Fieles a la verdad histórica, continuamos la reseña de
Con referencia a la personalidad de Mosén Díaz hay bastante confusión, para unos es natural de Aragón, para otros es catalán y por último, otros le suponen valenciano, a nuestro propósito es suficiente con saber que Mosen Manuel Díaz era un caballero prestigioso que vivió a principios del siglo XV, según Zurita: “intervino Don Manuel Diez, como uno de los embajadores del Reino de Valencia”, en el famoso compromiso de Caspe del año 1.412. El “Libro de Albeitería”, según parece, fue escrito en el año 1.443, cuando el autor acompañó a D. Alfonso V el Magnífico, de Aragón, de quien fue mayordomo, a la conquista de Nápoles.
Está comprobado que Díaz fue mayordomo del Rey Alfonso V de Aragón, según nos informa el traductor del manuscrito, Martínez de Ampries, en el prólogo de la edición príncipe del libro, en otra edición, ya muerto el traductor, fechada en 1.545, se lee: “estando en la conquista del reyno de Nápoles, donde por mandato de su alteza el dicho Don Manuel hizo llamar a todos los mejores albéitares que hallarse pudieron, et ordenaron este Libro de Albeytaria, con el cual cada uno de súbito puede curar algún accidente que a su caballo, mula o otra bestia sobreviviere no fallando albéitar, más fallándolo, que sea bueno debe dejar la cura al maestro que es más suficiente por la práctica que no el. Y después que este libro fue compilado, mandó su alteza dar traslado de a quantos los quisiere, después fue traducido de la lengua catalana a la lengua castellana por el magnífico Martín Martínez Dampies, fidalgo, natural de la villa de Sos”. El título original del manuscrito de Mosén Díaz pudiera ser “Libro de
En
Cronológicamente, el libro, mejor dicho, el manuscrito de Mosen Díaz, es el primer texto de albeitería que se publica en España, y también una de las primeras obras que salieron de la imprenta española. La obra de Díaz, en la traducción Castellana, comprende dos libros, en el primero escribe de cuanto se debe saber de los caballos, y en el segundo, de las mulas, corresponde a Mosen Díaz el mérito de ser el primero en haber fijado la atención en la medicina de las mulas, animal tan abundante en los pueblos mediterráneos y del cual, tanto los hipiatras griegos y latinos, como los albéitares árabes, no hacen mención especial. En el primer libro se contienen 180 capítulos, los primeros atienden al exterior, al conocimiento de los pelos, signos de bondad, vicios, etc.., contiene nociones muy confusas de anatomía y concisos consejos de higiene, muy especialmente sobre alimentación, también, ligeras nociones de entrenamiento y doma de potros, en el capítulo 60 empieza la verdadera patología, pasando revista a las principales dolencias internas y externas del caballo.
Comprende el libro “que trata de las mulas” un total de 38 capítulos y varios apéndices, sigue el mismo plan del tratado de los caballos, los primeros capítulos se dedican a señalar la hermosura que debe tener la mula, y a tratar de las bondades y señales, del color de los pelos, etc..., que las caracterizan, la mayoría de los capítulos se dedican al estudio de la patología, y abundan los remedios y “curas” en cada uno de los casos, contiene un capítulo, este segundo libro, titulado “En qué manera deben ser herradas las mulas”, capítulo olvidado al tratar del caballo, este capítulo señala su procedencia albeiteresca frente a la erudita del tratado primero que hace referencia a los caballos. Una edición catalana contiene un tercer libro o tratado titulado “de
Ya se comprende que este apéndice no fue escrito en la época de Mosen Díaz, constituye un añadido extraño, en la edición de Valladolid de 1.500 se hace constar, a continuación del título, la siguiente coletilla: “y añadido en él setenta y nueve preguntas”, ejemplares correspondientes a esta edición, y a otras, como Toledo 1.507 y Zaragoza, 1.545, no contienen las citadas preguntas, sin duda alguna las adiciones quizá fuesen hechas para algunos ejemplares o añadidas a modo de apéndice, fuera de texto, y fueron arrancadas por los examinados. El éxito del libro de Díaz y de los manuscritos anteriores ha de buscarse entre caballeros, hombres de armas y nobles militares, conviene señalar que las “Partidas”, del Rey Sabio, exigen a los caballeros conocimientos de patología y terapéutica de los caballos para “guarnecerlos de las enfermedades que ovissen”, exigencia que explica el número de tiradas y la repetición de ediciones durante medio siglo, hasta diecisiete ediciones, de las cuales, tres publicadas en catalán.
El original estaba escrito en catalán, referidos al manuscrito de Mosen Manuel Díaz, pero las primeras ediciones impresas se publicaron en castellano, traducido por Martínez de Ampies, según quedó anotado, y las ediciones catalanas no se hicieron del original, fueron a su vez traducidas del texto castellano. Ahora tendríamos que hacernos una pregunta, Mosen Manuel Díaz, el autor del libro de
Con acierto califica el licenciado Alonso Suárez, médico de la ciudad de Talavera, su obra de recopilación, la “Recopilación” de Alonso Suárez comprende dos libros, en el primer libro se incluye una mezcla confusa como es: parte de una obra de Pedro Crecentino, un trozo del tratado de Mosen Díaz, (el referente a las mulas), un tratado anónimo sobre belleza del caballo, y el tratado de Hipología de Xenofonte, en el libro segundo se inserta, íntegra, la traducción de los hipiatras griegos y termina la obra con una traducción, también íntegra, de la “Hipiatrica” de Laurencio Rusio, la obra, en total, comprende 193 hojas en folio, impresión gótica. Debemos al licenciado Suárez haber incorporado a la albeitería hispana textos de tanto mérito, y esta labor merece una breve explicación histórico-bibliográfica para comprender toda su trascendencia.
Comenzaremos por el libro segundo, por los hipiatras griegos, este libro representa una fiel traducción de la famosa colección de textos que se conocieron como ”Hipíatrica” y modernamente con el nombre de “Corpus hippiatricorum qraecorum” (Abreviatura “C.H.G.”), se admitía, hasta hace poco, que fueron mandados coleccionar por el Emperador Constantino VII, Porfirogereta (911-959), en efecto, la colección se hizo en el siglo X, salvando gran número de manuscritos de la cultura griega antigua referentes a la medicina de los caballos. La obra, como ha llegado hasta nosotros, contiene 118 capítulos con fragmentos de 25 autores, el nombre del colector es desconocido, de la primitiva recopilación se debieron sacar varias copias, actualmente se conocen cinco manuscritos griegos, el más lujoso se encuentra en
El libro de Pedro Crecentino, (Pietro de Crescenzi), es obra de un erudito, Crescenzi era médico abogado, aficionado a la filosofía..., vivió en 1.240, por encargo de Carlos II de Anjou, Rey de Sicilia, escribió un tratado de agricultura, cuya edición príncipe, escrita en latín, se titula “Petri de Crecentiis, civis de Bononiensis. Opus ruralium commodorum”, (libre XX. Augsburg, 147, por Jonh. Schuszler), en folio, gótico, después, son muchas las impresiones en latín, italiano, francés, alemán, que se conocen, no hay ninguna edición española, el libro IX trata de las enfermedades de los animales domésticos, el autor siguió en esto las normas de los geopónticos latinos Catón, Varrón, Columela..., según los críticos, los 106 capítulos que componen el capítulo nono son copia textual de la obra de Ruffus, un famoso veterinario en la corte de Federico II, en el año 1.250. El ilustre filósofo, historiador, y militar, Jenofonte, entre sus obras, nos dejó una interesante para veterinarios, ya citada, la titulada “De la equitación”, contiene valiosas noticias de exterior, higiene, doma, etc..., de los caballos, seguramente Alonso Suárez tomó este tratado de la traducción de las obras de Jenofonte hecha por D. Diego Gracían, publicada en Salamanca en 1.552.
Por último, la traducción del libro de Laurencio Rusio es, quizá, el mayor acierto de Suárez, Rusio fue un ilustre veterinario romano que ejerció la profesión a principios del siglo XIV, al Servicio del Cardenal Napoleone Orsini (1.288-1.347), por error inexplicable se hace a Rusio español, natural de Sevilla, no hay pruebas de ninguna clase acerca de su españolidad, la obra de Rusio es fruto de lecturas y observaciones personales, por su contenido, original y práctico, ha servido de modelo y ha sido traducida y copiada por muchos autores durante muchos años, la edición príncipe se publico en latín, con el siguiente título “Liber marescalcie copositus a Laurentio dicto Rucio...”, al parecer impresa en Roma, por Eucharus Silber, probablemente la edición consultada por Suárez es la que se imprimió en París, por Wechelus, en 1.531, texto que adquirió mucha divulgación. Del libro de Díaz, útil para los caballeros, se imprimieron repetidas tiradas, la “Recopilación” de Suárez sólo consiguió una edición, consecuencia de su aparición extemporánea, tanto el libro de Díaz como