miércoles, 17 de julio de 2013
POTNIA EQUINA (FIN)
3. La Península Ibérica
3.1. El esquema A
También en otra región extremo occidental,
en la Península
Ibérica, se dan testimonios en muchos casos muy antiguos y
con notables coincidencias con lo visto hasta ahora.
Nuestra península debió tener en
la antigüedad gran capacidad ganadera, con tal preponderancia de las razas
equinas que causó asombro a quienes sucesivamente la invadieron87. Se reconocen además para los pueblos de la Península técnicas
ecuestres muy desarrolladas y adaptadas a su particular terreno, así como una
veneración al caballo en muchos aspectos similar a la que hemos visto en otros
pueblos indoeuropeos, incluido el griego. Ello hace que, sobre todo los
romanos, “descubran” en suelo peninsular el esquema A. Silio Itálico,
gran conocedor de la tradición épica, al caracterizar a los aliados hispanos de
Anibal, menciona el tema de los “domadores de caballos” (equivalente a los ppódamoi, los celtas eporediae etc.) y a continuación, el de la fecundación
de las yeguas por el viento, con el resultado de prole excelente, pero de corta
vida. Efectivamente Varrón decía, como cosa comprobada, que las yeguas eran
fecundadas por el viento en la Península Ibérica, en Lusitania junto al Océano,
naciendo potros con características semejantes a las de los mencionados por Silio
Itálico. Posteriormente, en Justino, se reconoce que muchos autores se han
ocupado del prodigio, pero sería la abundancia de yeguadas salvajes en
Lusitania y Galecia la que ha hecho pensar que los potros nacen por el poder
del viento o por generación espontánea. Esta versión racionalizadota estaría
próxima a la utilizada por Eustacio, entre otras, en su comentario a los versos
de Il. XVI 150-151 con que abríamos este trabajo.
3.2. El esquema B
No solo el esquema A fué
“descubierto” en la
Península Ibérica por los latinos, sino también el B.
Silio Itálico sitúa los amores de Zephyrus y Harpe, trasunto del
mito de Podarga, en los campos de los Vettones, con el resultado del
nacimiento de un velocísimo caballo de nombre Péloro. Los autores latinos no
poetas, tenderán a hacer protagonista masculino de estos prodigios, como ya
hemos visto, al viento Favonio, interpretatio latina de Céfiro, como Neptunus
equester lo era de Posidón Hipio.
Los testimonios de índole
arqueológica confirman la presencia políticosocial y religiosa de la cultura
del caballo89 en un ámbito amplio dentro de la Península (en las
estelas del Sudoeste, en Cancho Roano, Porcuna, el Cigarralejo, etc.) hasta
cristalizar en venerados protagonistas de eventuales realizaciones del esquema B.
Tal vez siglos antes que los latinos, los griegos habrían “descubierto” en la Península trasuntos de
deidades arcaicas en relación con el caballo. En época relativamente reciente
se han encontrado en Cádiz cinco bustos femeninos cerámicos casi de tamaño
natural, fechados entre el VI al V a. C. Han sido interpretados como un grupo
coherente que representaría las Gorgonas, sin descontar otros grupos (Moiras,
Greas)90. Opinamos que el hecho de que sean
cinco permite pensar en un seguimiento del pasaje hesiódico, tantas veces
citado: hijas de los monstruosos seres marinos Forcis y Cetó, son además de las
dos Greas (Penfredó y Enió), las tres Gorgonas (Estenó, Euríale y Medusa). Pero
pensamos que en el quinteto podrían entrar en lugar de las Greas, las dos
Harpías (llamadas Aeló y Ocipeta en el mismo pasaje de Hesíodo) descendientes
de seres marinos y oceánicos como Taumante y la oceánide Electra. Todas ellas
son situadas por Hesíodo junto al Océano en el Extremo Occidente, como vecinas
de las Hespérides de aguda voz, tal vez innovación hesiódica consciente, aunque
no arbitraria, que pronto llevó a buscar una interpretación a su proximidad a
las Harpías, las Greas o las Gorgonas. Así Epiménides postuló que las Harpías y las Hespérides eran
las mismas y Acusilao negó a las
Hespérides la guarda de las famosas «manzanas» de oro asignándola a las propias
Harpías.
Tal vez el autor beocio o sus
informantes habían recibido noticias de que en el Extremo Occidente se rendía
culto a divinidades autóctonas no tan diferentes de las pertenecientes a la
esfera de démones femeninos antes mencionados. Además, el nº 1 de los bustos
femeninos gaditanos representa una divinidad para la que se han propuesto
paralelos con Medusa y cuyo gesto de sufrimiento nos acerca particularmente a
los “tristes padecimientos” que augura Hesíodo a tal Gorgona. La digna figura
gaditana estrecha maternalmente con el brazo izquierdo a su pequeño Pegaso
alado, al que da de comer ofreciéndole un cuenco con la mano derecha. Su
carácter ppoforbój es un precedente extraordinario de las representaciones
de Epona en las que la diosa alimenta a un potro con una pátera.
Pero no solamente junto al
Océano, sino también en el Levante se dan interesantes y densas manifestaciones
que evidencian cultos a una divinidad caballo, o protectora de los caballos,
semejante a la mencionada Epona. Entre los exvotos del Cigarralejo, hay nada
menos que 38 en los que se representa a una yegua con su potrillo93 y entre las interesantísimas representaciones de figuras
humanas flanqueadas por caballos del sureste de la Península ibérica hay
que destacar el vaso de Elche (III/II a.C.), en el que una figura femenina parece
abrazar a dos caballos que la flanquean. Podemos estar ante la Harpía Podarga y
sus gemelos hijos equinos; o también ante una Medusa Gorgona como la del
frontón de Corfú abrazando a sus hijos Crisaor y el caballo Pegaso; recordemos
que en alguna ocasión es representada naciendo dos caballos de su cuello
cortado; también hay representaciones de Epona flanqueada por caballos.
En un gran vaso de Valencia del I
a.C. descubierto recientemente96 hay unas
figuras pintadas que en una misma banda llevan en un lado una yegua con grandes
y plurales ubres y en el otro una especie de centauresa que ha dado a luz un
pequeño monstruo similar, viéndose otro que espera el parto.
Estamos en el ámbito de la potnia
equina donde el nacimiento de centauros se da desde la antigua Titanomaquia.
Además, entre la yegua lactante y la centauresa parturienta podría haber una
relación materno filial, como entre Hipó y Melanipe o tratarse de dobles
equinos o semiequinos encargadas de la crianza, como en el mito de Alope, o en
el de la védica Saran¸yuº y las occidentales Rhiannon o
Macha. La centauresa valenciana viste larga túnica, como la Medusa beocia vestida por
delante, pero equina por detrás, que al igual que la Deméter Melaina se
acompañaba de otros animales, como en el vaso valenciano. Este cortejo
animalístico, como ya hemos señalado, indica una vez más la resistencia de la
antiquísima pótnia qhrÔn a abandonar sus prerrogativas,
aunque debió adaptarse al prestigioso mundo del caballo como potnia equina.
Tampoco sería casual por parte
del dueño de una hermosa villa del centro de la Península la elección
del tema de la potnia equina en época romana tardía, escogiendo para uno
de sus mosaicos una escena en la que se aprecia una figura femenina a la que se
aproxima un fogoso corcel negro «montado y guiado por Eros»98. La joven se apoya en un ánfora de la que mana
una fuente; todo ello nos lleva a otra realización del esquema B: un
caballo kuanoxaíthj/ Posidón se aproxima a una protagonista similar a Filira
junto a la fuente Tilfusa en la
Tebaida; tampoco hay que desdeñar el nacimiento de Pegaso
«en las fuentes del Océano» de Kuanoxaíthj y Medusa en Hesíodo. Pero si
pensamos para esta época en la difusión de prontuarios mitográficos como el de
Higino, nos inclinamos por el mito de Alope, como hemos visto, de tradición
prolongada desde finales del VI a.C.
3.3. Testimonios epigráficos
Además de referencias, posiblemente
muy antiguas, que atañen a la existencia de divinidades femeninas en relación
con el caballo en la
Península Ibérica, se han encontrado testimonios epigráficos
que abundan en el mismo sentido. A las eventuales representaciones de Epona o
de númenes que confluyen en ella, hay que añadir algunas inscripciones latinas
con su nombre.
Además de los testimonios de
Epona, que pueden haber entrado con el ejército romano, hay huellas epigráficas
de que en el ámbito celta peninsular el nombre del caballo formaba parte de un
epíteto de diosa (Equotullaicensis dicho de Arentia), así como de
antropónimos como Equaesus. Muy interesante es la dedicación a unos (¿o
unas?) deis equeunu(bo).
Por otro lado, disponemos de
epígrafes en la lengua paleohispánica lusitana especialmente ilustrativos en
relación con el tema que nos ocupa. En uno de ellos se nombra a una divinidad
de nombre Iccona, curioso paralelo femenino de kkoj, doblete
dialectal de ppoj, sin olvidar el i-qo
Micénico y, morfológicamente, de la misma índole que Epona. La
inscripción donde aparece Iccona muestra además una «congruenza con la
situazione rigvedica ... strettissima»103. En la primera línea se nombra una divinidad, Trebopala, cuyo nombre es de
formación semejante al de Vis´pala, divinidad-yegua del mito
indio, en relación con los As´vínaº, hijos de Saran¸yuº, varias veces mencionados en este trabajo. Villar profundiza en la relación
entre Trebopala y Vis´pala, postulando para el
componente -pala un hidrónimo significando ‘charca’, ‘pantano’ o ‘agua
estancada’; otra de las diosas a las que se ofrece un sacrificio, Trebarune,
también tendría relación con aspectos acuáticos paralelos. Un dato que
apuntalaría de alguna manera este “panteón” semiequino estaría en la
identificación del numen masculino Cossue/Coso de inscripciones lusitanas e
hispánicas con el latino Consus, interpretatio de Posidón Hipio.
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