Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 13 de abril de 2010

Los primeros sanadores públicos



En la mayoría de las sociedades del nivel de aldea existe una comunidad indiferenciada de espíritu de antepasados que vigilan de cerca a sus descendientes. Al aumentar la población, la riqueza heredable y la competencia intrasocial entre los diversos grupos de parentesco, la gente tiende a prestar una mayor atención a los parientes muertos concretos y recientes con el fin de legitimar su derecho a la herencia de tierras y otros bienes.

Al ir evolucionando las Jefaturas, las clases dirigentes contrataban especialistas cuyo cometido consistía en memorizar los nombres de los antepasados de los jefes. Para asegurarse de que los restos mortales de estos dignatarios no fueran a desaparecer, los jefes supremos mandaban construir tumbas primorosas que mantenían de forma tangible los vínculos entre las diversas generaciones.

La creencia en la existencia de un mundo de espíritus alimentó la esperanza de que es posible incitar u obligar a los seres espirituales a ayudar al hombre a llevar una vida más larga, más sana y más satisfactoria, todas las culturas que conocemos poseen un repertorio de técnicas para obtener este tipo de ayuda. Entre las simples sociedades del nivel de bandas y aldeas, la mayoría de los adultos poseen un conocimiento práctico de estas técnicas mágicas, de conformidad con un uso abierto e igualitario de los recursos naturales. No obstante el peso que tiene la religión de factura propia entre los pueblos organizados en bandas y aldeas, todas las sociedades conocidas reconocen que algunos individuos, llamado chamanes, poseen una aptitud especial para obtener ayuda del mundo de los espíritus, (Chaman es un término procedente de los pueblos siberianos de habla tungisica), los chamanes son expertos en la comunicación con el mundo de los espíritus, que visitan durante sus sueños y trances. Para entrar en trance ingieren sustancias alucinógenas, bailan al son monótono de tambores o simplemente cierran los ojos y se concentran, sus cuerpos se vuelven rígidos y empiezan a sudar, gemir y temblar a medida que entran en el mundo de los espíritus y apelan a sus guardianes para que curen a los enfermos, predigan el futuro, encuentren personas perdidas o alejen fuerzas malignas. Fueron los primeros sanadores de la historia.

Para Platón la muerte significa “lisis” (soltar) y “chorismos” (separación), definió la filosofía como “phaedres melite thanatou” (práctica y preparación para la muerte), creía que dicho conocimiento hacía la muerte menos terrible para el filósofo que para la gente común, la íntima relación del chaman con la agonía, la muerte y la vida después de la muerte, así como con las técnicas mentales y espirituales por las cuales se proyecta a sí mismo hasta las fronteras de la vida y la muerte, lo convierten en un excelente exponente de la filosofía platónica. La investigación moderna de la muerte ya no está tan alejada de la quintaesencia de la filosofía de Platón, aunque aquella se preocupa en principio por tratar de descubrir lo que le sucede a alguien que ha estado muy cerca de la muerte y luego recobra la conciencia, las investigaciones demuestran que las experiencias próximas a la muerte (EPM) no varían, más allá de diferencias culturales.

Algunos investigadores sostienen que las EPM reflejan la estructura interna del cerebro y que el efecto túnel y el repaso de vida son generados por el propio cerebro, de acuerdo a esto, los recueros bloqueados con frecuencia se liberan por medio de drogas psicoactivas, experiencias traumáticas o la estimulación/excitación cerebral eléctrica, se explica así la revisión global de la propia vida, en lo que atañe a sonidos y música, señalan que la información sensorial continúa llegando al cerebro de los pacientes bajo anestesia, y las experiencias lumínicas las atribuyen a una excitación del sistema nervioso central que imitan el efecto luminoso; sin embargo, otros críticos consideran que estas experiencias son el resultado de la disminución del oxigeno en el lóbulo superior del cerebro, donde se sitúa la corteza visual.

Contrarios a estos argumentos otros investigadores señalan que las vivencias del túnel y ruidos no sólo se producen en los pacientes bajo narcosis, sino en todas las situaciones comunes de agonía, los críticos han comparado el fenómeno del sonido a las alucinaciones auditivas que anuncian un ataque leve en las personas que sufren epilepsia del lóbulo temporal, a menudo estos pacientes también tienen un recuerdo panorámico, sin embargo, los fenómenos EPM no sólo se producen en esquizofrénicos, sino también en gente normal que ha sufrido un accidente o está muy grave.

Cuando estudiamos los medios fisiológicos empleados intencionalmente por los chamanes para provocarse este estado de casi muerte, veremos que las dos interpretaciones no se excluyen entre sí, por completo, la interrupción de la cantidad de sangre o/y oxígeno al cerebro, las condiciones narcóticas y los estados de psicoexcitación por drogas, son representativos de todas las culturas.

La cultura y la medicina actual han declarado la guerra total a la enfermedad y la muerte, a esta última porque significa el fin de la existencia terrena, a la primera porque menoscaba la alegría de vivir. La enfermedad se considera algo malo, algo de lo que hay que deshacerse tan pronto como sea posible, algo que debe terminar, la vemos como una invasión, un virus, un bacilo o lo que sea y por lo tanto en lo profundo de nosotros mismos se experimenta como un proceso extraño que incapacita, paraliza o destruye nuestro cuerpo en el ámbito interno, como un estado de cosas anormal que debe reprimirse por todos los medios posibles.

Las antiguas culturas y las sociedades tradicionales no consideran a la enfermedad y la muerte como malas y hostiles en esencia, sino que reconocen su dinamismo interno positivo. Para estas culturas tradicionales, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte son manifestaciones de la sabiduría inherente al cuerpo, ante la cual basta rendirse para alcanzar áreas de percepción capaces de revelar la verdadera base de nuestra existencia terrena.

Toda la enfermedad es un intento de curación y cada curación es un intento de escapar de la conciencia normal, las enfermedades que surgen como resultado de una llamada a la vocación son la forma más sublime de enfermedad: una enfermedad sagrada que por medio de su poder hace posible que surjan percepciones físicas y metafísicas.

La medicina moderna puede considerar superfluo, inclusive hasta oscuro o excéntrico, el que un curandero se adentre con tanta intensidad en el proceso de la enfermedad, sin embargo la lógica de esto es obvia, se basa en la premisa de que alguien que ha experimentado y superado el sufrimiento de una enfermedad será el más capacitado para diagnosticarla y curarla, la medicina actual rechaza la imagen del curandero herido, el doctor enfermo que se ha curado a sí mismo, pone demasiado énfasis en la manipulación exclusivamente tecnológica del paciente, alienándose cada vez más de la experiencia real de la condición del paciente.

Los chamanes no han sido tomados en serio por la mayoría de los médicos alópatas, a pesar de que muchas tradiciones chamánicas han desarrollado sofisticados modelos de curación a través de los siglos. A excepción de sus conocimientos de herboristería, en general al chamanismo ha sido ignorado o ridiculizado por el mundo médico y académico, no obstante, los chamanes han sido los primeros funcionarios religiosos y los primeros psicoterapeutas. Los chamanes pueden definirse como curanderos indígenas que alteran deliberadamente su conciencia con el fin de obtener conocimiento y poder proveniente del “mundo de los espíritus”, para ayudar y curar a su tribu.

Hay métodos chamánicos de curación que guardan un estrecho paralelismo con la terapia conductista contemporánea, la quimioterapia, la interpretación de los sueños, la terapia familiar, la hipnoterapia, la terapia ambiental y el psicodrama.

Según el modelo de curación chamánico, el cuerpo es un depósito estratificado de fortaleza y debilidades adquiridas a lo largo de la vida, la función del chaman consiste en realizar un diagnostico preciso y dejar entonces el tratamiento del paciente en sus propias manos. La etiología, o causa de la enfermedad, determina el tratamiento de la dolencia, hay un tipo de dolencias que se considera intratable, ya sea porque el cuerpo cuenta con la capacidad necesaria para combatirlas, (como por ejemplo, estreñimiento, indigestión o mordedura venenosa), o porque no existe posibilidad de cambio (como en el caso de retraso mental, defectos de nacimiento o maleficios), hay otra categoría que catalogaremos como “enfermedades pasajeras”, causadas supuestamente por impurezas tales como un calor excesivo o líquidos nocivos que “pasan” por el cuerpo. Cuando se les habla a los chamanes de la teoría de los gérmenes, no lo rechazan ni dudan de la autenticidad de su propio sistema, se limitan a incorporar los gérmenes en su lista de impurezas que pueden causar enfermedades pasajeras.

La tercera categoría es la de las “enfermedades residentes”, así denominadas porque “residen” en el cuerpo durante un periodo considerable, se supone que la causa de las enfermedades residentes obedece a una conducta indebida. La conducta del paciente facilita pistas importantes para el diagnóstico y tratamiento de la dolencia, son propios de las enfermedades pasajeras síntomas tales como la fiebre, la urticaria, las hemorroides o las úlceras; las enfermedades residentes pueden identificarse por una conducta errática o compulsiva, así como por actividades letárgicas o autodestructivas, las enfermedades del primer grupo pueden ser comunicables, pero no las del segundo. El tratamiento de las enfermedades pasajeras suele incluir hierbas, al descubrir las medicinas alopáticas, estas han sido incluidas en la lista de agentes curativos para dolencias pasajeras, el tratamiento de enfermedades residentes se realiza basándose en cánticos, oraciones, soplando para alejar del paciente los agentes nocivos, succionando los elementos dañinos de su cuerpo o comiéndose la carne del objeto peligroso cuya violación ha causado la enfermedad.

El “curador herido” es un antiguo calificativo, perfectamente aplicable, en su sentido moderno, a quienes, como profesión, han invertido su corazón en la cura de los demás. De un modo particular, el concepto del curador herido se ha relacionado con el chamanismo, los chamanes aparecieron en la antigüedad como sabios capaces de adivinar la dirección de la vida de la tribu y como médicos en los momentos cumbre de la medicina griega, fueron las mujeres sabias y brujas durante la Edad Media y el Renacimiento, el chaman aparece disimulado en la periferia de diversos campos, incluida la medicina, la psicología.

. En las culturas en que se valora el papel del chaman, el curador potencial se somete a un periodo de iniciación que agudiza su sensibilidad e introspección, algunas veces esto ocurre de un modo accidental, como puede ser el caso de una enfermedad grave que lleve al iniciado a las puertas de la muerte, en otras ocasiones, los futuros curadores emprenden una búsqueda visionaria, sometiéndose a grandes privaciones hasta desvincular su mente de la realidad ordinaria para luego entrar en contacto con lo sobrenatural, en ambos casos, se revela la misión curativa y los instrumentos para llevarla a cabo.

La misión del curador herido es difícil y la senda resbaladiza, los chamanes saben perfectamente que su profundo vínculo con la curación supone un reto para su propia vida, están frecuentemente enfermos, saturados por el “veneno” de su propio trabajo, sus viajes a otros mundos, a otros niveles de la realidad, suponen un lado oscuro y amenazador, no existe indicación alguna de que sean particularmente conscientes de la salud física.

La biomedicina moderna manifestaba autentico desdén para con las medicinas tradicionales. Los orígenes de dicho desdén se remontan al periodo tardío del Imperio Romano y su pacto con la religión dominante, la medicina quedó relegada a la iglesia y a los sacerdotes. A quienes practicaban sin formar parte de la institución se les calificaba de herejes, durante la Edad Media, a una persona que pareciera haber curado a otra, se la podía quemar en la hoguera como brujo o bruja, el “Malleus maleficarum”, famoso texto de la época sobre brujería, condenaba a todas las mujeres que practicaran la curación.

Todas las partes del mundo están interconectadas a todos los niveles de la realidad, de modo que cualquier cosa que le ocurra a un individuo afecta a todos los demás y lo que ocurra a los demás afecta al individuo, a todos los niveles, desde el físico hasta el espiritual.

Los objetos perceptibles a los sentidos son manifestaciones locales de pautas más amplias de energía.

Para la enfermedad, tan importante es lo imperceptible a los sentidos humanos como lo que puede ser medido y comprobado por los mismos”.

Estos conceptos chamánicos son extraordinariamente parecidos a los recientemente elaborados por la mecánica cuántica, la física molecular moderna y las matemáticas de la topología y la teoría del caos y de las catástrofes.

Incluso después del nacimiento de las Jefaturas y los Estados, el chamanismo siguió siendo un componente importante de la vida religiosa, de hecho nunca perdió su atractivo popular. La aparición de las Jefaturas y los Estados dio lugar a nuevos estratos de creencias y prácticas religiosas propias de sociedades evolucionadas y centralizadas, la aparición de Jefaturas avanzadas y de los Estados se vio acompañada del desarrollo de instituciones eclesiásticas integradas por especialistas profesionales y de dedicación exclusiva, y los primeros sacerdotes. A diferencia de los chamanes, los sacerdotes vivían separados de la gente común, estudiaban cosmología, astronomía y matemáticas, se ocupaban del paso de las estaciones y de otras fechas señaladas a lo largo del año, e interpretaban la voluntad de los antepasados de la clase dominante y de los dioses. Luego los dioses de las primeras religiones quisieron comer y fue responsabilidad de los primeros sacerdotes asegurar que comieran bien.

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