Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 8 de julio de 2010

La ciencia sumeria (I)







Naturalmente, si conocemos estos detalles es porque a partir del año 2.800 a.n.e., los sumerios empezaron a usar sistemáticamente la escritura con fines históricos y literarios (los egipcios harían otro tanto a partir del 2.100 a.n.e.). A los sumerios de siglos posteriores les debió de sorprender la ausencia de registros anteriores al 2.800 a.n.e. Posiblemente no se les pasó por la imaginación que la causa fuera que antes se desconociera la escritura o, por lo menos, que ésta tenía un uso aún muy restringido, así que conjeturaron que ésa debía de ser la fecha del Diluvio Universal, una leyenda sobre una inmensa inundación que posiblemente era mucho más antigua. Los sumerios ubicaron todas sus leyendas en la época "antediluviana".

Según dichas leyendas, el mundo fue creado en siete días. El número siete se debe a que los astrónomos sumerios habían identificado siete cuerpos celestes, aparte de las estrellas: el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. Estos astros eran divinidades que influían sobre los hombres. El destino de una persona dependía fuertemente del astro dominante el día y la hora de su nacimiento. Cada día se nombraba según el astro que dominaba en su primera hora, y así surgió la división del tiempo en semanas de siete días.

Las listas de reyes sumerios fueron completadas con diez reyes antediluvianos, a los que atribuían reinados de decenas de miles de años. El último y más famoso de estos reyes fue Gilgamesh, rey de Uruk. Su leyenda se basa indudablemente en el Gilgamesh histórico que reinó hacia el 2.700, pero el Gilgamesh legendario fue situado antes del Diluvio, como era preceptivo. Según la leyenda fue un héroe valiente que realizó hazañas increíbles, nuestro héroe comienza su búsqueda tras la muerte de su compañero y amigo Enkidu, abatido y obsesionado con la idea de su propia muerte, para ello, cruzará el vasto desierto infestado de leones hasta alcanzar el monte Mashu, coronado por dos elevadas cumbres gemelas, donde un oscuro y largo desfiladero es el itinerario que el Sol recorre cada día para alumbrar el mundo, su acceso estaba guardado por los terribles hombres-escorpión, que finalmente le indican el camino, sobrevivió al diluvio, causado por unos dioses enojados. Otro de los supervivientes fue Utnapishtim quien, favorecido por los dioses, construyó un barco en el que se salvó juntamente con su familia. Los dioses, sin hombres que les ofrecieran sacrificios, sintieron hambre, pero Utnapishtim, cuando el Diluvio hubo pasado, sacrificó animales en acción de gracias. Dice el poema:

“Los dioses olieron su aroma,

Los dioses olieron el dulce aroma,

Como moscas, se agruparon sobre el sacrificio...”

En agradecimiento, los dioses otorgaron a Utnapishtim el don de la inmortalidad. Gilgamesh, hambriento, soportando fríos y calores, vestido con harapos de pieles, cazando fieras, evitando peligros, viajará hacia el oeste en búsqueda de su antepasado, Utnapishtim, atravesando una geografía fantástica a la que todo lo humano le es ajeno. Su odisea terrestre lo lleva hasta el Océano, junto a las Aguas de la Muerte, detrás de las cuales espera hallar la luz que ahuyente de modo definitivo las tinieblas, y sobre todo su angustia.

Tras atravesar la oscuridad, Gilgamesh llega al mágico Jardín de los Dioses donde árboles, frutos y flores eran como piedras preciosas, las privaciones a que se ve sometido en su largo viaje por el desierto y tras cruzar las entrañas de la montaña, han podido desatar en él un estado alterado de conciencia que explique su visión del Paraíso, el Jardín de los Dioses situado bajo la tutela de Siduri-Sabitu, divinidad dispensadora del Vino de la Vida Eterna, al parecer se trata de una antigua divinidad marítima sumeria, que según otra tradición mesopotámica era la protectora del Árbol de la Vida, Ante la insistencia de Gilgamesh, Siduri-Sabitu le indica el camino, no recorrido por ningún mortal, para llegar hasta Utnapishtim "el lejano", debe encontrar primero al barquero Urshanabi, que según ella, se encuentra en el bosque, "cortando ramas de cedro de pequeño tamaño", para que le ayude a atravesar las "Aguas de la Muerte" y poder alcanzar su objetivo

La clave está en la naturaleza de tal tipo de cedro, no puede ser el Cedro del Líbano, su ambiente óptimo está entre los 1300 y 1800 metros de altitud, Gilgamesh se encuentra a orillas del mar, por lo que los cedros cuyas pequeñas ramas recoge el barquero han de ser de otro tipo. En este sentido, es necesario señalar que la denominación de "cedro" se aplicaba a una cierta variedad de árboles. Uno de ellos es el denominado en los textos cuneiformes erin-bad, cedro blanco (Junniperus Oxycedrus), también conocido como junipero o enebro albar, se trata de una especie de muy amplia difusión por toda la región mediterránea y a menudo se encuentra en bajas altitudes próximas al nivel del mar, por el contrario, empieza a escasear a los 1000 metros de altura. Los aceites esenciales del cedro blanco son muy similares al tanacetol, un potente neurotóxico capaz de producir en el sujeto un estado visionario y alucinatorio. Su uso estaba muy desarrollado en la farmacopea mesopotámica formaba parte de los inciensos que inspiraban los oráculos de los sacerdotes baru en Babilonia y de los inciensos utilizados por los cananeos y otros pueblos del Próximo Oriente Antiguo. Es muy probable que el barquero, se encontrara recogiendo pequeñas ramas de cedro blanco a fin de preparar con ellas una fumigación psicoactiva. Ello se deduce de todo el contexto de la narración, llena de elementos visionarios, como el Jardín de los Dioses o la conversación con la diosa protectora del Árbol de la Vida, y de sus propios acompañantes, unos seres misteriosos similares a estatuas de piedra animadas que debían acompañarles en el viaje y a los que finalmente Gilgamesh destroza.

Escucha de Utnapishtin el relato sobre su inmortalidad: Al haberse salvado del Diluvio gracias al oportuno aviso del dios Ea, se le concedió finalmente, junto con su mujer, ser como dioses, pero viviendo alejados, en los confines del mundo. Con todo, Utnapishtin parece haber estado al corriente de los conocimientos botánicos y farmacológicos susceptibles de provocar la aparición de los dioses:

"Entonces, lo dispersé todo a los cuatro vientos.
e hice un banquete para los dioses,
poniendo los manjares
en la cima de la montaña.
Coloqué a cada lado
siete vasos rituales,
y más atrás en el quema-perfumes
cimbo (pogon), cedro y mirto.”

“Cimbopogon" es, al parecer, la denominación erudita de una planta que podría ser cálamo o caña aromática (acorus calamu). Utnapishtim somete a Gilgamesh a una prueba que consiste en permanecer despierto seis días y siete noches, la falta prolongada de sueño puede llegar a alterar el funcionamiento fisicoquímico del cerebro produciendo estados alterados de conciencia y cierto tipo de visiones, no obstante, nuestro héroe fracasa al quedarse dormido al poco tiempo, en realidad cae en un sueño profundo que dura siete días. Tras este fracaso, Gilgamesh se dispone a iniciar el camino de regreso, cuando Utnapishtim le hace partícipe de un secreto de los dioses:

"Se trata de una planta
con la raíz semejante a la del falso jazmín
y cuyas espinas
son como las de la zarza,
listas para pincharte las manos.
Si consigues hacerte con ella
habrás encontrado la vida prolongada

.”

No se trataba, por tanto de un enterógeno, pero debía poseer virtudes vigorizantes. Se ha pensado que podía ser alguna especie de lycium, plantas de la familia de las solanáceas de las que solo en Eurasia se dan unas diez especies. Para encontrar esta planta, que no hay que confundir con el Árbol de la Vida del Jardín de los Dioses, Gilgamesh ha de descender al abismal fondo del Abzu, el Mar Primordial situado debajo del mundo. No obstante, tras haberla conseguido, mientras estaba tomando un descanso y dándose un baño en una poza de agua fresca, una serpiente, atraída por el olor de la planta, se la arrebató y a continuación mudó la piel, lo que en la Antigüedad se tenía por símbolo de rejuvenecimiento. Así que Gilgamesh ha de volver a Uruk sin ella.

Llama la atención una cosa: Habiendo visto el Paraíso, Gilgamesh no fue capaz de identificar el Árbol de la Vida, y su protectora, la diosa Siduri-Sabitu, no le proporciona ninguna indicación al respecto, tampoco lo hace Utnapishtim, que no menciona siquiera de que manera los dioses le convirtieron en inmortal, aunque en otro mito mesopotámico, el de Adapa, el protagonista, tras haber ascendido al Cielo, rehúsa a la inmortalidad, engañado por el dios Ea, al no querer comer "el Pan de la Vida" ni beber "el Agua de la Vida" Al parecer, este alimento de la vida y el agua de la vida tenían propiedades mágicas y no era necesario ingerirlos para que surtieran efecto, pero estaban, en principio, reservados a los dioses. Tal es la forma en la que Innana logra salir del Mundo Inferior: Debe ser rociada con alimento de la vida y bebida de la vida, y así volverá a vivir. En cualquier caso, todo parece indicar que la elite religiosa había preservado para si, en el momento de la redacción del poema, sino antes, el conocimiento y el uso de los enterógenos, modificando la tradición oral originaria.

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