Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 28 de octubre de 2010

SANADORES EGIPCIOS (III) SACERDOTES-MEDICOS





Los magos tuvieron en Egipto la consideración de “funcionarios del Estado”, ellos eran los encargados de ejercer la magia como sacerdotes, en sustitución del propio faraón, el mago por excelencia de todo Egipto, recibían su formación como sacerdotes en instituciones anejas a los templos llamadas en los textos “casas de la vida”, allí se estudiaba y se enseñaba también muy especialmente la magia, porque en las casas de la vida se redactaban y conservaban los libros considerados como mágicos, las casas de la vida poseían especial fama a causa de sus bibliotecas, allí se estudiaban los textos teológicos, los himnos y los cantos sagrados, los tratados de astronomía, de medicina y de matemáticas, era común que los escribas o los sacerdotes de otros templos viajaran desde sus ciudades a consultar esas magníficas salas llenas de rollos de papiro.

Un concepto básico en el mundo de la magia egipcia era el expresado por la palabra Heka, que significaba “poder mágico”, esta idea estaba personificada en la forma de un dios que llevaba el mismo nombre, Heka era una de las formas de conocimiento de lo no visible y de lo no concreto. Junto a este concepto del Heka, o poder, se producía la presencia de otro no menos importante, Aju, utilizado con el significado de “personalidad luminosa”, también equivalente a “poder sobrenaturalmente efectivo”. Juntos Heka y Aju constituían la fuerza mágica por excelencia para crear y prevenir la acción negativa de cualquier otro contra el actuante.

Para poder actuar convenientemente, el mago debía conocer a la perfección cual era la naturaleza y composición del ser humano pero el ser humano como conjunto complejo dotado de personalidad con brillos divinos, estaba integrado por diferentes elementos, los más conocidos era los siguientes:

El primero era el Hat, evocaba la parte más perecedera del ser humano.

La segunda parte del ser humano era el Ba, parece que se trataría de una esencia semejante a nuestro concepto de “alma”.

En tercer lugar se considera el Ib, era el lugar por donde entraba el conocimiento y en donde residían la ciencia y la sabiduría.

El cuarto elemento, el Haty, era sede de las pasiones, de la materia, de los instintos inferiores.

El quinto era el Jaibyt, era una especie de cuerpo etéreo.

El sexto, era el Sejem, se trataba de una potencia que unía a todas las demás partes del ser como una especie de envoltura que les daba cohesión, se trataba del mismo poder que constituía la naturaleza de Sejemet, la diosa con cabeza de leona, patrona de las enfermedades y de la guerra.

Uno de los elementos que más popularidad ha alcanzado entre nosotros era el Ka, era como la fuerza vital de todos los seres, animados o inanimados.

El elemento que sigue es el “nombre” o Ren, era considerado como la esencia del ser divino o humano, animal, vegetal o mineral.

El siguiente de los componentes de la personalidad era el Aju, era el estado final de la parte espiritual del ser humano común.

El último de estos principios era el Sahu, era la sede sobre la que se depositaba el espíritu divino para reinar sobre el ser humano.

La diosa Sejemet, cuyo nombre significaba “la poderosa”, estaba representada como una mujer con cabeza de leona, era la encargada de expandir las pestes y las enfermedades. Esta tremenda deidad estaba relacionada con la llamada “peste del año”, momento que coincidía con el tránsito de un año a otro, principalmente durante los cinco días epagómenos del final del ciclo anual. De hecho, esos días, al final de la estación seca, representaban el periodo del tiempo más terrible en Egipto, puesto que no había agua, y es seguro que las enfermedades infecciosas debían aumentar enormemente. Los egipcios consideraban que el furor destructor de la diosa contra la humanidad y el mundo creado amenazaba con desatarse de un modo especialmente sañudo en tales momentos.

Así pues, la diosa Sejemet tenía capacidad para provocar enfermedades y pestes durante todo el año y especialmente durante su parte final, cuando los vientos nefastos favorecían la extensión de los miasmas contaminantes. En sus creencias, vinculadas con el deseo de la conservación de la salud y, complementariamente con el temor a la enfermedad y a la muerte, produjeron la actuación de unos magos específicos, los sacerdotes Vab de la diosa Sejemet, formaban parte de un clero, cuyas actuaciones tenían un origen casi exclusivamente taumatúrgico, es decir, de actos prodigiosos en relación con la curación de las enfermedades, no eran específicamente médicos civiles, Sunu, que ejercían la medicina con criterios técnicos cercanos a los conceptos e ideas de la medicina natural, aunque la mayoría de ellos tenían el titulo de Sunu también. En puridad, no eran funcionarios exclusivamente religiosos, la mayoría, sino todos ellos, practicaban el arte de la curación, que no era con exactitud el arte de la medicina, más bien eran expertos sanadores que ejercían su función a partir de los estudios y enseñanzas especiales que habían recibido en las Casas de la Vida de los templos.

Los Vab de Sejemet estaban considerados como los representantes del ejercicio de un arte que tenía por finalidad la supresión de la enfermedad y, en lo posible, de la muerte. Pero no eran éstas sus únicas funciones, como miembros del clero de la diosa leona tenían en sus manos garantizar la protección del mundo contra toda clase de males. Estos magos, eran, pues, un cuerpo de sabios con amplios conocimientos en diferentes materias del saber egipcio, eran expertos en literatura sagrada, libros de magia, tratados de astronomía, de alquimia, medicina y otras materias.

Unas inscripciones funerarias de Hatnub, de fecha incierta se hace referencias a unos sacerdotes de Sejemet, uno de ellos llamado Ahanejt: “fui un sacerdote de Sejemet, poderoso y hábil en mi arte, experto en examinar con mi mano; que conocía a los bueyes…”. Frecuentemente se representa a algunos sacerdotes de Sejemet en el acto de presenciar sacrificio ritual de ganado, se distinguen por su bastón, también en recuentos de ganado.

En la medicina egipcia se observa que el mago, médico si se quiere, operaba a partir de la llamada magia de transmisión. La medicina en Egipto se aplicaba a través de las fórmulas, de los ritos y de los objetos mágicos, ésos eran los tres pilares fundamentales que identifican el ejercicio de esta ciencia como una verdadera aplicación mágica.

La relación que surgía entre el sanador y la enfermedad consistía en el combate de la epidemia o peste por medio de trampas para los demonios que la provocaban, combatir y vencer a la epidemia suponía desatar los lazos y ataduras que la vinculaban y sujetaban al cuerpo del enfermo, pero, al mismo tiempo, liberar el cuerpo enfermo de la dolencia suponía dejar a ésta en libertad de modo que el sanador-médico podía caer víctima de las ataduras demoníacas que acababa de soltar, por tanto, lo primero que debía conocer y controlar el Vab de Sejemet era el método para no perecer ante los mismos demonios o entes malignos que ordenaba salir del cuerpo del paciente, para ello, mientras palpaba al enfermo, el sacerdote-sanador recitaba la siguiente fórmula mágica de protección: “oh Isis, que tú puedas librarme, que puedas protegerme contra cualquier cosa malvada como lo hiciste con tu hijo Horus, igual que él, yo he entrado en el fuego y he escapado del agua...”

En la composición de los remedios entraban los elementos más dispares, de los que destacan los relacionados con la herboristería, aunque empleaban sustancias procedentes de los tres reinos de la naturaleza: alabastro, arsénico, natron, sílex, conchas marinas, acacia, ajo, cebolla, enebro sicomoro, cereales, bilis, leche, hígado, grasas animales, leche materna, miel, orina y excrementos de murciélago, hipopótamo, cocodrilo o pelícano. En cuanto a las formas de uso se emplean pociones, ungüentos, fumigaciones, cataplasmas, baños de barros y elaborados regímenes alimenticios

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