros de guerra, las armas y el trabajo del hierro, nuevo y misterioso material capaz de cortar el bronce, aunque difícil de fabricar porque los hornos debían alcanzar una temperatura muy superior a los 1.200 grados. Descubierto en las montañas anatolicas, su elaboración era secreto de estado y su naturaleza preciosa lo hizo escaso entre los ejércitos hititas cuyas grandes victorias se debieron más a la organización de sus cuerpos de carros que a las armas del maravilloso metal, sólo los nobles estaban armados con espadas de hierro.

La historia de la cetrería forma parte de la historia de la domesticación de los animales, por lo que sus orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Parece ser, por los restos iconográficos que han sobrevivido, que se debió de originar en las planicies de la Turquía asiática a partir del siglo XIII a.C., pues así lo demuestra un bajorrelieve, en el que se ve a un personaje que lleva en su mano derecha una ave de rapiña y sujeta a las piuelas con la mano izquierda.

En otra estela hitita, descubierta en Cilicia y fechada también en el siglo XIII a.C., se puede ver el escriba Tarhunpija de pie sobre el regazo de su madre mientras sujeta con la mano izquierda las piuelas de un ave de rapiña. Los asirios también nos han legado pruebas gráficas de que practicaban la cetrería, en un bajorrelieve procedente de Nínive y fechado en el siglo VIII a.n.e., se ve a un cazador con un ave de rapiña en su mano derecha que está aleteando.

Los hititas eran hombres con talento, de origen indoeuropeo, impusieron su cultura a los pueblos que dominaron y que ya estaban curtidos en la tecnología del metal, fueron ellos quienes, a partir de los recursos del hierro de Anatolia, extrajeron por fusión, por primera vez, el hierro de su mineral. Considerando que el hombre ya había estado en contacto con los metales durante unos 7.000 años, puede parecer extraño que en todo aquel tiempo no hubieran explotado el hierro, pero esto es fácil de explicar, el hierro necesitaba una temperatura de fusión de 2.000º C, el hierro tenía que estar al rojo vivo para que fuera maleable, las impurezas del hierro tenían que sacarse por martillado mientras el metal esta todavía incandescente. Los herreros no pudieron trabajar el hierro eficazmente hasta que no dispusieron de una especie de tenazas con las que poder coger el metal incandescente.

El hierro nativo es muy escaso, se encuentra principalmente en meteoritos, y los meteoritos que alcanzan la superficie terrestre son pocos y muy alejados entre sí, sólo las sideritas, los meteoritos comúnmente utilizados por los antiguos herreros del próximo Oriente, están casi completamente formadas de hierro, así se explica que los sumerios llamaran a esta forma de hierro “metal del cielo”, y no es extraño que en el mundo antiguo se le atribuyera un valor superior al oro. Las sideritas, los meteoritos metálicos, son de todos los tamaños, desde bolitas que pesan algunos gramos hasta enormes masas de cientos de toneladas.

El estudio de las costumbre de culturas primitivas ofrece algunas interesantes indicaciones. Durante generaciones, hasta hace poco, los fabricantes de útiles esquimales habían estado extrayendo pequeños trozos de hierro de tres meteoritos que se llamaban la Tienda (36 toneladas), la Mujer (3 toneladas) y el Perro (0,5 toneladas), martillando repetidamente sus bordes con percutores de piedra, después cogían las piezas rotas, cada una de ellas de cerca de un centímetro, y las acuñaban en ranuras abiertas a lo largo de hueso o colmillos de morsa para construir una especie de cuchillo aserrado. Mas al sur, los indios americanos trabajaron aparentemente meteoritos del mismo modo, introduciendo cinceles de cobre en las hendiduras para desprender trozos de metal, en el norte de México, en el famoso meteorito La Descubridora, que pesa unos tres quintos de tonelada, se descubrió una hoja rota de un cincel de cobre clavada en él.

Pero cuando el hombre empezó a fundir el hierro a partir de minerales, en vez de desmenuzar el metal de los meteoritos, todo cambió, el hierro, al ser tan abundante y tan fácil de extraer, acabó reemplazando al cobre y al bronce como material para la fabricación de útiles.

Los óxidos de hierro comunes, (hematites, limonita y magnetita), eran ya ampliamente utilizados en todo el mundo antiguo, la hematites, por ejemplo, en forma de ocre rojo, servía de pigmento utilizado para dar color a las cerámicas y para aplicar a los cuerpos de los muertos, devolviéndoles el color de la vida, además, el óxido de hierro, en cualquiera de sus tres formas, era frecuentemente utilizado en la fundición del plomo y del cobre, operación en la que el hierro combinaba con la sílice mineral para formar una escoria que se derretía y era finalmente evacuada, si el horno estaba lo suficientemente caliente existía una atmósfera reductora, quizás se producirían pequeños trozos de hierro relativamente puro, junto con plomo, durante el proceso de fundición.

En un horno primitivo, la obtención de una temperatura elevada y de un volumen de monóxido de carbono apropiado sólo podía conseguirse a expensas de grandes cantidades de combustibles, los primeros hornos para fundir hierro, ineficaces en cuanto al diseño, probablemente requerían 4 Kg de carbón de leña para obtener 1 Kg de hierro fundido, no es extraño que las colinas de los territorios del Próximo Oriente donde se fundía el metal quedaran finalmente desprovistas de sus bosques de acacias y pistachos, las demandas de combustible, en la antigua Edad de Hierro modificaron radicalmente el medio ambiente, disminuyendo la fertilidad del suelo, erosionándolo y ahuyentando a los animales que dependían del arbolado para su supervivencia.

El producto final era un bloque esponjoso, calcinado y negruzco, técnicamente, estos hornos corresponderían a los primeros modelos conocidos con el nombre de hornos de zamarras, uno de los dos tipos clásicos utilizados para la extracción del hierro a partir de mineral, de hecho, es el único modelo de que habrían podido disponer los antiguos fundidores, tanto del próximo Oriente como de Europa, el segundo tipo, el alto horno, no apareció en Europa hasta el siglo XIV. Algunos expertos creen que los hititas habrían monopolizado la fundición del hierro, otros dicen que ellos simplemente estuvieron mejor organizados que sus contemporáneos cuyas necesidades de hierro iban en aumento.

Desde sus fraguas los hititas hicieron llegar el hierro a clientes de Egipto, de Siria, de Irán y de las ciudades fenicias de la costa libanesa. Quizás era una industria estacional, los hombres que recogían y procesaban el mineral podían muy bien ser agricultores “nocturnos”, que cuando llegaba el invierno producían metal para que el rey lo almacenara “bajo sello” en sus almacenes, aquellos campesinos trabajadores del hierro debieron de extender su conocimiento de la fundición del hierro en todas direcciones, expulsados de sus tierras cuando el imperio hitita fue invadido hacia el 1.200 a.n.e., por bárbaros europeos, los supervivientes se refugiaron donde pudieron, desde entonces la producción de hierro aumentó considerablemente en todo Oriente Próximo, y los centros de producción de hierro se extendieron hasta Grecia, Siria e Italia, gracias quizá a los conocimientos trasmitidos por los herreros hititas expulsados.

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