Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

miércoles, 17 de julio de 2013

POTNIA EQUINA (FIN)









3. La Península Ibérica

3.1. El esquema A
También en otra región extremo occidental, en la Península Ibérica, se dan testimonios en muchos casos muy antiguos y con notables coincidencias con lo visto hasta ahora.
Nuestra península debió tener en la antigüedad gran capacidad ganadera, con tal preponderancia de las razas equinas que causó asombro a quienes sucesivamente la invadieron87. Se reconocen además para los pueblos de la Península técnicas ecuestres muy desarrolladas y adaptadas a su particular terreno, así como una veneración al caballo en muchos aspectos similar a la que hemos visto en otros pueblos indoeuropeos, incluido el griego. Ello hace que, sobre todo los romanos, “descubran” en suelo peninsular el esquema A. Silio Itálico, gran conocedor de la tradición épica, al caracterizar a los aliados hispanos de Anibal, menciona el tema de los “domadores de caballos” (equivalente a los ppódamoi, los celtas eporediae etc.) y a continuación, el de la fecundación de las yeguas por el viento, con el resultado de prole excelente, pero de corta vida. Efectivamente Varrón decía, como cosa comprobada, que las yeguas eran fecundadas por el viento en la Península Ibérica, en Lusitania junto al Océano, naciendo potros con características semejantes a las de los mencionados por Silio Itálico. Posteriormente, en Justino, se reconoce que muchos autores se han ocupado del prodigio, pero sería la abundancia de yeguadas salvajes en Lusitania y Galecia la que ha hecho pensar que los potros nacen por el poder del viento o por generación espontánea. Esta versión racionalizadota estaría próxima a la utilizada por Eustacio, entre otras, en su comentario a los versos de Il. XVI 150-151 con que abríamos este trabajo.
3.2. El esquema B
No solo el esquema A fué “descubierto” en la Península Ibérica por los latinos, sino también el B. Silio Itálico sitúa los amores de Zephyrus y Harpe, trasunto del mito de Podarga, en los campos de los Vettones, con el resultado del nacimiento de un velocísimo caballo de nombre Péloro. Los autores latinos no poetas, tenderán a hacer protagonista masculino de estos prodigios, como ya hemos visto, al viento Favonio, interpretatio latina de Céfiro, como Neptunus equester lo era de Posidón Hipio.
Los testimonios de índole arqueológica confirman la presencia políticosocial y religiosa de la cultura del caballo89 en un ámbito amplio dentro de la Península (en las estelas del Sudoeste, en Cancho Roano, Porcuna, el Cigarralejo, etc.) hasta cristalizar en venerados protagonistas de eventuales realizaciones del esquema B. Tal vez siglos antes que los latinos, los griegos habrían “descubierto” en la Península trasuntos de deidades arcaicas en relación con el caballo. En época relativamente reciente se han encontrado en Cádiz cinco bustos femeninos cerámicos casi de tamaño natural, fechados entre el VI al V a. C. Han sido interpretados como un grupo coherente que representaría las Gorgonas, sin descontar otros grupos (Moiras, Greas)90. Opinamos que el hecho de que sean cinco permite pensar en un seguimiento del pasaje hesiódico, tantas veces citado: hijas de los monstruosos seres marinos Forcis y Cetó, son además de las dos Greas (Penfredó y Enió), las tres Gorgonas (Estenó, Euríale y Medusa). Pero pensamos que en el quinteto podrían entrar en lugar de las Greas, las dos Harpías (llamadas Aeló y Ocipeta en el mismo pasaje de Hesíodo) descendientes de seres marinos y oceánicos como Taumante y la oceánide Electra. Todas ellas son situadas por Hesíodo junto al Océano en el Extremo Occidente, como vecinas de las Hespérides de aguda voz, tal vez innovación hesiódica consciente, aunque no arbitraria, que pronto llevó a buscar una interpretación a su proximidad a las Harpías, las Greas o las Gorgonas. Así Epiménides  postuló que las Harpías y las Hespérides eran las mismas y Acusilao  negó a las Hespérides la guarda de las famosas «manzanas» de oro asignándola a las propias Harpías.
Tal vez el autor beocio o sus informantes habían recibido noticias de que en el Extremo Occidente se rendía culto a divinidades autóctonas no tan diferentes de las pertenecientes a la esfera de démones femeninos antes mencionados. Además, el nº 1 de los bustos femeninos gaditanos representa una divinidad para la que se han propuesto paralelos con Medusa  y cuyo gesto de sufrimiento nos acerca particularmente a los “tristes padecimientos” que augura Hesíodo a tal Gorgona. La digna figura gaditana estrecha maternalmente con el brazo izquierdo a su pequeño Pegaso alado, al que da de comer ofreciéndole un cuenco con la mano derecha. Su carácter ppoforbój es un precedente extraordinario de las representaciones de Epona en las que la diosa alimenta a un potro con una pátera.
Pero no solamente junto al Océano, sino también en el Levante se dan interesantes y densas manifestaciones que evidencian cultos a una divinidad caballo, o protectora de los caballos, semejante a la mencionada Epona. Entre los exvotos del Cigarralejo, hay nada menos que 38 en los que se representa a una yegua con su potrillo93 y entre las interesantísimas representaciones de figuras humanas flanqueadas por caballos del sureste de la Península ibérica hay que destacar el vaso de Elche (III/II a.C.), en el que una figura femenina parece abrazar a dos caballos que la flanquean. Podemos estar ante la Harpía Podarga y sus gemelos hijos equinos; o también ante una Medusa Gorgona como la del frontón de Corfú abrazando a sus hijos Crisaor y el caballo Pegaso; recordemos que en alguna ocasión es representada naciendo dos caballos de su cuello cortado; también hay representaciones de Epona flanqueada por caballos.
En un gran vaso de Valencia del I a.C. descubierto recientemente96 hay unas figuras pintadas que en una misma banda llevan en un lado una yegua con grandes y plurales ubres y en el otro una especie de centauresa que ha dado a luz un pequeño monstruo similar, viéndose otro que espera el parto.
Estamos en el ámbito de la potnia equina donde el nacimiento de centauros se da desde la antigua Titanomaquia. Además, entre la yegua lactante y la centauresa parturienta podría haber una relación materno filial, como entre Hipó y Melanipe o tratarse de dobles equinos o semiequinos encargadas de la crianza, como en el mito de Alope, o en el de la védica Saran¸yuº y las occidentales Rhiannon o Macha. La centauresa valenciana viste larga túnica, como la Medusa beocia vestida por delante, pero equina por detrás, que al igual que la Deméter Melaina se acompañaba de otros animales, como en el vaso valenciano. Este cortejo animalístico, como ya hemos señalado, indica una vez más la resistencia de la antiquísima pótnia qhrÔn a abandonar sus prerrogativas, aunque debió adaptarse al prestigioso mundo del caballo como potnia equina.
Tampoco sería casual por parte del dueño de una hermosa villa del centro de la Península la elección del tema de la potnia equina en época romana tardía, escogiendo para uno de sus mosaicos una escena en la que se aprecia una figura femenina a la que se aproxima un fogoso corcel negro «montado y guiado por Eros»98. La joven se apoya en un ánfora de la que mana una fuente; todo ello nos lleva a otra realización del esquema B: un caballo kuanoxaíthj/ Posidón se aproxima a una protagonista similar a Filira junto a la fuente Tilfusa en la Tebaida; tampoco hay que desdeñar el nacimiento de Pegaso «en las fuentes del Océano» de Kuanoxaíthj y Medusa en Hesíodo. Pero si pensamos para esta época en la difusión de prontuarios mitográficos como el de Higino, nos inclinamos por el mito de Alope, como hemos visto, de tradición prolongada desde finales del VI a.C.
3.3. Testimonios epigráficos
Además de referencias, posiblemente muy antiguas, que atañen a la existencia de divinidades femeninas en relación con el caballo en la Península Ibérica, se han encontrado testimonios epigráficos que abundan en el mismo sentido. A las eventuales representaciones de Epona o de númenes que confluyen en ella, hay que añadir algunas inscripciones latinas con su nombre.
Además de los testimonios de Epona, que pueden haber entrado con el ejército romano, hay huellas epigráficas de que en el ámbito celta peninsular el nombre del caballo formaba parte de un epíteto de diosa (Equotullaicensis dicho de Arentia), así como de antropónimos como Equaesus. Muy interesante es la dedicación a unos (¿o unas?) deis equeunu(bo).
Por otro lado, disponemos de epígrafes en la lengua paleohispánica lusitana especialmente ilustrativos en relación con el tema que nos ocupa. En uno de ellos se nombra a una divinidad de nombre Iccona, curioso paralelo femenino de kkoj, doblete dialectal de ppoj, sin olvidar el i-qo
Micénico  y, morfológicamente, de la misma índole que Epona. La inscripción donde aparece Iccona muestra además una «congruenza con la situazione rigvedica ... strettissima»103. En la primera línea se nombra una divinidad, Trebopala, cuyo nombre es de formación semejante al de Vipala, divinidad-yegua del mito indio, en relación con los Avín, hijos de Saran¸yuº, varias veces mencionados en este trabajo. Villar profundiza en la relación entre Trebopala y Vipala, postulando para el componente -pala un hidrónimo significando ‘charca’, ‘pantano’ o ‘agua estancada’; otra de las diosas a las que se ofrece un sacrificio, Trebarune, también tendría relación con aspectos acuáticos paralelos. Un dato que apuntalaría de alguna manera este “panteón” semiequino estaría en la identificación del numen masculino Cossue/Coso de inscripciones lusitanas e hispánicas con el latino Consus, interpretatio de Posidón Hipio.

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