Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 2 de febrero de 2012

ALBEITARES, MARISCALES Y VETERINARIOS (mas)




Veamos ahora cual era la actividad cotidiana de aquellos albéitares. En el libro de sesiones, de 1.586, del Consell de Elche, en la correspondiente a 30 de mayo, se recogen unos aranceles o tarifas de herreros, herradores y albéitares, la relación de conceptos y precios fijados es la siguiente:

Sangrías y albardar con la misma sangre 4 reales castellanos

Dar cendradas 2 reales castellanos

Poner pajas y biznas 2 reales castellanos

Desgobernar de arriba y abajo 1 real castellano

Desgobernar 1 real castellano

Punzar los paladares y quitar el “haba” 1 real castellano

Dar juncadas 1 real castellano

Dar bebedizos 1 real castellano

Dar Medicinas 1 real castellano

Hacer sangrías 1 real castellano

Herrados de caballos 18 dineros

Herrados de mulos 14 dineros

Herrado de asnos 10 dineros

Reherrado de caballos 8 dineros

Reherrado de mulos 7 dineros

Reherrado de asnos 5 dineros

Ninguna de las Ordenanzas gremiales, ni acuerdos de juntas que se conozcan de dichos gremios hacen referencia a esta cuestión en los primeros tiempos, sólo las ordenanzas del gremio de la ciudad de Valencia de 1.483 lo mencionan, aunque de forma muy somera e imprecisa, fijando que dichos honorarios serían establecidos por mutuo acuerdo entre el albéitar y el propietario del animal, y si no se llegara a este acuerdo, el justicia civil, aconsejado por los examinadores de Albeytaria, debían tasar dichos aranceles.

A diferencia de lo que ocurre con las tarifas para los actos clínicos o de peritación, las relativas al herrado parece que fueron siempre controladas por las autoridades, se pueden citar en este sentido cuatro documentos de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII. En el primero, datado en Elche el 24 de febrero de 1.450, se establecen los precios del herrado en dicha villa en 7, 6 y 5 dineros, para caballos, mulos y asnos, respectivamente, fijando el reherrado en 2 dineros, para los tres casos (compárese con las tarifas de cien años después). En el segundo, el libre de Ordinacions de la Villa de Castelló, del año 1.554, se ordena que se cobren nueve dineros por herradura, y, si se trataba de volver a colocar la misma, limitándose el trabajo o a rebajar y arreglar el casco, la cifra era de tres dineros, si bien no se establecen diferencias entre caballos, mulos y asnos, la infracción se castigaba con una multa de sesenta sueldos, curiosamente la misma cantidad que en el documento de Elche de 1.586.

El tercer documento serían unas ordenanzas del gremio de Morella (Castellón), de 1.669, en las que se señala que se debían cobrar por cada herradura de ocho clavos, dieciséis dineros, y por cada una de seis, doce dineros y si se usaban las mismas herraduras limitándose a arreglar y cortar el casco, debía cobrarse ocho y seis dineros, respectivamente. El cuarto documento es un acuerdo del Ayuntamiento de la ciudad de Valencia de 1.727, renovando otro del gremio de albéitares y herradores de dicha ciudad, por el que se intentaba subir el precio del herrado, si bien no se hace constar la cantidad que se cobraba, ni la que se pretendía subir por parte del gremio. Como ejemplo de la importancia dada a la regulación de las tarifas de herraduras y herrado se puede citar la Pragmática de los Reyes Católicos, fechada en Granada el 22 de marzo de 1.501, en cuya disposición, no sólo se señalan los precios, sino el peso y el grosor del hierro de las herraduras.

La importancia del hallazgo de esta ordenación de aranceles de Elche no se encuentra sólo en si misma, sino que además se desprende de ella cuál era la práctica clínica habitual de los albéitares a finales del siglo XVI, y que consistiría en:

Hacer sangrías: De uso corriente ya desde los mulomédicos romanos, que la practicaba sobre la yugular y sobre el paladar, y considerada por Chiron como el arma más formidable de la panoplia médica, y no sólo con fines terapéuticos, sin también profilácticos, recomendado así Mosen Manuel Díez sangrar al caballo en la yugular cuatro veces al año “per a tenirlo en sanitat”.

Sangrar y albardar con la misma sangre: Albardar o enalbardar significa poner la albarda a una bestia, o también adornar, o rebozar, por ello aún no habiendo encontrado la significación de “albardar” relacionado con la sangre de la sangría, bien pudiera ser que consistiera en dar friegas con la misma en los lomos del animal, tal vez con la idea de fortalecer una zona sometida a los lógicos roces y presiones de los aparejos, con todo, llama la atención que a esta práctica se le asigne la tarifa más alta.

Desgobernar (así de mano como de pie): El ligar una vena entre dos puntos y seccionar entre ambos se conocía como desgobernar, a veces se asignaba a esta operación el significado concreto de ligar las venas cubital y radial en dos puntos, cortando la porción comprendida entre ellas, se hacia tanto en miembro torácico como en pelviano y tanto a niveles dístales como proximales los aranceles fijan un precio diferente, según se hiciera a un solo nivel o bien en los dos. Se consideraba de provecho para las “resfriaduras e infosura, desaynaduras, y aguadura, así mismo para alifajes, y vejigas, y lupias, de acuosidad, y para axugas, y arestín, y para los brazos que están con tumores, y engrosados de humores que baxan a las partes más baxas; se había de desgobernar en las venas de los brazos encima de la rodilla, y dos dedos encima de las pezuñas, y en las piernas encima de las corvas, y bajo de las corvas, dos dedos bajo el sitio donde se hace el esparaban, cortando la piel con una lanceta, y descubriendo la vena con un “cornezuelo”, éste era un instrumento hecho con una punta de cuerno de ciervo, usado por los albéitares para separar vasos y tejidos en las operaciones quirúrgicas.

Punzar los paladares y quitar “el haba”: La “fava” (también conocida como haba, lampasch o tolano) es el nombre que se le daba a una palatitis localizada, una inflación circunscrita a los surcos del paladar próximos a los incisivos, consecuencia de la hiperhemia producida por la compresión de la red venosa, este proceso, que se cita en todos los équidos, se caracteriza por una callosidad endurecida del tamaño de un haba, y hace que los animales no puedan comer, por estar dolorido al paladar, dejando caer la comida a medio masticar. El tratamiento consistía en sajar la tumefacción dejándola sangrar, para ello se utilizaba un hierro en forma de hoz de segar, previamente calentado al fuego, seguidamente se aplicaba un lavatorio para la boca, de vinagre, sal, orégano, y miel, mandando lavar dos o tres días con él, seis u ocho veces cada día.

Dar una juncada: Dar una juncada consistía en aplicar una medicación a base de manteca de vaca con un manojo de juncos, aunque es un término genérico (al poder contener diferentes componentes y por tanto perseguir distintos fines), su uso común parece ser el del medicamento preparado con manteca de vaca, miel y cocimiento de adormideras, que para trata el muermo (born o vorm, en valenciano) se aplicaba con un manojo de juncos, no obstante, su eficacia contra el muermo debió ser, evidentemente, tan nula como el resto de jarabes, brebajes y sangrías con los que se intentaba combatir. Las juncadas podían tener también otras aplicaciones, además del tratamiento del muermo, García Cabero, un albéitar posterior, la recomienda para el tratamiento del cólico, compuesta por “manteca de Bacas, miel común, xarave de azufayas, Regaliz, Escorzonera, aceyte de Catapucia o Higuera de infierno, polvos de cominos rústicos, alolvas y hiemas de Huevo”.

Dar una cendrada: la cendrada era una cataplasma o asiento de ceniza (cendra), sola o mezclada con otros ingredientes, para diversos usos, Mosen Diez la cita con ajos y paja de cebada: (Haz una caldera de cendrada y tomando las cabezas de ajos y paja de cebada, coja todo con la cendrada).

Dar bebedizos y dar medicinas: Llama la atención que los aranceles diferencien como conceptos diferentes dar bebedizos y dar medicinas, cuando se trata en ambos casos de dar una medicación, variando sólo la forma de administración, además, para los dos, se fija una misma cuantía económica, podría deberse a que se hubiera intentado “abultar” el listado de los aranceles, tal vez para camuflar el haber dejado fuera intencionadamente otros conceptos. Aquí entrarían tratamientos de todos aquellos procesos para los que sólo cabría el uso de medicinas, por ejemplo, los síndromes cólicos (Torcons) a los que se aplicaban purgantes o calmantes.

Poner unas pajas y bizma: Era poner un emplaste con pajas, que podía estar compuesto entre otros ingredientes por estopa, aguardiente, incienso y mirra, Francisco La Reyna atribuye a la vizma o coccio la propiedad de dar calor a los miembros, y expeler materias extrañas a las partes de fuera, y lo hace con pez común (resina de trementina), pez griega, resina de pino, sebo de cabrón, grasa y almástiga (resina de lentisco o almáciga), incienso y euforbio, todos los componentes se ponían, molidos, a cocer en una olla hasta que se derretían. Fernando Calvo, albéitar de la ciudad de Plasencia, recomendaba bizmas con otras composiciones, para tratar miembros flacos y dolidos por frialdades y humedales, para piernas y brazos quebrados, y para fortificar miembros quebrados ya sanados.

Herrado y reherrado: Se diferencian precios desprendiendo de que sea caballo, asno o mulo, y también según sea herraje con herradura aportada por el herrado o reherrar con las herraduras que trajera al animal.

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