Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 2 de junio de 2011

La civilización mediterránea: Los Fenicios.






Los griegos denominaban fenicios (phoínikes) a los habitantes de las ciudades costeras de actual Líbano, que se habían hecho famosos por sus actividades mercantiles, artesanales, entre las que destacaba la producción de tejidos teñidos de púrpura: phonix en griego es el color rojo intenso o púrpura, de modo que fenicio vendría a significar “hombre de la púrpura”, a parte de la etimología indicada su apunta otra micénica relacionada con un vocablo “ponik”, de significado similar, debe entenderse que el término fue utilizado por los griegos y adaptado después por los romanos, pero no aceptado por los propios fenicios.

La pericia de los fenicios en la navegación es otra virtud reconocida por todos, su facilidad para realizar grandes viajes y desenvolverse como los verdaderos Señores del Mar, son ellos precisamente los únicos que se nombran entre las Talasocracias, las potencias que habían sucedido en la hegemonía del Mar Egeo, contenidas en las listas que elaboraron los atenienses en el siglo V a.C., los griegos, sus competidores comerciales, les dieron fama de engañosos: El gran cumplido de merecer la difamación. Como muchas otras civilizaciones litorales posteriores, los fenicios utilizaron el mar para expandirse mediante el establecimiento de colonias, en fuentes seguramente legendarias, se dice que las primeras (Utica en lo que hoy es Túnez y Gades, actualmente Cádiz, en España) se establecieron ya en el siglo XII a.C.

Durante siglos, los fenicios fueron los buhoneros del Mediterráneo, con sus negras naves surcaron los mares conocidos y parte de los desconocidos llevando productos manufacturados y regresando con materias primas, sobre todo metales, de los que existía un mercado insaciable, Uno de los secretos del éxito de los fenicios estribaba en su tecnología naval, la más avanzada de su tiempo, las naves fenicias eran negras porque estaban calafateadas con pez, los cargueros fenicios, llamadas “gaulos “ (bañera), median unos 30 metros de largo por siete de ancho, y se movían pesadamente con ayuda de dos timones laterales colocados a popa y de una gran vela cuadrada en un mástil central, también estaban dotados de remos para cuando faltaba el viento o para maniobrar, en puertos, por el contrario, las naves menores, sobre todo las de uso militar, eran delgadas, estilizadas y muy rápidas, en grabados aparecen naves fenicias con un mascaron de proa, el peteco, que en las más pequeñas representa una cabeza de caballo, por eso los griegos llamaban hippos, caballos, a las naves fenicias.

Antes incluso del conocimiento de la navegación astronómica, el Mediterráneo se podía transitar con simples sistemas de cabotaje, recalando en la costa cada noche, durante el día siempre es posible avistar la tierra desde bastante distancia salvo en la Zona Meridional frontera entre Egipto y Libia y en los sectores intermedios entre las Baleares, Cerdeña e Italia, pero el simple principio de seguir el curso del sol podía ayudar a recuperar la orientación en cualquier momento.

La costa atlántica europea era tan enigmática como la africana, los fenicios de Cádiz conocían bien la llamada ruta del estaño o de las islas cassitérides, pero aún en época romana mantenían el secreto, de modo que los romanos tuvieron que descubrirla a base de su propia investigación, un piloto gaditano no dudó en hacer encallar su nave para que naufragasen también los romanos que le perseguían, la ciudad le indemnizó las pérdidas como premio a su celo por los secretos nacionales. Sin embargo, los gaditanos debieron ser más indulgentes con Himilcón, un cartaginés que efectuó el reconocimiento del Atlántico en dirección norte, da la impresión de que los gaditanos permitieron que Himilcón alcanzase las islas del estaño, pero a través de un larga ruta oceánica de cuatro meses de duración, que hizo que los cartagineses no volvieran a demostrar interés por frecuentarla. Aparte de su apoyo a las exploraciones cartaginesas, los gaditanos también colaboraron en expediciones griegas, como la de Pytheas a las Cassitérides, la de Authymenes por el litoral africano y la de Eudoxo por el mismo camino, este último viaje, narrado por Estrabón según un texto de Posidonio de hacia el año 100 a.C., se proponía comprobar la circunnavegación de África animado por el hallazgo de un hippus en la costa de Etiopía, este dato es ya una prueba de los grandes viajes que efectuaban los fenicios de Cádiz, a los que recurrió Eudoxo para obtener tripulantes, médicos e incluso un grupo de las famosas muchachas danzarinas de la ciudad.

Lo admitido por todos es que el nombre latino de Hispania es un derivado del “span” fenicio, el primer topónimo de la península, empleado por los comerciantes del extremo este del Mediterráneo, en la lejana Fenicia, que visitaron las costas del sur español con fines comerciales, según atestiguan 32 excavaciones arqueológicas. Como el alfabeto fenicio-hebreo carece de vocales, se pueden hacer múltiples combinaciones, tanto en caldeo como en hebreo bíblico, la palabra sphan significa el “aguilón” o “tierra del norte”, España debió este nombre a los orientales que sólo pudieron venir por el estrecho, embarcados costeando África.

La invención del alfabeto puede considerarse la aportación más importante de los fenicios a la cultura universal, la investigación reciente sobre la evolución de los sistemas de escritura en el Próximo oriente matiza este descubrimiento para señalar que el uso de un sistema alfabético de escritura aparece ya en el Sinaí, en el II milenio a.C., y puede considerarse un invento palestino o sirio adoptado por los fenicios, que lo extendieron pronto a Grecia. Aunque en el alfabeto fenicio no existían signos para las vocales su escritura era suficiente para expresar su lengua, los griegos cuando conocieron el alfabeto fenicio tuvieron que añadir los signos de las vocales.

Los fenicios se especializaron en la tintorería y aprovecharon el colorante que se extrae del molusco múrico para fabricar la púrpura, los desechos de moluscos forman verdaderas montañas junto a Sidón o Sarepta, pero también en Cádiz, lo que demuestra la transmisión de los secretos de la fabricación entre las colonias fenicias, el proceso de obtención de púrpura es lento y costoso, para producir un litro de tinte es necesario utilizar más de cien mil moluscos, razón por la cual sólo la realeza y la aristocracia pudiera “vestir púrpura”, además, los restos descompuestos de los moluscos producían malos olores, de modo que las fábricas estaban siempre a sotavento de las poblaciones, toda la lenta manipulación del tinte se debía hacer en recipientes de plomo para no alterar el color.

La base de la riqueza de Cartago fue el comercio, dirigido por compañías en poder de la aristocracia local, pero junto a esto existió una agricultura de primera fila que legó grandes conocimientos, por ejemplo, un ciudadano llamado Macón escribió un tratado sobre la materia que ocupaba 28 libros y que incluía consejos prácticos sobre los cereales, los tipos de suelos, los regadíos o los injertos, esta obra fue uno de los “tesoros” que los romanos se llevaron cuando redujeron la metrópoli africana a escombros.

Con la expansión romana, se produjo la asimilación de los conocimientos medico-veterinarios fenicios, sobre todo del tratado veterinario de Magón, general cartaginés pariente de Aníbal, cuya obra recoge en 28 volúmenes los conocimientos de los hipiatras griegos.

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