BOMBARDEOS
El núcleo de la Tierra, que es sobre todo
hierro, constituye aproximadamente un tercio de la masa del planeta. El manto
de silicio representa otros dos tercios y se extiende más de 2.500 kilómetros
por debajo de la superficie. La corteza terrestre y la atmósfera son tan
delgadas que apenas representan un 1 por ciento de la masa del planeta. El
manto, la corteza y la atmósfera constantemente intercambian elementos,
incluyendo los elementos volátiles necesarios para la vida.
Si la provisión inicial de carbono en la Tierra hirvió expulsada hacia el espacio o se
quedó atascado en el núcleo, ¿de dónde vino el carbono presente en el manto y
la biosfera? La clave está en el estudio de la relación entre carbono y azufre.
Los datos clave ponen de manifiesto cómo la partición de carbono entre partes
metálicas y de silicio de planetas terrestres varía en función de variables
como la temperatura, la presión y el contenido de azufre o silicio
Un escenario que explica la relación carbono/azufre y la abundancia de carbono
es que un embrión planetario como Mercurio, que ya se había formado con un
núcleo rico en silicio, chocó contra la Tierra y fue absorbida, colisión ocurrida hace
alrededor de 4.400 millones de años. Debido a que es un cuerpo
masivo, la dinámica podría trabajar de una manera en que el núcleo de ese
planeta iría directamente al núcleo de nuestro planeta, y el manto rico en
carbono se mezclaría con el manto de la Tierra.
Posteriormente, hace unos 3.260 millones
de años debió chocar con nuestro planeta un asteroide gigantesco, entre tres y
cinco veces mayor que el provocó extinciones masivas en la Tierra, incluida la de los
dinosaurios, hace 65 millones de años. Era la época que los científicos
denominan el período de bombardeo masivo tardío, hace entre 3.000 y 4.000
millones de años, y los primeros seres vivos, microorganismos, debieron ver
afectado radicalmente su entorno. . El asteroide, de entre 37 y 58 kilómetros de
diámetro, debió hacer un cráter de 500 kilómetros de
diámetro (dos veces y media mayor que el de los dinosaurios), generaría un
terremoto de magnitud superior a 10.8 y las ondas sísmicas se propagarían por
todo el planeta desencadenando otros grandes seísmos; tsunamis mucho más
grandes de los que conocemos barrerían todos los océanos. La velocidad de
impacto del asteroide sería de unos 20 kilómetros por
segundo.
Los científicos describen los efectos en
todo el planeta: la atmósfera se llenaría de polvo y la superficie de los
océanos herviría; el cielo se pondría rojo de puro calor y el impacto lanzaría
al aire roca vaporizada que envolvería todo el planeta, que se condensaría en
gotas que caerían al suelo ya solidificadas. Desde luego la vida primitiva se
vería afectada por los efectos masivos en la corteza terrestre, e incluso la
tectónica de placas.
En un planeta tan dinámico como la Tierra, no cabe contar con
la supervivencia, más de 3.000 millones de años después, del cráter de impacto
tal cual. La erosión, la actividad de la corteza terrestre y otras fuerzas que
configuran la superficie habrían destruido los lugares de choque de aquellos
objetos celestes durante la era del gran bombardeo tardío. Pero la formación
geológica de Barberton, al este de Johannesburgo, y sus fracturas
características encajan con los efectos del gran impacto de un asteroide que
los investigadores reconstruyen ahora.
El cráter del asteroide de los
dinosaurios (izquierda) de 150 kilómetros; del asteroide de hace 3.260
millones de años, de unos 500 kilómetros, y la isla de Hawai, de 122 kilómetros.
Tamaños del asteroide de los dinosaurios
(izquierda), de 10
kilómetros; el de hace 3.260 millones de años (centro),
de 37 kilómetros;
y del Everest, de 8,9
kilómetros de altura.
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