Disección de un caballo, grabado del Cours d´Hippiatrique, ou traité complet de la médicine des chevaux, Philippe-Étienne Lafosse, París 1.772

jueves, 11 de agosto de 2011

CAMBIO DE MENTALIDAD E INVASIONES DEL "MAR DE HIERBA"




El cristianismo fue, al menos, la quinta religión ética, salvadora de almas y de miras ultramundanas, de cuya aparición en el escenario mundial se tienen conocimiento, pero ésta es una estimación muy conservadora, pues durante los 600 o más años que separan a Zoroastro de Jesús debieron existir muchos movimientos religiosos similares.

Fue Pablo, y no los levitas, quien exhortó a sus hermanos judíos a cesar el sacrificio de animales, Pablo no señaló que el fin de las ofrendas animales también concluía efectivamente el consumo de carne en el banquete redistributivo que había constituido el substrato del ciclo alimentario de los antiguos hebreos. El banquete se hizo puramente simbólico.

Las religiones incruentas surgieron en respuesta a la incapacidad de los primeros Estados para proporcionar las ventajas materiales que prometían sus reyes y sacerdotes, surgieron cuando estos Estados estaban siendo asolados por guerras crueles y costosas, cuando el agotamiento de los recursos naturales, el crecimiento de población y la aparición de las ciudades provocaron una falta de alimentos e hicieron difícil mantener un abastecimiento constante de carne para los festines redistributivos, y cuando las distinciones de rango social se habían hecho más rígidas y la pobreza se hallaban muy extendida en la población común.

Por mucho que estas religiones atrajeran a hombres ansiosos por escapar de la lucha y el sufrimiento mundanos, ninguno de estos movimientos hubiera conseguido elevarse a la categoría de religión universal de no ser por su capacidad para auspiciar y alentar la conquista militar y para ayudar y encubrir formas crueles de represión y control políticos.

Ya se ha señalado que la expansión del estado se basaba en la preservación e incorporación de las poblaciones derrotadas, fuente de mano de obra y riqueza, las religiones incruentas garantizaban al enemigo la supervivencia al cautiverio, y así apresuraban su aceptación de dominio extranjero, al mismo tiempo, la estrategia ideológica de prometer recompensas para el alma en lugar de recompensar para el cuerpo convenía particularmente a las clases dominantes, si la vida en la tierra era inevitablemente dolorosa y la pobreza y el sufrimiento no eran impedimento para la salvación, sino que, por el contrario, contribuían incluso a aumentar la dicha eterna, la clase gobernante ya no necesitaba proporcionar riqueza y felicidad para justificar su derecho a gobernar, esto resultaba doblemente útil a la luz de las crisis ecológica y económica que acompañaron el crecimiento demográfico y la intensificación excesiva de la producción en las tierras que vieron surgir estas nuevas religiones.

¿Y el cristianismo? Fue difundido en un primer momento por misioneros pacíficos, la nueva religión atraía a todos los estratos sociales, pero sus aspectos comunitarios y caritativos la hacían especialmente atractiva para la desposeída clase obrera. Después de un intento particularmente atroz de Diocleciano por erradicar a los cristianos en 303 d.C., Roma adoptó una estrategia radicalmente distinta, consistente en hacer suyas las creencias cristianas con el fin de dar o devolver, una finalidad al Imperio, el artífice de esta nueva estrategia fue el emperador Constantino I, no sólo dejo Constantino de perseguir a los cristianos, sino que confiscó las riquezas y propiedades de los antiguos dioses romanos, las entregó a los obispos cristianos para construir nuevas iglesias (a veces con piedras de los antiguos templos) y estableció unos fondos imperiales para indemnizar a los cristianos por sus sufrimientos y los gastos contraídos para alimentar a los pobres, Constantino cambió toda la estructura legislativa del imperio para acomodarla a los principios cristianos, autorizó a los célibes a heredar propiedades, abolió el divorcio, condenó el concubinato, prohibió los juegos con gladiadores y el sacrificio de animales, uno de los actos más importantes de Constantino fue la legalización de los legados a la Iglesia, a cambio los obispos cristianos reconocieron que un cristiano tenía obligación de prestar servicio militar cuando el emperador lo llamara a filas.

Hacia el final del reinado de Constantino, la clase dirigente del Imperio estaba compuesta en su mayor parte por cristianos, sus sucesores siguieron penalizando severamente cualquier tipo de culto pagano, ya fuera público o privado, destruyeron la mayoría de los templos que permanecían en pie, excluyeron a los paganos del funcionariado, del ejército, del ejercicio del Derecho y de la enseñanza, por último, en 529, Justiniano ordenó a todos los que se negaban a abrazar el cristianismo, ceder sus propiedades y exiliarse, la ira de la nueva religión incruenta del imperio se abatió con igual severidad sobre el judaísmo que sobre las otras religiones incruentas. A principios del siglo V los romanos prohibieron a los judíos y samaritanos construir sinagogas, servir en el Gobierno o en el ejército y ejercer el Derecho, también adoptaron medias similares para detener la alarmante propagación del maniqueísmo, religión incruenta rival fundada en el siglo III d.C., por el visionario persa Mani, que se consideraba el último profeta, por desgracia para Mani, ningún ejército salió en su defensa, y su espléndido sueño económico de unir a las religiones incruentas de Europa y Asia no llegó a cumplirse.

Los Godos y las invasiones del mar de hierba.

De todos estos pueblos los que lograron fundar Estados más estables y con mayor proyección fueron los godos, el origen del que había de ser uno de los pueblos germánicos más importantes de la Historia hay que buscarlo en la península de Jutlandia, en Dinamarca y en la zona de Götaland, en la actual Suecia, ciertas diferencias en los materiales arqueológicos hicieron que los investigadores separaran en dos zonas geográficas sus estudios, el Vástergotland, que correspondería al origen de los visigodos o “godos occidentales”, y el Östergotland, origen de los ostrogodos o “godos orientales”, de esta forma queda definido un doble origen del pueblo godo, dualidad presente desde la Edad de Hierro, a pesar de esta doble área, la mayor abundancia de hallazgos que implican un carácter godo corresponden al Västergotland, entre los lagos Väneru y Vätleun (Suecia). En el siglo I de nuestra era se instalaron en las costas de las actuales Polonia y Alemania que habitaron durante más de cien años, a principios del siglo III los godos se instalaron a orillas del mar Negro y formaron una coalición godo-sármata, con la intención de hacer incursiones en Asia menor y en la península balcánica, tras irrumpir en el Imperio, organizaron primero el reino de Tolosa en el sur de Francia y, tras la derrota de Vouillé en el año 507 ante los francos, emigraron a Hispania en el 511, en donde establecieron el reino de Toledo que acabó por unificar políticamente la Península y crear una cierta unidad nacional, cuyo recuerdo perduró magnificado en el norte de Hispania tras la penetración musulmana del 711.

De esta época son las figuras de Braulio de Zaragoza, Ildefonso de Toledo e Isidoro de Sevilla, éste dedica uno de sus libros de Etimologías a los animales, cuyo Capítulo I dedica al ganado y los jumentos, distingue entre: Oveja, carnero castrado, carnero, cordero, cabrito, chivo, íbice, ciervo, cervatillo, gamo, liebre, conejo, cerdo, jabalí, novillo, toro, buey, vaca, becerro, búfalo, uro, camello, dromedario, asno y borriquillo, onagro, asno de la Arcadia, mulo y caballo, de éste dice:

“Hay cuatro cosas que es necesario atender en un buen caballo, a saber: forma, belleza, mérito y color. Forma: que sea de cuerpo fuerte, sano, de altura conveniente a su robustez, largo, vientre recogido, grupa grande y redonda, ancho de pecho, cuerpo nudoso por la densidad de sus músculos, patas finas y frente cóncava.

La belleza de caballo exige cabeza pequeña y seca, piel adherida, orejas pequeñas y puntiagudas, narices anchas, cerviz levantada, crines densas, lo mismo que la cola y redondez de la pezuña.

Mérito: que sea de pronto ánimo, inquieto, que es indicio de fortaleza, que en el descanso fácilmente se le excite a la carrera y en la carrera no sea difícil frenarlo, el movimiento del caballo se conoce en las orejas, así como su poder en la inquietud de sus miembros.

Los colores que se han de tener presente son: bayo, dorado, rojo, castaño, ceniento, glauco, a manchas, cano, blanco, con pintas y negro. Llamamos “color vario” el que esta pintado de diferentes colores, los que tienen las patas blancas se llaman “petili” (calzados) y los que tienen la frente blanca se llaman “callidi” (caretos), Cervino es aquel color que el vulgo llama alazán porque es de color a manera de bronce, Dosino es el color de los asnos, se dice también ceniciento, hay otros salvajes, que se suelen llamar equíferos, pero estos no pertenecen al género de los caballos domésticos de que hablamos. Mauros son los de color negro, manus es un caballo más pequeño, llamado vulgarmente brunicum (rocín)”.

Fue el caballo el que proporcionó a los nómadas de Asia Central su sorprendente poder militar, surgieron de los prados en gran número, pero este abastecimiento no era inagotable, ni los caballos excedentes tenían algún valor para el nómada excepto para el comercio o la guerra, en esto residía el problema de las tribus. La vida en la estepa significaba la dispersión de la gente y así del potencial militar, la conquista representaba reunir los efectivos tribales en un ejército, mientras que la dominación sobre civilizaciones sedentarias, como las de China y Oriente Medio, alejó a los nómadas de las estepas, que eran el alimento de sus grandes manadas de caballos, y de la dura vida errante, que los convirtió en grande guerreros.

Un pastor no era necesariamente un nómada, la guerra nómada se caracterizaba por la gran velocidad con que recorría enormes distancias, aunque muchos pueblos centroasiáticos viajaban lentamente con sus hogares y familias en carromatos. Las estepas eran también más estrechas a medida que las tribus se desplazaban hacia el oeste, lo que obligó a cambiar su modo de vida, los pueblos que, como los hunos, avaros y magiares, cruzaron los Cárpatos hacia la llanura húngara, se encontraron con que esta pequeña llanura era incapaz de sustentar el número de caballos necesarios para un verdadero ejército nómada, si penetraban más al interior su situación empeoraba, los guerreros tenían que dispersarse en busca de pastos y era muy difícil reagruparse en los bosques y campos de Europa, la influencia de la ecología en la historia militar tiene todavía que ser debidamente estudiada, pero es evidente que la llanura húngara nunca pudo mantener una “superpotencia” nómada.

El pony turco era un animal resistente, aunque pequeño y feo a ojos occidentales, a diferencia de los caballos europeos engordados en pesebre, era capaz de sobrevivir en climas severos y alimentarse sólo con hierbas, en general era también mejor para escalar, saltar y nadar que los caballos medievales europeos, las manadas de la estepa a menudo se cruzaban con caballos salvajes y de este modo conservaban su vigor, no existía únicamente un tipo de pony estepario, diversos pueblos cruzaban sus caballos para viajar, cazar o combatir, mientras que otros se especializaban en la crianza para exportación.

Las principales características que buscaban eran un lomo liso para facilitar la montura, un cuello largo como distintivo de buen saltador, los chinos admiraban los “caballos celestiales” de Asia Central, mientras que los reyes turcos prefirieron el pony de “raza de dragón” hasta que adoptaron el caballo árabe tras las conquistas musulmanas. “Señor del caballo” era un título común para los soberanos turcos. El color del pelo del animal también tenía una gran importancia, los colores más claros se reservaban para la gente de distinción, escuadrones completos montarían en ponys similares, los hsiung-nu colocaban aparentemente su caballería roana o baya en la frontera oriental, mientras que los caballos “rojos” fueron desplegados ante el sur, blancos al oeste y negros al norte, los caballos moteados y píos tenían algunas veces un significado casi mágico, puede que no sea una coincidencia que en el mito cristiano de los cuatro Jinetes del Apocalipsis montaran caballos que invierten el orden de la procedencia cósmica de Extremo Oriente, simbolizando quizá la llegada del Fin del Mundo.

A nivel más prosaico, los nómadas de la estepa introdujeron en Europa varios progresos en el arnés del caballo, ciertos tipos complejos de brida, que pueden reflejar la influencia nómada, llegaron a ser comunes en Rusia, la montura de armazón de madera, que era más cómoda para montar y más tolerable para el caballo, ya se conocía en China y Corea desde el siglo V, los hunos pudieron haber empleado una primera versión, mientras que tanto los bizantinos como los europeos occidentales copiaron de los avaros la montura completamente perfeccionada de armazón de madera.

El origen del estribo de metal es aún discutible, pero probablemente surgió en la zona fronteriza entre China y las estepas, los primitivos “estribos para la puntera” de piel o lazadas de cuerda se conocían desde hacia tiempo en las estepas occidentales y Oriente Medio, pero la estribera de metal era casi desconocida para los hunos, de nuevo fueron los avaros quienes la llevaron a occidente en los siglos VI y VII, estas estriberas no eran, por supuesto, esenciales para la arquería a caballo, aunque en realidad incrementaban el número de disparos, ni fueron esenciales, para los jinetes que empuñaban lanzas, por otra parte proporcionaban un asiento más firme y aumentaban la eficacia del jinete, los jinetes esteparios no eran partidarios de las herraduras y estas no llegaron a estar muy extendidas antes del a conquista mongola, los jinetes nómadas también utilizaron fustas en vez de espuelas para controlar sus caballos.

La decoración en el arnés y montura era sumamente personal y fue notablemente tradicional a pesar de las migraciones masivas, nuevas religiones y nuevas influencias artísticas, las colleras ornamentales se extendieron desde Irán hasta Oriente Medio, Asia Central y China, el Beçkem o gran borla que colgaba del cuello del caballo era originalmente la marca de una elite de guerrero turco, que finalmente se copió bastante al oeste. Los nudos de la cola del caballo pueden haber estado relacionados con la instrucción del animal, pero también eran característicos de la estepa y de los guerreros turcos de Oriente Medio. Uno de los medios más peculiares de atender a un caballo era el arreglo de su crin para producir un efecto almenado, esta práctica apareció probablemente entre los kushanos nómadas del este de Irán, junto con el fiador de la espada, se extendió a los nómadas sármatas iraníes de las estepas occidentales y a la China Tang en oriente, esta costumbre desapareció antes del siglo VIII, tras la llegada de los turcos, aunque las crines almenadas de asnos, y en algunos caballos, todavía se pueden ver en zonas de Afganistán y de la extensa región montañosa de Altai en Mongolia, la mayoría de los animales se marcaba con el tamga tribal: Un dibujo simple que también aparecía en las armas y cinturones, no obstante, los tamgas no fueron exclusivamente una idea turco-mongola, pues los nómadas sármatas y alanos, indoeuropeos también marcaban sus animales de este modo y continuaron haciéndolo cuando emigraron a Europa y al norte de África.

De todos los pueblos que provenían de Asia Central ninguno tuvo mayor influencia que los turcos, fueron primero conocidos en China como T’u-chüeh, su nombre puede haber significado “yelmo” y parece que era una tribu menor especializada en metalurgia de los montes Altai, sus orígenes, fueron claramente mixtos, pero tras derrotar a los juan-juan unificaron casi todos los pueblos nómadas orientales de Asia Central bajo su Kanato Gök “azul” o “celestial”. Las cargas repetitivas de arqueros a caballo eran la táctica básica, se instruía a los caballos para que no “virasen bruscamente”, sino para que siguiesen galopando en línea recta hasta que girasen con el simple toque de la brida, no por presión de las piernas del jinete como algunos han sugerido.

Como los turcos, la caballería de elite avara combatió con arco y lanza, y se protegía con fuertes armaduras de fieltro o de laminas de hierro, el arnés para el caballo avaro era también de fieltro o laminar y aparentemente cubría cabeza, cuello y cuartos delanteros del animal, un detalle singular avaro de la armadura del caballo era un tipo de gorjal para proteger el cuello, quizás similar al visto en imágenes de sepulturas chinas y de Asia Central. Para la mayoría de los europeos los avaros eran menos conocidos que los hunos, sin embargo su influencia cultural y militar fue mucho mayor, la caballería pesada avara sirvió como un ideal entre los bizantinos durante muchos años, fue de ellos de quienes los bizantinos adoptaron el estribo, probablemente la montura militar de armazón de madera, y el arco más potente, así como nuevas formas de arnés para el caballo. La Europa Occidental aprendió similarmente las nuevas técnicas de caballería de los avaros, aunque los musulmanes de España y los magiares de Hungría también desempeñaron su parte.

jueves, 4 de agosto de 2011

El mundo bárbaro.






La cultura grecorromana se impuso porque era la del imperio, pero esta cultura sobrevivió a la decadencia del poder de Roma, convirtiéndose en la base de la civilización occidental, que se considera heredera directa suya, y sin embargo, la mayor parte de Europa había vivido durante muchos siglos al margen de la cultura mediterránea, el este, norte y centro de Europa, incluidas las islas de Gran Bretaña e Irlanda (Albión y Eire) formaban parte de otro mundo, un mundo que se extendía por tierras misteriosas en las que habitaban los pueblos que griegos y romanos llamaron “bárbaros”, término con el que simplemente querían decir “los otros”, los que no pertenecen al mundo civilizado, esa parte de las raíces de Europa que ha permanecido olvidada, aunque todavía hoy se puede percibir su influencia, es la cultura celta, su influencia es profunda, como un río subterráneo, ha permanecido desde la Edad Media hasta hoy, y en el fondo de muchas costumbres y creencias, enriqueciendo el arte, la literatura y la música, pero sobre todo alimentando la imaginación popular.

Son muy numerosas las leyendas celtas en las que el agua es el elemento principal, su origen está en un acontecimiento real, desde el Neolítico hasta el final de la Edad de Bronce fueron llegando a Europa occidental, en sucesivas oleadas, diversos pueblos procedentes del centro de Europa y de las estepas del este. En torno al siglo VI a.C., tuvo lugar un nuevo cambio climático, en esta ocasión se produjo un descenso de las temperaturas, y volvieron bruscamente la humedad y el frío, las tierras ganadas al mar se inundaron y aparecieron las marismas, las aldeas construidas en la costa y en lugares que habían sido antes tierras de lagos y pantanos, quedaron inundadas ante el avance de las aguas y sus habitantes tuvieron que huir, se iniciaba una nueva migración, algunas tribus se dirigieron hacia el oeste, y alcanzaron las Islas Británicas, mientras que otras se dirigieron hacia el sur: son las tribus de belgas, galos, británicos, etc... Éstos últimos son los pueblos celtas de los que tenemos noticias a través de los autores griegos y latinos.

La capacidad de videncia es precisamente lo que significa el término “Druida” (vidente o muy sabio), pero no sólo son los “muy sabios” sino también los “hombres del árbol”, pues su nombre se refiere tanto a sus conocimientos como al lugar donde imparten sus enseñanzas y realizan sus ritos, el lugar más sagrado de la religión céltica: El bosque, y si el bosque es sagrado no lo son menos los árboles, especialmente el roble y el muérdago que crecen en él, pues ambos son símbolos de la divinidad, en la Galia también se asociaba a los druidas con la encina, porque comían sus bellotas para adquirir facultades adivinatorias, en Irlanda, en cambió, se les relacionaba con el avellano, árbol del que sacan las “varas del poder”, estos sacerdotes también realizaban sacrificios humanos, que en muchos casos tenían como finalidad la adivinación, precisamente una de las principales funciones de los druidas.

Los celtas eran un pueblo de gentes libres, símbolo de su libertad era su condición de guerreros, cuando perdían esa categoría se convertían en siervos o esclavos y dejaban de ser personas, como consecuencia, y debido a también a su falta de miedo a la muerte al creer en un más allá, la lucha estaba continuamente presente en su vida cotidiana, el robo de ganado era la actividad económica fundamental de la aristocracia militar, pues el “precio de honor” de un guerrero, (o de una “mujer de espada”), es decir, su poder y prestigio social, se media por la cantidad de cabezas de ganado que poseía. El robo de ganado también era una actividad ritual, una fórmula de iniciación para los jóvenes, que, cuando llegaban al final de la adolescencia, debían vencer en algún tipo de combate para adquirir la condición de guerreros, la iniciación culminaba al cortar la cabeza de un enemigo, pero en tiempo de paz este ritual era sustituido por el robo de ganado, el ritual de cortar cabezas era importante en la vida social de los celtas, y además tenía un sentido religioso: los guerreros, después de cortar la cabeza de sus enemigos la colgaban de los arneses de sus caballos, si la cabeza pertenecía a alguien especialmente relevante, la embalsamaban con aceite de cedro y la colocaban en el dintel de la puerta de su casa o en el salón del consejo de la tribu, donde quedaba expuesta para mayor gloria del grupo.

El origen del herrado con clavos, tal y como hoy se practica ha sido y es objeto de acaloradas discusiones, primero se aseguró que en las Galias, en Bretaña y en Germania se herraban los caballos antes de la Era Cristiana, se admitía que el herrado fue inventado por los druidas sacerdotes o herreros sagrados de la Galia, que se reservaban el monopolio de trabajar metales, construyendo armas de combate, lo que no admite duda es que cuando Julio Cesar conquistó las Galias (año 52 a.C.) este pueblo herraba sus caballos, es más, debía hacer ya mucho tiempo que practicaba tal operación, porque había ya, cuando menos, dos clases de herraduras: Las onduladas con clavija de violín, y las de claveras rectangulares y clavos de cabeza cuboide. Algunas herraduras chinas (de plata) son más antiguas que las herraduras onduladas galas, las investigaciones actuales creen que la herradura céltica es producto exclusivo de la imaginación de sus inventores, aunque no haya documentos de apoyo de esta teoría.

Tanto Cesar como Tácito hacen hincapié en el carácter ganadero de la economía germana, el segundo, tras señalar que su tierra, aunque bastante fértil, está erizada de selvas y echada a perder por los pantanos, dice que es “abundante en ganado menor, pero de poco tamaño en su mayor parte, tampoco el ganado mayor tiene su estampa habitual y hermosa cornamenta, se dan por satisfechos con la cantidad y éste es su único apreciado recurso”.

Entre los cultivos destacan sobre todo los cereales, la cebada en particular, la avena, el centeno, el trigo y, en mucha menor medida, el mijo, se conoce también el lino, (aunque se duda si para extraer aceite o como fibra textil), la alubia y, si no se cultivaban, al menos sí se consumían abundantes hortalizas, (zanahorias, nabo, col, espárrago, etc..), en cambio los frutales eran rarísimos. Contra lo que era habitual en la agricultura mediterránea, perece que el agotamiento del suelo (rápido con arados que profundizaban muy poco) no se contrarrestó mediante el barbecho, sino con abono en forma de cieno o estiércol y con la siembra del césped. El papel del ganado era notable y el consumo de carne elevado, en casos excepcionales se conocen casas con establos para cuarenta, o incluso, setenta animales, pero la media habitual oscila entre seis y doce, circunstancia que hace pensar que agricultura y ganadería serían de una importancia similar para el sustento de la comunidad, predominaba el ganado vacuno, (los bueyes se utilizaban como animales de tiro), aunque el ovino era también numeroso en algunas zonas, así como el porcino en tierras boscosas, se criaban para consumo también gallinas y gansos, mientras que el caballo y el perro eran empleados como animales de monta (o tiro), y de vigilancia, y sólo excepcionalmente consumidos.