Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

lunes, 16 de mayo de 2011

Los Escitas (el pueblo a caballo)




Ancestros de los hunos devastaban las fronteras occidentales de China, el contraataque del decidido Süan desencadenó una serie de migraciones conexas que alteraron, como una inmensa carambola, el mudable equilibrio del inmenso mundo estepario, desde los confines de China hasta el Cáucaso y los Cárpatos, en líneas generales, se trató de un desplazamiento de las principales naciones nómadas hacia poniente, quizá estas inquietudes tuvieran algo que ver con el periodo de fuerte desecación climática que algunos estudios señalan en torno al 800 a.C. en cierto momento, un pueblo relativamente bien conocido, el de los maságetas, situado al norte del río Oxus, sufrió el empuje de la oleada antes descrita y lo proyectó sobre los escitas, sus vecinos occidentales.

El escita es un jinete nómada y guerrero, todo (la etnología comparada de hordas nómadas, el fuerte determinismo que imponen el medio físico y la base ganadera de su economía), lleva a pensar que el sistema social escítico descansaba en buena parte sobre la función del jefe individual. Sea como fuere, este pueblo trashumante dedicó muchos esfuerzos y recursos a las tumbas de sus principales. El escita tiene su más preciado bien en el caballo, seguramente fue el primer pueblo que empleó masivamente la monta y lo empleó de otro modo que como animal de tiro, para ese menester los escitas preferían las yuntas de bóvidos, por eso impresiona fuertemente comprobar que, en algunas tumbas, el número de caballos sacrificados para acompañar al jefe guerrero en el mas allá llega a superar los 400.

El atalaje de los caballos es magnífico: ingenioso, completo, perfectamente trabajado, muestra la devoción del escita por el animal que le da velocidad, fuerza y libertad de movimiento, el famoso kumis (leche de yegua fermentada) es un alimento de alto valor nutritivo, las sillas (verdaderas obras de arte refinada), las máscaras de caballo, los arzones, las fustas, los bocados, las bridas y riendas son objeto de manufacturas altamente desarrolladas, hermosas, ligeras y eficientes, la vida del escita depende de la de su montura: si aún no usa el estribo de metal, si se emplean correas de cuero para apoyar y sujetar los pies del jinete.

Quizá la historia escita empieza allá por el año 1.700 a.C., cuando ciertos grupos indoeuropeos nómadas llegaron a tierras del río Yenisei, la aventura había comenzado unos tres siglos antes, cuando la dispersión primeramente conocida de los indoeuropeos lanzó una de sus ramas en dirección a Grecia (los aqueos históricos) y una segunda hacia Anatolia (los hititas) y más allá hasta el Indo, el camino de un tercer grupo oriental fue largo y lento, desde el Yenisei retornaron, pasando por el Altai, hasta el Cáucaso, establecidos en esa región, en ella hubo de producirse la fragmentación entre escitas nómada y sedentarios, cuando la gran convulsión histórica del 1.200 a.C., sacudió el Próximo Oriente, los escitas habían alcanzado un estadio cultural bien identificable. Al llegar estos grupos arios a la meseta irania, la ciencia y su medicina pasó por varias etapas: la antigua poco conocida y la de esplendor con el nacimiento de Zoroastro, la invasión de Alejandro Magno en el 330 a.C., inició su decadencia.

El culto a Zoroastro estuvo ligado a la medicina según se refiere en el Zendavesta, Persia fue país de médicos, cuyo rey Doyeces fundó el primer hospital. El código de Zoroastro era Teológico-Higiénico-Terapéutico-Mágico, en dos libros: el Bundahisan y el Dinkard se describe la práctica médica. Zaratrusta o Zoroastro, médico-teólogo y filósofo, combinó la religión con la medicina, el sacerdote era médico e instaló el dogma dualista: Dios-Diablo, Existencia-Muerte, Salud-Enfermedad.

Los arios persas asimilaron la medicina y cultura sumerio-babilónica y semítica, lo importante es la gran influencia que ejerció sobre Grecia y el desarrollo de la medicina occidental, ya que se ha demostrado que la idea de microcosmos (el hombre representa el mundo en miniatura) y la teoría de los humores (toda enfermedad es el desequilibrio de los líquidos orgánicos) tuvieron su origen en Persia y provienen de la obra de Zoroastro.

El asentamiento definitivo de los escitas en occidente puede seguirse con comodidad en los libros clásicos, la expansión medo-persa bajo Darío y Ciro obligó a los escitas a ceder terreno y a alejarse cada vez más de las vanguardias iranias. Los tres grandes bloques escitas (respectivamente gobernados por Escópasis, Taxacis e Idantirso) siguieron caminos distintos, Escópasis, con algunos contingentes sármatas, siguió una ruta, Taxacis e Idantirso se unieron a grupos de otros pueblos vecinos, como los gelonos y los budinos, y marcharon por delante de Darío, guardando siempre la distancia de una jornada, las mujeres y sus hijos, en los grandes carromatos de seis ruedas, entoldados y con todos los enseres domésticos, fueron alejados del teatro de operaciones, en marcha preferentemente hacia el norte.

En las escaramuzas y hostigamientos, al decir de Herodoto (Aristóteles lo corrobora), el daño mayor sufrido por los escitas resultó de la falta de conocimiento que sus caballos tenían respecto de los asnos del ejercito persa (serían onagros probablemente), cuyos rebuznos les causaban espanto. Los escitas quedaron aprisionados entre macedonios y sármatas, más o menos circunscritos al territorio de Crimea, y comenzaron su sedentarización, la irrupción, más tarde, de celtas y tracios hizo imposible toda ulterior expansión, y el contacto prolongado con la civilización griega resultó cada vez más fructífero.

Según Diógenes Laercio, fue el historiador Eforo el primero que introdujo a Anacarsis, el escita, en la lista canónica de los Siete Sabios, Estrabón, corrobora esta noticia, Herodoto nos relata, al tratar de Escitia, su leyenda trágica y lo menciona como un personaje sabio reconocido, y Platón se hace eco de su prestigio, en una rápida mención, hecho mucho más meritorio si tenemos en cuenta que Anacarsis es el único extranjero afamado entre los griegos por ese motivo. En el “banquete de los siete sabios” de Plutarco, dice Tales de Anacarsis: “es un hombre prudente y sabio y le ha enseñado a ella el modo de vida y el rito purificador, (posiblemente inhalaciones de humo de cáñamo) que usan los escitas con sus enfermos”.

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