Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 6 de mayo de 2010

Paleopatología






Es posible que algunos hombres ayudaran a sus semejantes, imitando las curas instintivas que hacían los animales que discurrían en su entorno, tenemos conocimientos de esta medicina a través de la paleopatología, la observación fue, sin lugar a dudas, la primera función médica del hombre. Se han encontrado bacterias incluidas en fósiles de hace 500.000 años, no dudamos que la enfermedad, el dolor físico y el malestar, siempre han estado presentes con el hombre.

Seguramente el instinto capacitó al hombre en los primeros métodos curativos, el acto reflejo de frotar la parte afectada, succionar y/o presionar la lesión, deben haber sido actos primitivos, que en la actualidad siguen practicándose en todas civilizaciones.

Lo demuestran hallazgos de fósiles con signos de traumatismo, fracturas consolidadas, fracturas de cráneo, así como también enfermedades como tumores, caries, lesiones tuberculosas, artrosis, raquitismo y osteomielitis. La úlcera de estómago no es sólo producto del estrés de la vida moderna, ya los hombres de la Prehistoria padecían dolores estomacales, trastornos intestinales e incluso cáncer de estómago, a raíz de investigaciones genéticas se ha descubierto recientemente que la bacteria Helicobacter pylori, el principal agente desencadenante de estas dolencias, habita en el tracto digestivo del hombre desde hace 11.000 años.

La cirugía, es una forma de tratamiento simple o complejo, utilizada desde los más remotos tiempos para el tratamiento de las heridas producidas por la caza, por ataques de depredadores o por la guerra, la curación de heridas, de huesos fracturados, de traumatismos, las trepanaciones, los drenajes de accesos, para lo que utilizaban hojas de obsidiana y silex, la escarificación y la aplicación de baños, agua, barro, telarañas, emplastos vegetales, humo (creosota), estiércol, orina, etc. Los masajes se utilizaron en todas las culturas iniciales, así como el baño con fines terapéuticos y de limpieza corporal y espiritual. Cuando se dominó, el fuego se utilizó también en medicina, no sólo para preparar brebajes, sin para hacer cauterizaciones y para aportar calor que alivia el dolor.

La intervención de algunas personas en la curación de otras se ha demostrado en restos antiguos, como es el caso de Shanidar (Irak), donde un individuo que tenía un brazo amputado entre otras lesiones, sobrevivió varios años, pero se desconocen las técnicas usadas para curarlo. En un yacimientote la República Checa, apareció la prueba de una amputación realizada hace unos 7.500 años. En otro yacimiento al sur de París se ha encontrado la evidencia de una amputación quirúrgica a un hombre que vivió entre 4.700 y 4.900 años antes de nuestra era, era un hombre grande (2 metros), que padecía artrosis en las vértebras cervicales y que había perdido íntegramente la dentadura, y, ha llamado la atención, que el difunto compartiera tumba con una oveja y un hacha.

Al reconstruir la operación mediante un escáner se ha advertido que había un traumatismo y que se había realizado una amputación mediante un escarpelo de sílex, ya que entonces no se habían generalizado los útiles en metal. La limpieza del corte descarta la posibilidad de que el hueso se hubiera seccionado en razón de un accidente o de una pelea conclusión, por tanto, de que un especialista con oficio y criterio llevó a cabo un "acto quirúrgico". No es la única sorpresa, el análisis de la osamenta ha permitido reconocer señales de cicatrización posteriores en meses, incluso en años, al trance de la amputación, que se produjo por debajo del codo y no impidió al paciente reintegrarse entre sus congéneres. Puede decirse que había una cierta especialización y un cierto conocimiento, de los restos hallados se desprende, por ejemplo, condiciones idóneas de asepsia y se puede acreditar que la sección del hueso se hizo con criterio y escrúpulo.

En el asentamiento de Monte Verde (Chile) se detectó una cabaña que era una auténtica farmacia, en ella existían 27 tipos de plantas medicinales, algunas traídas desde muy lejos, también restos de masa de hierbas machacadas con los dientes.

Los dientes son foco de muchas infecciones y saber curarlos a tiempo básico, y si no que se lo digan a “Miguelón”, uno de los homínidos encontrados en la Sima de los Huesos de Atapuerca (España), sus restos fósiles indican que tenía una gran infección con origen en un diente roto. Muchos miles de años después, los H.sapiens del Baluchistán paquistaní ya tenían dentistas, esta es la prueba más antigua hallada, hasta ahora, los dientes encontrados (datados en 8.000 años de antigüedad) poseen perforaciones realizadas para erradicar la caries, perforaciones realizadas con punteros de piedra finísimos.

Acerca de la paleomedicina queda un testimonio significativo: la trepanación, en todo el neolítico europeo se encuentran cráneos trepanados, descartada la hipótesis de que se trata de lesiones traumáticas, de anomalías o de artefactos, de hecho se han encontrado muchos cráneos que habían cicatrizado demostrando que la persona en cuestión vivió para contarlo, (algunos de estos cráneos presentan hasta varias trepanaciones y todas ellas cicatrizadas), ha persistido la duda sobre el significado de la lesión, a saber, de si se trata de un procedimiento terapéutico o de una operación por creencias en lo sobrenatural o en la magia para dar salida a los malos espíritus. La esperanza de encontrar respuesta observando a las tribus actuales que practican el procedimiento no ha quedado defraudada: lo practican por una u otra de las razones expuestas, el hecho de que la rodaja ósea sirva de amuleto apoya la hipótesis mágica.

Hace 530.000 años, en la Sierra de Atapuerca (Burgos) nació un niño diferente. Su cabeza era muy asimétrica y es probable que sufriese problemas motores y cognitivos. En las hostiles condiciones del Pleistoceno Medio, sus posibilidades de supervivencia sin la ayuda de sus congéneres habrían sido escasas. Sin embargo, pudo llegar a cumplir los 12 años de edad. Esta historia, reconstruida por investigadores españoles a partir de un cráneo recuperado en la Sima de los Huesos, sugiere que aquellos homínidos, los Homo heidelbergensis, no abandonaban a su suerte a los individuos discapacitados, se ha permitido determinar que aquel joven heidelbergensis sufría craneosinostosis. Esta enfermedad, que también sufren los humanos actuales, es una dolencia considerada rara. Afecta a menos de seis individuos por cada 200.000 nacimientos y se produce cuando los huesos de la cabeza de un niño se suturan antes de tiempo, sin esperar a que el cerebro haya alcanzado su volumen definitivo. Aún con el espacio constreñido, la masa encefálica del pequeño se sigue expandiendo, provocando problemas de distinta gravedad. El cráneo encontrado en la sierra burgalesa es la evidencia más antigua que se tiene de esta enfermedad. Los investigadores han calculado que la anomalía se produjo durante el embarazo, entre la semana 28 y la 34, es posible que se debiese a un traumatismo producido dentro del útero por una caída de la madre o por una mala posición del feto.

La humanidad del comportamiento de los habitantes prehistóricos de Atapuerca con sus enfermos es mayor que la mostrada por algunos homínidos más modernos en periodos muy recientes. Una actitud más eugenésica se observa en la elevada frecuencia de craneosinostosis hallada entre los niños enterrados en el cementerio del Hospital Medieval de Santiago y Santa María Magdalena en Chichester (Reino Unido). En esta institución, que funcionó como hospicio desde 1450, eran abandonados niños con deformidades de todo tipo.

La tasa de desgaste de los incisivos de los hominidos enterrados en la Sima de los Huesos permite inferir que cada tres años desaparecía un milímetro de la corona de esos incisivos y hacia los cuarenta años aquellos habitantes del pleistoceno ya no tenían dientes, masticar se tornaba imposible y sus opciones de supervivencia se reducían drásticamente. Sin embargo, un individuo desdentado de hace 1,8 millones de años hallado en el yacimiento de Dmanisi (Georgia) que había logrado sobrevivir, hace que los investigadores interpretaran aquel descubrimiento como una muestra de solidaridad con los débiles. Supuestamente, el resto del grupo habría facilitado la alimentación del anciano (H.georgicus) proporcionándole alimentos que no requerían masticar.

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