Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

martes, 20 de abril de 2010

Animales en las cuevas paleolíticas





Incluso las personas que no han visitado nunca una cueva con arte parietal y los que no se interesan por este arte, reconocen instantáneamente la figura de un bisonte o de una cabra salvaje por lo que son, es decir, la representación de un animal hecha por un artista de la prehistoria. El arte paleolítico, desde sus inicios hasta el fin, es sobre todo un arte de representaciones animales. Algunos especialistas, desde hace años, insisten en la importancia de los signos geométricos, no obstante, nuestra primera y firme percepción del arte paleolítico es ante todo la de un bestiario, abundante y disperso, a pesar de conservar características comunes.

La mayoría de animales representados son herbívoros de gran tamaño: aquellos que los hombres veían entorno suyo y cazaban. En el arte paleolítico los caballos dominan, aunque puedan estar localmente superados en número por los bisontes (zona pirenaica) o los ciervos (zona cantábrica), incluso por rinocerontes y felinos en las primeras etapas, o incluso, más tarde, por los mamuts. Sin embargo, los équidos continúan siendo numerosos, sean cuales sean las formas y las técnicas utilizadas, los periodos y las regiones. El tema del caballo constituye en cierto modo el centro de atención del arte parietal. Lo más destacable es que este animal aunque figura regularmente en el repertorio faunistico del Paleolítico, era generalmente menos consumido que el reno o el bisonte, o que la cabra en las zonas de montaña. Es el mismo caso, aunque con un número un tanto menor, del bisonte, que también esta presente en cantidades no despreciables desde el Auriñaciense hasta el final del Magdaleniense.

¿Por qué no hay humanos representados en las cuevas?, se han contabilizado un centenar, sin contar las manos y vulvas aisladas. Esta constante inferioridad numérica en todas las épocas del Paleolítico contrasta con lo que se evidencia en la mayor parte de los diferentes tipos de arte rupestre existentes en el mundo. En la misma Europa, en periodos más recientes (Arte Levantino del Neolítico, o Arte Escandinavo del Neolítico y de la Edad de los Metales) abundan los humanos. Los conceptos, el marco y, sin duda, el mismo papel del arte habían cambiado.

Además de su relativa rareza, las representaciones humanas paleolíticas presentan dos características principales: Son casi siempre incompletas, incluso reducidas a un segmento corporal único, y son poco naturalistas, a diferencia de los animales. Las representaciones de humanos completos es excepcional: apenas algo más de una veintena, que corresponden a mujeres esculpidas o esbozadas en superficie blanda de bóveda rocosa o de hombres pintados o grabados. Un tema especial es el de criaturas compuestas, a veces llamados antropo-zoomorfos, teriantropos y hechiceros, estos seres presentan unas características a la vez humanas y animales.

Algunos temas fueron ignorados deliberadamente en el Paleolítico, entre los animales algunos no aparecen nunca en el arte parietal, tales como los insectos o los roedores, otros animales son escasos (pájaros, serpientes, peces) o conocidos solamente por uno o dos ejemplares. L lista de excepciones da una idea de las posibilidades que ofrecía, a priori, una fauna extremadamente variada y de la que solamente algunos animales fueron escogidos. Dejando a un lado la fauna, los artistas podrían haber representado perfectamente otros temas, sin embargo, no lo hicieron. El marco natural no esta presente, en otras culturas se ha representado las nubes, el sol, las estrellas, los árboles, los ríos, las montañas. Nunca fueron representados por los paleolíticos, los elementos de la vida cotidiana también se hallan ausentes: ninguna representación de chozas, o de tiendas, del fuego, de herramientas o de armas reconocibles (con excepción de signos rayados sobre algunos animales que son seguramente proyectiles o armas).

Los animales pueden representarse completos o reducidos a su cabeza, o a su cuarto delantero, lo que basta para identificarlos. No tenemos ninguna posibilidad de saber si su valor o su papel cambiaron en función de estos criterios. Igualmente, los animales magníficamente detallados, con el dibujo del pelo y con las mínimas características anatómicas, conviven con otros, naturalistas a identificables, pero representados solo por algunos trazos y reducidos a su más simple expresión. En este caso, la idea aparentemente expresada se limitará a la especie (“caballo”, “cabra salvaje”), mientras que para los otros casos, las informaciones suplementarias serán abundantes, como: edad, sexo, actitud, estación del año. Estas dos maneras de representar diferentes coexistieron a lo largo del Paleolítico Superior.

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