Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 17 de marzo de 2011

Egipto y los animales sagrados (III) dioses y Apis





Dioses relacionados con Apis

El predominio del Apis esta plenamente justificado, ya que fue un animal que, en adición a sus características particulares con connotaciones de fertilidad, estuvo relacionado íntimamente con distintos dioses: con un dios principal y creador, Ptah; con uno de los dioses más importantes y significativos del panteón egipcio, Osiris; con Sokar dios de las necrópolis y, posiblemente, también con Horus y Atum. A todos ellos nos referiremos brevemente para tratar de entender su importancia y su relación con Apis.

Ptah, que fue el más importante dios de Menfis, aunque no el más antiguo pues ya estaba ahí Sokar. Sin embargo la presencia de Ptah está confirmada a partir de la Dinastía I. Fue el creador del mundo al emitir una orden de su corazón por medio de su lengua. Ellos, su corazón y su lengua, representaban la mente y las palabras: esto quiere decir que existió una inteligencia y una voluntad que, al coordinarse, dieron como resultado a los demás dioses, al mundo y todo lo que en él hay. Considero que esta concepción tan profunda es notable en una época tan remota. Ptah era la fuente del orden moral y ético, por ello mismo se le llamó siempre y entre otros nombres "Señor de la Verdad" y Menfis, su ciudad, llevaba el nombre egipcio de Hiku-Ptah "La Mansión del Alma de Ptah". Era la cabeza de la tríada de esa ciudad, de la cual también formaba parte su pareja Sejmet, "La Poderosa" diosa guerrera, representada como leona, y su hijo Nefertum, dios solar con cabeza de león y que llevaba sobre la cabeza una flor de loto. A Ptah se le representó como un hombre pálido momificado, portando un enorme collar con un contrapeso en la espalda, llamado menat, símbolo de virilidad y fertilidad. En sus manos, que junto con la cara, era lo único que salía del ropaje funerario llevaba dos cetro reales. Con el tiempo portó barba cuadrada y sobre la cabeza un disco solar en medio de cuernos o plumas. Fue patrono de monumentos arquitectónicos, del dibujo, la escritura y las artesanías, "Supremo Jefe de las Artesanías".

Osiris fue el dios más popular en Egipto; su arraigo fue tal que su permanencia abarcó toda la historia egipcia. Esto se debió, quizá, a que el culto osiríaco daba respuesta a problemas de carácter más humano que lo que podrían hacer los dioses relacionados con la creación del mundo. Osiris logró sobrevivir a la muerte y de ello hizo partícipes a los egipcios, quienes sentían verdadera obsesión por ella. Osiris era la vida tomada en el momento de la muerte. Además, sin ser el dios específico del Nilo, de la vegetación, de la tierra, del circuito solar y de los cereales, era sin embargo inmanente a todos ellos. Osiris ofrecía un mundo después de la muerte, otra vida en el "País de los Bienaventurados" y lo más importante era que, al final del Reino Medio, se lo ofrecía a todos los hombres por sí mismos, no sólo como parte del otro mundo del faraón. Se le representa como un hombre envuelto en vendas blancas, con la cara negra (relación funeraria) o verde (poder de renovación), a veces con la corona del Alto Egipto y en las manos, cruzadas al frente, un látigo y un cetro. Su leyenda, muy popular siempre, no se encuentra completa en ningún texto egipcio, más bien esta implícita en los escritos. Es Plutarco quien le da la forma más conocida. A pesar de ello se hace mención de Osiris desde Los Textos de las Pirámides hasta los Papiros Ptolemaicos.

Finalmente tenemos a Atum, dios creador de Heliópolis, quien se creó a si mismo y posteriormente a Shu el aire y a Tefnut la humedad

En una tumba de la Dinastía I, perteneciente al ministro Hamaka, del faraón Udimu, fue encontrado un ostracón con un toro pintado, lo mismo que la impresión de un sello en donde se representa al rey Den llevando la corona del Bajo Egipto y corriendo ante el Apis, en la ceremonia llamada: "La Corrida del Apis", y luego se ve al mismo rey portando la corona del Alto Egipto. Es ahí en donde aparece por primera vez su nombre: Apis. También se encontró una vasija de la Dinastía I, de diorita negra y blanca, en donde está grabado el nombre de Horus junto con la siguiente inscripción: "La primera vez de la Corrida de Apis."

Para poder ostentar el titulo de Toro Apis este animal debía reunir diversas características que sólo los sacerdotes conocían en su totalidad. Según Eliano eran en total 29 marcas, cada una de las cuales tendría un significado místico, desconocido para nosotros. Entre las que conocemos están, en primer lugar, el que el animal debía ser de pelo totalmente negro, con una mancha blanca en la frente, en forma de diamante. En la espalda, también debía tener una mancha blanca pero con la forma de un buitre con las alas extendidas. Los pelos de la cola debían terminar separados en dos direcciones. Bajo la lengua debía presentar una excrecencia en forma de escarabajo. A un costado tendría otra mancha blanca en forma de luna en cuarto creciente y en los cuartos traseros un escarabajo. Pero en realidad bastaba una sola de esas marcas para que fuera aprobado. Todas estas marcas mostraban su carácter único y la total aceptación por parte de los dioses. Se sugiere que algunas de estas señales podrían haber sido realizadas artificialmente por los mismos sacerdotes para poder apegarse a los requerimientos. Estas marcas especiales podrían tener su antecedente en los tiempos predinásticos cuando una especie de toros, que tenían la espalda y los costados negros, con rayas regulares de color más claro en patas y vientre, eran sumamente apreciados por raros.

Según la tradición, Apis había sido concebido por medio de una ráfaga de luz celeste, la cual por inspiración divina había fecundado a una ternera virgen, aún demasiado joven para concebir y que además jamás volvería a parir otro becerro. Este prodigio sólo podrían testimoniarlo los moradores de la otra vida y los de la tierra tan solo creerlo. Otra versión es que un Apis concebía a otro, aunque no es la más generalizada.

En el culto a Apis debían ser observadas tres reglas fundamentales: la primera prohibía que hubiera dos Apis vivos al mismo tiempo. En segundo lugar, el tiempo entre la muerte y el entierro del toro debía ser de setenta días, y finalmente y en tercer lugar, el Apis muerto debía ser enterrado antes de que su sucesor fuera instalado. Un Apis no nacía hasta que el anterior moría.

Durante su vida, el toro vivía en medio del lujo, del bienestar y la tranquilidad. Su casa era adornada con exquisitos tapices, oro y piedras preciosas; se le proporcionaban los mejores alimentos y se le bañaba con agua caliente y perfumada, e incluso contaba con su harén personal. No se le permitía tomar agua del Nilo, pues pensaban que engordaba demasiado y ello no iba de acuerdo con los ideales de belleza del egipcio. El Apis permanecía en su templo (su casa), el Apieión, que se encontraba frente al de Ptah y en donde contaba con dos establos llamados Delubrka y Thalami. Estos tenían dos ventanas especiales, llamadas de las "apariciones" por donde los fieles podían verlo; también tenía un corral adonde salía a corretear a ciertas horas del día y donde también podía ser observado y adorado.

Una de las funciones más importantes del Apis era la de oráculo, Apis consultado como oráculo para lo cual sus habitaciones tenían dos puertas por las cuales el toro entraba para tomar sus alimentos. Estas puertas tenían en la parte superior símbolos de lo positivo y lo negativo; así cuando el fiel le hacía su pregunta la respuesta la daba el Apis según la puerta que escogiera para entrar. También se acostumbraba ofrecerle comida con la mano y si Apis la aceptaba era favorable y si no lo hacía era, desde luego, desfavorable y un mal presagio. Para consultarlo, primero había que quemar incienso en el altar, rellenar de aceite las lámparas que alumbraban su templo y depositar alguna ofrenda. Se acostumbraba también que el fiel le hablara al oído a la estatua del Apis que ahí se encontraba, consultándole algo. Acto seguido se retiraba tapándose las orejas y lo primero que oía al salir del templo, debía interpretarlo como la respuesta del dios. El oráculo era un medio de adivinación que proporcionaba el secreto del futuro, aunque para ello había que contar con un código establecido. Eran pronunciados por un dios específico, teniendo cada uno de ellos sus particularidades. La importancia del oráculo residía en su función de reafirmación y guía para los individuos y como mecanismo social que aliviaba las tensiones entre las comunidades. Había asuntos difíciles de resolver para las autoridades, por lo que permitiendo que un dios "neutral e inapelable" decidiera, se evitaban posibles conflictos. Es a finales del Reino Nuevo que los oráculos toman un lugar predominante en la vida religiosa, política y social de Egipto. Podemos entonces comprender el importante papel que el Apis jugaba en las relaciones entre los fieles y el sacerdocio, y entre los fieles y el gobierno, ya que en asuntos de vital importancia los oráculos eran dirigidos por el mismo faraón. Finalmente el Apis era, sobre todo, importante para el fiel que recibía de él, la respuesta a sus preguntas y un paliativo a sus angustias.

Había también un festival especial en honor de Apis, el cual era llevado por los sacerdotes en solemne procesión. Mucha gente iba a Menfis para verlo y tal vez con la esperanza de que su aliento llegara a los niños, pues se creía que quienes lo aspiraban quedaban dotados con el poder de la predicción. En otras ocasiones desfilaba en las ceremonias de Ptah, ricamente vestido y acompañado por sus guardias y por un coro de niños que entonaban himnos en su honor.

Los Apis vivían aproximadamente de quince a veinte años, pero de no hacerlo así se les permitía llegar a los veinticinco y luego se les sacrificaba, ahogándolos con muchas ceremonias, en una fuente sagrada. Es probable que esta práctica tuviera que ver con la mengua de su poder fertilizador, aunque los autores consultados no nos dan la respuesta. Sin embargo tomando en cuenta que en algunos pueblos neolíticos el rey, identificado con el toro por su poder fecundador, era sacrificado al perder ese poder. Con el tiempo esa costumbre se convertiría en una lucha ritual entre el rey y su sucesor y más tarde entre el primero y un toro o un león, o un jabalí, o un caballo garañón, con la finalidad de refrendar mágicamente su fortaleza sexual. Posiblemente habría una relación entre esta costumbre y la de terminar con la vida del toro a una edad en que necesariamente sus características de fuerza y fecundidad habrían disminuido notablemente. Es probable, que a partir del Reino Nuevo, al Apis muerto le separaran algunas partes del cuerpo para comerlas en una ceremonia ritual en el templo, siendo el resto cuidadosamente embalsamado.

Al morir un Apis se iniciaba un largo proceso que conllevaba todo un complejo ritual, el cual le permitiría al toro, finalmente, renacer. Todo este quehacer estaba relacionado con el drama de la vida, la muerte y la resurrección de Osiris, y el cual cada hombre o animal sagrado que moría debía cumplir. Primero sacaban al Apis muerto de su establo, por la puerta oeste - que representaba el ocaso del sol, es decir, la muerte - y lo llevaban a una construcción al sur del establo, hecha especialmente para ese efecto. De madera y cubierta de lino, la llamada Casa de la Purificación servía para que el Apis fuera completamente lavado, es decir purificado. Mientras tanto sus sacerdotes y sus fieles iniciaban un período de duelo que no terminaría sino hasta el día del entierro del toro. Se dejaban crecer el pelo, no se aseaban, llevaban a cabo un severo ayuno de cuatro días y el resto del tiempo sólo comían pan, vegetales y agua. El establo también era lavado y purificado y se colocaba una placa alusiva al hecho, con la fecha de nacimiento, entronización y muerte del Apis recién fallecido. En este primer lugar permanecía cuatro días e inmediatamente después se le trasladaba a la Casa del Embalsamamiento, edificio formado por seis habitaciones rectangulares, unidas por un pasaje y en donde el toro era prácticamente transformado. Esta casa se encontraba en la esquina suroeste del Templo de Ptah en Menfis. En este sitio, en el cual permanecía sesenta y cuatro días, se llevaba a cabo el complejo y detallado trabajo de convertir el cuerpo del animal en momia. Todo un intrincado ritual acompañaba cada uno de los pasos a seguir, pues todo ello tenía un significado preciso en el resultado final, que tenía como meta la resurrección del Apis.

Las principales salas de la Casa del Embalsamamiento eran dos y marcaban dos partes importantes del proceso y del ritual. Eran el Salón del Sacrificio y el Salón de la Envoltura. En el primero se llevaba a cabo la tarea de quitarle al Apis todo lo que se pudiera echar a perder, lo limpiaban por dentro y le aplicaban las sustancias necesarias para su desecación y conservación. En el segundo, como su nombre indica, se le envolvía literalmente con las vendas que habían de convertirlo finalmente en una momia. Siendo este un lugar sagrado, en donde no sólo se llevaba a cabo un proceso físico, sino uno ritual, los mismos sacerdotes encargados del trabajo debían de cumplir con estrictos ritos de limpieza, tales como rasurarse todo el pelo y lavarse y cambiarse de ropa cada vez que se introducían en este sitio. Es aquí en donde, con cada acto, se representaba el misterio de la resurrección de Osiris y la detallada limpieza representaba la condición primigenia del momento de la creación del mundo. En el primer salón se encontraron cuatro o cinco camas para embalsamar, de alabastro y adornadas, algunas de ellas, con bajorrelieves de dos leones, los cuales probablemente significaban las dos colinas entre las que sale el sol, es decir la resurrección. Algunas de estas camas miden 4 m. por 2 m. y otras 3.50 m. por 1.60 m., eran planchas con la parte de arriba cóncava y contaban con un canal y un contenedor para los fluidos que salían durante el proceso de limpieza, estando para ello ligeramente inclinadas de la cabeza a los pies

En el Salón del Sacrificio el Apis permanecía cuarenta y ocho días y en ellos, el sacerdote principal de su culto y cuatro ayudantes mas, eran los encargados de la minuciosa labor. En primer lugar cortaban la garganta para que saliera toda la sangre. Después, el sacerdote principal se ponía enfrente del animal y procedía a trabajar con la cabeza, parte muy importante para los egipcios, ya que contenía los órganos para ver y hablar, los ojos y la lengua, los cuales le serían de suma utilidad al muerto en el otro mundo. Primero se extraían los ojos y el cerebro, el cual seguramente se sacaría por la nariz con algún instrumento, posiblemente de cobre y con extremo curvo para facilitar la tarea. Después se hacía una gran incisión, del lado izquierdo, que abarcaba el abdomen y parte del pecho. Los intestinos, los pulmones, el hígado y los cuatro estómagos eran removidos de su sitio y se colocaban en vasijas especiales con sustancias para limpiarlos. El corazón recibía un tratamiento diferente, por ser el centro de la vida. Al igual que los otros órganos era extraído, limpiado y aceitado, pero después era nuevamente colocado en su sitio, ya que por medio de él, el Apis debía de enfrentar el juicio de Osiris. En él, el corazón jugaba un papel importantísimo, puesto que era el órgano que debía de ser pesado para saber si sus obras ameritaban que el muerto pudiera continuar su camino hacia la otra vida. Todas las cavidades eran purificadas a través de la boca, la incisión y el ano, con aceite resinoso, colocándose después, en todas las cavidades, bolsitas rellenas de una mezcla de serrín y natrón. Se dejaba descansar el cuerpo cuarenta días, cubierto con grandes cantidades de natrón sólido, sustancia con propiedades altamente deshidratantes y que desecaba el cuerpo completamente. Terminado este proceso el Apis, o lo que quedaba de él, es decir su cuero y su esqueleto, era trasladado al Salón de la Envoltura en donde se llevaba a cabo una labor sumamente complicada y perfectamente especificada en textos sagrados. Aquí permanecía dieciséis días y probablemente eran nuevos sacerdotes los que llevaban a cabo el proceso, además del sacerdote principal, que ahora interpretaba el papel del dios Anubis, dios encargado del embalsamamiento, líder del ritual y, como ya dijimos, encargado de la cabeza. Otros cuatro sacerdotes se hacían cargo, cada uno, de una extremidad y posteriormente los dos que se encargaban de los cuartos traseros trabajaban también el abdomen, el ano y la cola y los dos encargados de las patas delanteras se hacían cargo del pecho.

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