Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 5 de octubre de 2010

LA VIDA EN EL NILO (III) Animales domésticos








Los primeros egipcios vacilaron bastante sobre los animales que más les convenía domesticar, el hombre y el perro se aliaron para la caza, al buey y al burro se les descubrieron aptitudes para el transporte, la lana de los borregos era apreciada por las tribus nómadas, mientras que los egipcios la rechazaban para sus muertos e incluso para los vivos, preferían la cabra al carnero, además de estos animales de temprana domesticación, a los que habría que sumar el cerdo, los egipcios capturaban y criaban en cautividad gacelas y ciervos, oryx, búfalos, antílopes addax, íbices e incluso hienas. La mayoría de los ganaderos se aferraba, pues, a los verdaderos amigos del hombre: el buey y el burro, la cabra y el cordero, la oca y los patos, luego el caballo, el camello sólo lo conocen los habitantes del Delta oriental, el gallo aparecerá más tarde, es evidente que otros animales eran objeto de atenciones e incluso de conmovedores cuidados, pero en los templos y por razones religiosas.

Si al pastor le gustaban sus animales cuidaba de ellos con diligencia, sabía en qué lugares crecían las plantas que preferían y se las proporcionaba, los animales lo agradecían y correspondían con esmero creciendo, engordando y teniendo muchas crías, la literatura egipcia nos dice que esa vida no era nada monótona. El cruce de los pantanos era siempre un momento difícil, allí donde el hombre y los animales adultos no hacían pie, un ternero podría ahogarse, el pastor se lo cargaba a cuestas por las patas y entraba en le agua resueltamente, la madre los seguía mugiendo, con los ojos dilatados por la angustia, las demás vacas no la abandonaban, los dóciles bueyes, rodeados por otros pastores, caminaban en orden, si la profundidad era grande, cerca de las cañas y los papiros, había que temer al cocodrilo, los pastores sabían lo que había que decir para transformar al enemigo en un vegetal inofensivo ó para cegarlo, nos lo dicen los papiros mágicos. Una tumba de El-Bercheh nos ha legado la canción de un pastor que había recorrido muchos países: “habéis picado a los bueyes en todos los caminos, habéis pisado la arena, ahora pisáis la hierba, coméis plantas vellosas, estáis saciados, hay cosas buenas para vuestro cuerpo”.

La monta, el nacimiento de un ternero, las luchas de toros era, con los desplazamientos, las principales oportunidades que tenía un pastor para demostrar sus conocimientos y su dedicación. Si fracasaba, lo pagaría caro, si el cocodrilo alcanzaba un ternero, si la epidemia diezmada un rebaño, no cabía ninguna explicación, se tendía al responsable en el suelo y se le apaleaba. Una buena preocupación contra el robo era marcar el rebaño, esto se hacia sobre todo en las posesiones de Amón y de los grandes dioses, así como en las propiedades reales.

La cría de aves de corral se efectuaba en recintos especiales que no cambiaron de forma desde el Imperio Antiguo hasta el Nuevo, se trataba de un patio decorado con una estela y estatuas de Renwtet, a un lado un almacén de tinajas y fardos, así como una báscula para pesar el grano, al otro lado, un terreno cercado por una reja que tiene un estanque en el centro, las ocas y los patos se bañan en él o caminan por las orillas cuando el encargado les trae su ración de grano.

Los perros pastores o perros guardianes, eran en su mayoría lebreles de delgadas patas, con un rabo largo, el hocico alargado y las orejas a veces grandes y caídas, otras veces puntiagudas y rectas. La primera representación de perros domesticados la encontramos en la llamada taza de Moscú, 4.000-4.5000 a.n.e., encontramos perros con collares durante Nagada II. En el Imperio Nuevo ya no se ven los antiguos galgos africanos que tenían la cola en forma de trompeta, ni perros guardianes de tamaño medio que tenían las orejas rectas, y menos aún los bassets que habían estado de moda en el periodo intermedio, sin embargo, además de los lebreles existía una raza de tamaño más pequeño que se llamaba keffet. Los perros tienen nombres (valiente, confiable, bueno, viento del norte, antílope, inútil, negrito, el quinto), bajo la I dinastía a un perro se le llama Neb (señor), se lo enterró junto a su dueño y se ha encontrado la estela en la que se grabó su nombre y su imagen, el rey Antef puso nombres a sus cuatro perros, estaba tan orgulloso de ellos que hizo representar a los cuatro en una estela que se puede ver en el Museo de El Cairo; en Abydos había una sepultura de perros en medio de las tumbas de las mujeres, los arqueros y los enanos, había otra en Asiut, de donde procede el perro de roca caliza del Louvre que no tiene el aspecto de ser un guardián complaciente, a pesar de la campanilla que cuelga de su cuello, los egipcios nunca negaron a los perros los honores fúnebres o divinos, pero es necesario observar que los artistas nunca representaron al hombre acariciando al animal o jugando con él.

Tal vez el mono llegó a conseguir más afecto del hombre; a partir del Imperio Nuevo tuvo acceso a la casa, divertía a todo el mundo con sus muecas, sus saltos y habilidades, por lo que encontraba fácilmente compañeros entre los enanos y los jorobados, que entonces formaban parte del personal de una gran casa, el mono convivía muy bien con el perro y con el gato, no tan bien con la oca del Nilo, que tenía un carácter pendenciero y atacaba si era necesario. El gato no logró introducirse en las casas hasta el Periodo Intermedio, la primera prueba de domesticación del gato es una tumba de una aldea neolítica en Chipre, donde se hallaron restos de un hombre y un gato, junto a una variedad de objetos que reflejan una amistad entre ellos, hacia el 7.000 a.n.e.

La relación entre el gato y el hombre surgió en el Neolítico, hace más de 9500 años, la primera prueba fue hallada en una tumba de una aldea neolítica en Chipre, donde se hallaron los restos de un hombre y un gato, junto a una variedad de objetos que reflejaban una amistad entre ellos. El gato fue considerado en Egipto en época tardía, un animal especial, representado en la gata protectora del hogar y la familia, adorada en la ciudad de Bubastis, muchos eran llevados allí para ser enterradas en necrópolis destinadas a ellos, a finales del siglo XIX se desenterraron en una de éstas 300.000 momias de gatos que luego fueron vendidas como abono. Sobre las momias de gato es fácil que aparezca una máscara de yeso en la que se pintaba una cara de gato, en la época Saita se distinguen sus vendas por que forman motivos geométricos.

Además de enterrar a sus mascotas junta a ellos, los antiguos egipcios tenían algunos cementerios destinados a los animales sagrados, por ejemplo en Tuna El Gebel donde se depositaban en nichos las momias de ibis y de babuinos, animales que representaban al dios Thot, dios de la escritura, adorado en Hermópolis, ciudad cercana a esta necrópolis. Las momias de ibis se enterraban en sarcófagos de madera o en jarras de cerámica, el cuerpo se envolvía en finas tiras de lino, y a veces, se colocaba en la cabeza una mascara dorada, en esta necrópolis también se han encontrado momias de halcones y otros animales.

Pero el lugar de enterramiento más importante que existe es el Serapeum de Saqqara, donde se enterraban a los toros Apis, se trataba de una galería subterránea llena de anchos nichos que recogían a estos animales sagrados momificados, fueron tan importantes que se abrió una avenida de esfinges desde la ciudad de Menfis hasta el propio Serapeum, el culto al toro Apis estuvo unido al del dios Ptah, dios principal de Menfis, este animal tan importante vivía en un palacio, recibía las atenciones de sus sacerdotes y, a su muerte, era cuidadosamente momificado, recibía el ritual de embalsamamiento e introducido en un enorme sarcófago de granito, enterrado en su tumba, se han encontrado importantes ajuares funerarios junto a estás momias. Cerca se localizaron otros cementerios destinados a chacales y gatos.

Antes de empezar a domesticar animales, los egipcios solo podían acceder a la carne por medio de la caza. En época predinástica el valle del Nilo era mucho más verde y húmedo que hoy en día, y por tanto con muchas más especies de animales, como leones, leopardos, guepardos, variedad de antílopes y gacelas, hipopótamos, cocodrilos, cerdos, avestruces, muchas aves acuáticas, gamos, hienas, ovinos y caprinos silvestres, así como peces tanto de mar como de río, algunas de estas especies se capturaban sólo por su carne, otras por sus plumas o pieles o marfil, pero la mayoría proporcionaba además comida para el cazador, ésto queda atestiguado por las marcas que han aparecido en los restos, que indican la manipulación del despiece.

Se ha debatido mucho sobre si domesticaban a las hienas para consumir su carne o para servirles como “perros de caza”, esto parece dudoso ya que las hienas, aunque cazan si se les presenta la ocasión, son básicamente carroñeras, mucho más significativa resulta la mención a las hienas en una granja, en la que parecen cercadas y atadas y cebadas a la fuerza de manera bastante parecida a la que se utiliza hoy en día con las ocas para obtener el foie-gras, esto nos daría pie a pensar que sí comían su carne, en todo caso se han encontrado pocos huesos de hiena, y la escasez de referencias en los textos nos hace pensar que no se trataba de una carne popular en el antiguo Egipto, sólo hay una referencia a una hiena como ofrenda formal en una tumba.

Los bóvidos eran los animales domésticos más importantes para los egipcios, los bueyes eran muy valorados e incluso adorados en Egipto (y también en otras culturas de la antigüedad), además de la carne, la grasa y el tuétano, el ganado vacuno proporciona la leche, la crema, la mantequilla y el queso. Según las pinturas y los textos, los bóvidos que comían los egipcios eran en su mayoría bueyes y toros, aunque ocasionalmente se sacrificaba una vaca preferían la carne de buey, ya que al tratarse de animales castrados, engordaban más, comiendo lo mismo, que vacas y toros, y, por tanto, su cría resultaba más económica, además, al no producir leche, los bueyes eran más aptos para proporcionar carne que las vacas, se sabe que cebaban al ganado previo al sacrificio. Había distintos tipos de bueyes:

Iwa, o buey africano de gran tamaño y buena cornamenta, con alimentación adecuada llegaba a ser enorme y pesado, lo vemos en pinturas de Abydos y Medinet-Habu.

Wndju, eran unos bueyes mucho más pequeños y generalmente sin cuernos.

Nega, eran otros bueyes de gran cornamenta, pero de carácter más huraño, y que no se dejaban cebar, por lo que siempre se los presentaba delgados.

Por último el buey llamado Herysa, era probablemente el más apreciado por los egipcios.

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