Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

viernes, 20 de mayo de 2011

La Grecia clásica.






Hacia finales del segundo milenio a.C., la vida urbana de Grecia había sido prácticamente eliminada por unas devastadoras invasiones la mayoría de los griegos vivían apacentando cabras y en chozas de paja, disponían de unos pocos útiles de hierro para la agricultura y allí donde se practicaba esta actividad se basaba en la cebada: de hecho, en la región de Atenas, el suelo no podía producir más que este modesto cultivo, cuyo valor nutritivo es insuficiente en cuanto al volumen de gluten. En estas circunstancias, la industria era la única forma de adquirir riqueza.

Para los pueblos vecinos, la cebada griega era prácticamente incomestible, pero el aceite de oliva sí se podía exportar y procedía además de un cultivo que presentaba peculiares ventajas competitivas, el olivo era el arma secreta del Egeo en lo que a economía se refiere, se cuidaba de manera estacional y dejaba mucho tiempo para la navegación, crecía en terrenos en los que los cereales y legumbres no se dignaban a hacerlo y podía cultivarse en lugares de sorprendente altitud, hasta los seiscientos sesenta metros. En el siglo VIII a.C., con el manejo de más utensilios de hierro, la agricultura ganó en eficiencia, pero el consiguiente aumento de la población puso aún más a prueba los recursos alimenticios y la productividad de la tierra, los griegos se convirtieron, además de en comerciantes, en colonizadores, llevando sus asentamientos hasta ricas áreas cerealistas como Sicilia, el sur de Italia y la costa septentrional del mar Negro, y después a mercados con abundancia de capital en zonas de las actuales Francia y España, durante el siglo VII a.C., muchas de estas colonias se convirtieron, ellas mismas, en impresionantes ciudades.

No todos sintieron la llamada del mar: los espartanos prefirieron quedarse en Grecia y levantar un imperio en los territorios contiguos, sin embargo, ésta era una de las muchas excentricidades de los lacedemonios, que los dioses no aprobaban. Como el mundo Heleno se extendió por mar y no por tierra, sus colonias mantuvieron el aire ribereño que caracterizaba al mundo del que procedían y al tipo de vecinos que ya conocían.

En las columnatas que rodeaban los espacios públicos se instalaban escuelas, hay dos profesores, Platón y Aristóteles, a los que recordamos especialmente, en realidad son los nombres griegos que más nos vienen a la memoria, se ha dicho que toda la filosofía occidental posterior se compone de “comentarios a Platón”, su importancia no está tanto en sus propias aportaciones como en el exhaustivo compendio de pensamiento clásico que reunió en sus diálogos. De las muchas aportaciones de Aristóteles, la más notable fue su formación de las leyes de la lógica, con las que podemos llegar a conclusiones verdaderas a partir de lo que pensamos que es cierto, su categoría a este respecto seguramente le habría sorprendido a él mismo, era hijo de un médico de Estagira, una parte de Grecia cercana al límite con los bárbaros, que nunca había producido grandes pensadores anteriormente, su familia trabajó en la corte del rey del norte, como él mismo hacía en su madurez, su padre era un doctor de la corte, y la materia de estudio preferida de Aristóteles fue la biología, así como la disección su técnica favorita, cuando se dedicó a la lógica, separó las proporciones en parte del mismo modo que un anatomista trocea ranas, nunca pensó que la razón pudiera llevarle hacia la verdad sin ayuda, ésta tenía que partir de la observación de los hechos y someterse a la verificación del mundo de los sentidos, para él, la naturaleza se manifestaba para ser explorada, no se ocultaba para ser inventada.

De todas formas, a pesar de la contribución única que hicieron los antiguos griegos al resto del mundo, hay que tener cuidado de no idealizarlos, como se ha hecho en el pasado, lo más duradero de su legado ha sido lo que en su época resultaba más excéntrico: Sócrates fue condenado al suicidio, Aristóteles fue apartado de Atenas y murió en el exilio, Pitágoras fue probablemente asesinado por una turba, Sófocles tuvo que defenderse de una acusación de demencia, Platón abandonó asqueado la política, en cierto momento, Aristóteles se retiró a una caverna y Diógenes a un tonel, la mayoría de los griegos no compartía la razonada visión del mundo de los filósofos, sino que lo consideraba el patio de recreo de unos dioses y demonios caprichosos a los que había que apaciguar mediante sangrientos sacrificios.

En el periodo antiguo de la cultura griega, el dios ofendido puede producir una dolencia maligna (noûsus kakê) sobre los seres humanos y animales, en el primer caso, se trata de aplacar a la divinidad con hecatombes (sacrificios rituales de animales), el animal cobra aquí el papel de soporte físico para la curación de la enfermedad humana, un demonio (daimôn) también puede originar la enfermedad y en este caso son los dioses los que pueden librar de la dolencia, así, la causa primera de la enfermedad, “la etiología”, casi siempre es un castigo de los dioses, mientras que “la patogenia” es doble: por un lado el hecho del castigo divino, por otro la impureza física que de ese castigo resulta, es decir, si en el asirio-babilónico, el castigo consiste en la impureza moral, para el griego el castigo consiste ante todo en los síntomas y signos corporales, interpretados como impureza física. Esta diversidad de concepciones influye definitivamente en “el tratamiento”, en la cultura griega, los sacrificios rituales (hecatombes) están presentes, pero tiene una importancia fundamental la purificación física, por ejemplo, el baño lustral, se trata de una Kátharsis física, la hecatombe permite “el tratamiento” de la causa remota de la enfermedad, el castigo divino, la Kátharsis física proporciona “el tratamiento” de la “causa próxima” de la enfermedad, la impureza somática.

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